19.12.07

Buena obra navideña

Se acerca la Navidad, las personas intercambian regalos y buenos deseos con los amigos, compañeros, vecinos, básicamente, con cualquier persona que se encuentran, por mencionar algunos ejemplos: el señor que cuida los autos en el supermercado nos desea feliz navidad, lo mismo sucede con la dependienta de la papelería, la cajera del supermercado, el despachador de la gasolinera, todos son un cúmulo de buenos deseos. El mundo se abraza a sí mismo durante unos días mientras sus habitantes corren de una tienda a otra, al mismo tiempo que regalan sonrisas y buenos deseos.

Yo, seguramente contagiada por este ambiente de amabilidad, realicé una buena obra, fue algo así como un regalo para mi vecina: barrí la banqueta, no sólo eso, también recogí el montoncito de tierra que ella amablemente deja en la calle para que yo lo vea y me anime a barrer. Ese pequeño montículo es un mensaje. Al principio lo dejaba en la frontera entre su casa y la mía. Ingenuamente pensé que era un olvido, no sé cómo pude pensar eso, si se levanta muy temprano a barrer y regar su jardín, después de un tiempo notó que su estrategia no estaba funcionando y movió el montoncito de tierra a un lugar más obvio, justo a la salida de la cochera, mi cochera. En ese momento dejé de pensar que era un olvido suyo y tuve claro que se trataba de un recordatorio: barre tu banqueta. Me encabroné. Tengo una rebeldía adolescente respecto a ese tipo de sutiles recordatorios o a que me digan qué, cómo y cuándo hacer algo.

No es que nunca lo haga, pero no suelo barrer a las cinco de la mañana y tampoco lo hago a diario, más bien barro cuando tengo tiempo y ganas de hacerlo, y después de que comencé a encontrar los cerritos justo a la salida de mi casa mi espíritu de limpieza comunitaria se apagó y decidí barrer todo, menos eso. Durante un tiempo, el tamaño de esos montoncitos creció aunque yo seguía barriendo el resto de la banqueta y una buena sección de la calle.

Hoy fue un día distinto, salí y la mañana era linda, los buenos días cruzaban de un lado a otro de la calle, buenos deseos llegaron desde distintas casas y yo...yo decidí hacer mi buena obra del día: barrí la calle, con todo y montoncito de tierra.
Tal vez ella experimente una sensación de paz o bienestar y ni siquiera sepa la causa, tal vez sí lo note y esta semana viva más tranquila, o tal vez no le importe y sólo piense que por fin me digné a barrer la calle. Yo sólo deseo su bienestar. Mi vecina me cae muy bien, realmente la aprecio, era sólo ese detalle la única mancha en nuestro espectro, ahora no existe. El mundo es un mejor lugar, la armonía navideña fluye por esta calle y quizá nadie llegue a saber la causa.

12.12.07

Matutina

Lo mejor de pasar una mañana a solas era tener la certeza de que nadie interrumpiría esa soledad. Una vez que escuchaba el portazo tenía cerca de seis horas para ella, podía disponer de ese tiempo como se le diera la gana. Podía decidir no hacer nada y no había ningún problema. Podía, incluso, pasar la mañana sin salir de la cama o caminar desnuda por la casa, observar por la ventana y tomar un café o dos o más sin recibir regaños, comer lo que le diera la gana o no comer, abrir una lata de chile y disfrutarla a cucharadas si así lo deseaba o abrir una caja de galletas y no comer ninguna, podía, incluso, escuchar música, cuánto extrañaba escuchar música. Así, en soledad, nadie criticaba sus gustos, sus apariencia, su peso, su ignorancia, su color de uñas. Casi nunca dedicaba esas horas a curar las heridas, ésas seguirían ahí o volverían a aparecer a pesar de lo que hiciera, entonces, durante esas horas, prefería ignorarlas.

10.12.07

La rata ha muerto.

8.12.07

Tono gris

Aún respira. Con cierto morbo observo su cuerpo tendido sobre la placa. Inhala y exhala lentamente, quizá mi presencia provocó el sobresalto. Podría esperar a que dejara de hacerlo, observar desde lo alto, mientras me detengo en los detalles de su cuerpo, pero no lo hago. Tomo una fotografía. Salgo de la habitación y cierro la puerta. Esperaré a que muera. Regresaré mañana a registrar el suceso.

27.11.07

Ella sonríe

Ella se acerca a la ventana y sin decir una palabra se detiene junto al auto. Sólo sonríe y muestra una especie de caja roja que sostiene entre sus manos. Vengo distraída. Ella no se mueve, no emite un gesto, tampoco se atreve a decir nada. Sostiene el bote rojo (para este momento alcanzo a darme cuenta que es un bote, es rojo y dice Teletón) y sonríe, no deja de hacerlo.
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No es una sonrisa-sonrisa, es una sonrisa que dice algo como: "así me dijeron que debía sonreír, yo preferería no hacerlo porque, la verdad, esto ya no me gustó nada, pero si no lo hago nadie abrirá su ventana, ni dejará caer unas monedas y yo no podré llegar mañana a la escuela y devolver este estúpido bote, pensé que sería más divertido, que vendría con mis amigas y botearíamos juntas, pero no, nos dejaron a cada quien en un crucero distinto, y a mí me dan miedo los viejos y ya se está haciendo de noche, por eso cuando veo que es un viejo el que viene manejando ni me acerco, me dijo mi mamá, qué vas a andar haciendo en la calle pidiendo monedas y exponiéndote a que cualquier viejo te diga algo o te hagan una grosería, nada más por andar ahí de volada, yo no sé para qué las mandan a ustedes a esto, para eso están los muchachitos de las escuelas oficiales, mejor yo te doy el dinero y no tienes que salir y me acompañas a comprar el regalito para el babyshower de la Chachis, pero no, ahí estoy de terca, le dije que el maestro de ética, lo odio, pasaría a los cruceros que nos asignaron para checar que estuviéramos ahí y entonces me trajo, de mala gana pero me trajo, no quiso prestarme el carro, estoy castigada por llegar tarde, ni le dije nada, a ver si este viernes me lo presta para ir a la juntada de las Smarties, ándele, abra la maldita ventana y éche todas las monedas que traiga, así me darán más horas de servicio social, así no tendré que venir mañana y aprovecho para retocarme las uñas, asco como las traigo, qué no me ve, abra la ventana porque el semáforo va a cambiar y se está haciendo de noche y casi nadie me ha dado nada, abra la ventana, bruja, qué no sabe que estoy pidiendo para el teletón, permítame, mi celular está sonando, ah, sí, espera que estoy enmedio de la calle esperando que una doña abra la ventana, qué, que no trae nada, no le creo, vieja estúpida, acabo de perder un semáforo parada aquí, esperando que abra la maldita ventana y usted sólo puede decir, no traigo, qué le pasa, qué no sabe que es para el teletón y es dinero para los niños que no pueden caminar y así me dan horas de servicio social, ya me quiero ir, me da miedo estar aquí de noche y nunca voy a acabar, me da miedo ir a pedir a los carros donde vienen hombres, maldita estúpida, abre y yo con mi sonrisa de estúpida.
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Y así, se dio la media vuelta, con su bote rojo y su atuendo elegido especialmente para combinar, playera roja tipo polo y una linda bolsa de ositos, también roja y de marca, colgando del hombro, mientras se detenía junto a otro auto, conducido por una señora mayor, su sonrisa ensayada, su nodecir nada, sólo su sonrisa y el bote rojo, claro, con su bolsa que hace juego y su miedo a estar en la calle.

23.11.07

Alberto Ruy Sánchez

¿Por qué subir esta foto que me tomé con un escritor al que aún no he leído? Aquí van algunas razones, no son razones para explicarle a nadie, sino para explicarme a mí el porqué :
1. Porque abrí el blog y por alguna razón me acordé que quería ver la foto.
2. Porque me hubiera gustado haber leído algo publicado por él antes de escucharlo.
3. Porque vi su libro junto a mi cama esperando a ser leído.
4. Porque me encantó, como a todos los que estábamos ahí, como si fuera una serpiente...no hice más que dejarme llevar por su historia, imaginar los lugares, los personajes, las sensaciones.
5. Porque supo, apenas me vio, en dónde había comprado mi blusa.
6. Porque leyó el significado del bordado en mi blusa.
7. Porque fue amable con todos y yo quiero creer que así acostumbra ser, aunque quién sabe, a lo mejor esa noche estaba de buenas.
8. Porque ahorita que me suba al carro para nomanejar, mientras vaya de copiloto, en vez de admirar esta tarde de otoño, comenzaré a leerlo.
9. Porque sí.
10. ¿Ya dije que me encantó?

20.11.07

S. R.

Yo nunca me equivoco...porque nunca tiro a acertar.

Sergio Rascón

12.11.07

Viento en la cara


Lo entendí. Entendí de dónde viene esa necesidad de sentir el viento en la cara, de percibir los aromas y los sonidos de cerca, no puedo solamente verlos detrás del cristal, como si fuera un aparador. Lo supe mientras platicaba con Nora, una alumna que tuvo que emigrar de la parte posterior del camión cuando su estómago le avisó que estaba a punto de expulsar el desayuno, sobre los múltiples remedios que mis padres aplicaban para que no me mareara en la carretera. He desarrollado varias técnicas que descubrí sin darme cuenta, y las compartí con ellos a lo largo del viaje: van desde llevar la vista al frente, observar el paisaje, omitir la comida chatarra, no voltear jamás hacia atrás aunque la plática esté de lo más interesante, moverse junto con el auto, seguir las curvas, sentirlas...


Fueron tantos y tan variados los remedios que aplicaron para evitar que me mareara, que ya se me habían olvidado. Cuando era niña, mi familia acostumbraba salir de paseo fuera de la ciudad casi todos los fines de semana, y en vacaciones, las horas en carretera eran más de lo que cualquier niño pudiera soportar. Mi estómago se encargaba de manifestarse en contra y luego había que hacer paradas de emergencia. Mis papás se han de haber puesto de acuerdo para encontrar alguna solución. Supongo que les funcionó, es más, creo que fue gracias a ellos que ahora tengo esa necesidad, no es solamente un gusto, cada tanto tiempo la detecto, y entonces, debo tomar cualquier medio de transporte y salir de la ciudad: en bicicleta, camión o coche, salir del camino, poner los pies sobre la tierra o el agua, y sentir, ver un espacio abierto y respirarlo, dejarlo entrar por todos los sentidos.


Los remedios iban desde un periódico pegado al estómago que lo único que lograba era que me mantuviera quieta pues era de lo más incómodo y ruidoso (hasta la fecha no he logrado entender el fundamento científico que hizo creer a mi madre que un periódico podía conseguir que mi estómago se quedara tranquilo), también recuerdo que me daban limón y yo me comía hasta la cáscara; una vez mi padre me regaló una piedra, me contó una historia y me dijo que un chamán se la dio cuando le platicó el motivo por el que esperaba afuera del baño en mitad de alguna carretera (nunca se me ocurrió cuestionar la veracidad de la historia) y le dijo que mientras la tuviera en mi mano jamás me marearía (perdí la piedra, seguramente mientras me bajaba a echar las tripas y su contenido); al final, lo único que funcionó fue el aire, así que mi papá me daba permiso de sacar casi la mitad del cuerpo para sentirlo, si el camino lo permitía, podía sentarme en la ventana y sujetarme de la parrilla en el techo de la camioneta. Nadie protestaba por la ventana abierta, creo que me preferían afuera que adentro con la cara verde. De esa manera pude tocar las hojas, escuchar el agua, ver el color de las piedras y los insectos, ver las aves y el cielo. Jamás, jamás volvía a marearme.


Entendí por qué relaciono el viento en la cara con esa sensación de bienestar, entendí que el viento no viene solo, trae consigo el resto de las sensaciones y los aromas. Entendí que sólo saberlo me emociona. Entendí que no soy la única, habemos muchos y compartimos códigos. No he vuelto a marearme desde hace años, el viento hace maravillas, no sólo para evitar el mareo, aleja lo que no se necesita y acerca lo esencial.

3.11.07

Frío

Lo supo cuando colocó una mano sobre su cadera. No es que algo pasara, todo seguía igual. No hubo una discusión previa o un motivo. El problema era precisamente ése: nada pasaba. Su mano no insistió en buscar la cintura ni atraerla hacía sí. Permaneció inmóvil, sólo atinando a sentir una piel que ya nada transmitía. En cambio, lo único que consiguió hacer fue acercarse y besar su frente. No tuvo que pensarlo, simplemente lo supo. Decidió terminar con ella en ese preciso momento, antes que llegara el desamor, antes de escucharla llorar, antes de comenzar a extrañarla. Simplemente salió de su vida, en silencio, la besó en la frente de nuevo, le dio un abrazo y esperó a que ella saliera, antes de apagar la luz.

25.10.07

Sabor a otoño

El pay de manzana es para mí el sabor del otoño. Manzanas que llegaban a mi casa por rejas, regalo de amigos de mis padres que tenían huertas y que, llegada la temporada, amablemente compartían con nosotros. Extraño el olor que impregnaba la casa. Las horas en la cocina preparando la masa, extender, cortar, cubrir los moldes, colocar rodajas de manzana jugosa y fresca, azúcar, canela, cubrir con la creatividad y la risa: tiras, triángulos, ondas, marcar con el tenedor, clara de huevo, azúcar. Sentarse a la mesa con una rebanada de pay recién horneado y un vaso de leche: a eso sabe el otoño.

22.10.07

Parece que no pasa nada. Como la superficie del mar, justo así. Tal vez por eso me fui al cine, para no pensar, porque no entiendo qué es lo que da vueltas y se filtra en esta mirada como de no estoy, en esas hormigas que me recorren y me impiden poner mucha atención, en esta necesidad de cercanía y espacio al mismo tiempo, en estas ganas de apagar las luces y cerrar la puerta con un letrero que diga: cerrado hasta nuevo aviso. La película estuvo buena, se parecía a la vida real aunque uno desearía que la vida fuera así, al parecer las hormigas se quedaron en el cine por unas horas, aunque más tarde me encontraron de nuevo y con ellas la sensación de todo está mal/todo está bien.

13.10.07

En días como éste
sol luz cielo tiempo
desearía extender los segundos
y tirarme contigo a ver televisión, leer una revista o escuchar un sueño.

Veo a un hombre que barre la calle.
Me pregunto en qué piensa mientras espanta el polvo que cubre sus años. ¿Soñará con él mismo? ¿Pensará en lo que solía ser, en la vida que tuvo antes de esta vida llena de escobas, de tiempo, de esperas y recuerdos? ¿pensará en lo que cuenta por las tardes en que se acerca a saludar o a comentar sobre el clima?
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Saluda mientras se esconde detrás de la reja, con un periódico y una taza de café, como un niño al que su madre le ha dicho que no debe salir de casa, como quien espera que lo invites a jugar, como quien construye un personaje que se llama como él, que tiene una vida como la que él tuvo. Da un sorbo al segundo café de la mañana, mientras retuerce unos dedos nerviosos.
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El hombre que barre la calle levanta el polvo y juega al sol. Desea quitarse los zapatos de oficina y sentir sus pies desnudos sobre la tierra que espanta de su vida.
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Recuerda que él es un hombre decente, recuerda que algún día recibirá una llamada, que camisas limpias y zapatos lustrados esperan ese momento. Sus pies esperan y sueñan con la sensación de la tierra fresca a través de esa suela de cuero.
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Qué pensaría el joven que ahora ocupa su oficina y que no hará esa llamada, qué pensarían sus hijos si llegan en este momento y lo encuentran jugando al sol y a la tierra, qué pensaría la mujer de la esquina, qué pensaría el hombre que fue.
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En días como éste
polvo agua luz vida
la vida se extiende y flota sobre esta calle.

8.10.07

Xtáasi Hant Comcáac


Podría escribir sobre los colores en sus ropas, los surcos en sus rostros, las palabras que cantan o el silencio desde el que observan.
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Podría escribir sobre el agua y sus colores, su estallido en mi rostro, su ir y venir y mi necesidad de ella.
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Podría escribir sobre el estero y su colores, la sincronía, la belleza en el contraste, la magia del viento sobre el agua.
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Podría escribir sobre la compañía, la perfecta compañía, cada quien vibrando en un color distinto, juntos crean un arcoiris.
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Podría escribir sobre las sensaciones y la felicidad, pero no lo haré. Sólo dejaré mis huellas en el agua.
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La Isla Tiburón, la sonrisa que abarca mi cuerpo completo lo dice todo, no hace falta decir más.

4.10.07

Escribir para no olvidar :: Recordar para no volver a vivir.

Texto leído durante la presentación de La Hora de los Hornos de Martín Piña.(Unison.2007)



Todo está guardado en la memoria,
sueño de la vida y de la historia.


León Gieco

En mi casa muchas cosas no se hablaban. En mi casa no sabíamos. Parecía que el mundo exterior no era importante, las cosas que sucedían a los demás no eran importantes porque no se hablaban, de alguna manera, el silencio construía una barrera y no veíamos lo que pasaba a nuestro alrededor. Así crecimos, sin darnos cuenta de lo que pasaba fuera de nuestro pequeño mundo. La primera vez que pregunté a mi madre por qué nadie me había contado lo que pasó en 1968, su respuesta fue: porque pasó hace mucho y tú eras muy niña, eran unos rojillos que protestaban por algo...no recuerdo qué...y sí, mataron a algunos, pero eso fue hace mucho. Yo no pregunté más, porque en mi casa, como en muchas otras casas, se compraba el periódico o se encendía el televisor para ver las noticias, al parecer nadie las escuchaba porque no se comentaban y tampoco importaba lo que pasara fuera de nuestro pequeño espacio. En ese momento sentí lástima por nosotros, por nuestra ignorancia y egoísmo, por nuestra barrera de silencio, por desentendernos del mundo.

Hace 10 años que vivo en esta ciudad y durante este tiempo nadie me habló de lo que pasó en 1967 ó en 1973, nadie parece saber qué pasó. De alguna u otra forma, todos escucharon, leyeron, vivieron o conocieron a alguien que participó en los movimientos estudiantiles, pero parece ser que han quedado muy lejos o prefieren no recordar. Así pasa. Las personas olvidan y crean una barrera a su alrededor. Afortunadamente, con el paso del tiempo encontré personas a quienes sí les importaba y sí recordaban. Compartieron su experiencia conmigo y se los agradezco. Les pregunto a mis alumnos si saben algo sobre los movimientos estudiantiles en Sonora y su respuesta es no. Nadie les ha hablado de ellos. Es como si nada hubiera pasado. El problema es que sí pasó y nadie quiere recordarlo; y quienes nacieron después de la década de los 70’s es probable que no lleguen a escuchar hablar de ello.

Este verano, Martín Piña me platicó sobre La hora de los hornos (Unison: 2007), recién le habían entregado los primeros ejemplares y amablemente me regaló uno. Él no lo sabe, pero con esa lectura se abrió de nuevo la puerta a las dudas y las preguntas. Ése es el motivo por el que esta noche estoy aquí, porque deseo que así como en mí surgieron preguntas, La hora de los hornos abra la posibilidad del diálogo en múltiples espacios, que surjan las dudas y se busquen respuestas. Martín Piña escribe La hora de los hornos, porque desea que esta historia quede en la memoria, porque espera que a partir de los recuerdos de Pedro Medina, el personaje principal, los hechos se discutan y resignifiquen, porque espera que la vida de los estudiantes perseguidos y desaparecidos tenga un nuevo significado y no quede, como sus cuerpos, oculta, hundida o enterrada en el olvido. Su intención es rescatar y colocar en la mesa de diálogo un evento que trascendió las fronteras del estado, lo hace desde su perspectiva y desde lo que él sabe hacer: narrar. Presta su voz a los estudiantes, relata sus motivos y circunstancias, los humaniza y les permite volver a vivir entre nosotros.

Pedro Medina representa la síntesis de todo un movimiento. Pedro recuerda y el narrador, en una prosa sencilla transmite sus pensamientos: “Pasados más de treinta años de los sucesos, Pedro Medina caía en cuenta de no haber sido abrumado por la tormenta de la nostalgia, sino hasta aquellos momentos en que lo arrancó repentinamente de la realidad para arrastrarlo por los vericuetos obstruidos de la memoria, al territorio empolvado de los recuerdos, antes de que el tiempo los transformara en basura del olvido.” Desde un presente enunciativo, revive el trayecto que recorrió aquel día en una patrulla de policía mientras era conducido a prisión. Hubo un muerto, era oficial de tránsito; hubo un interrogatorio y torturas para obligar a un sospechoso a declararse culpable. La sociedad espera, exige un culpable. Y Pedro recuerda, las sensaciones que se despiertan a lo largo del trayecto lo llevan a su infancia y adolescencia, revalora los momentos que alguna vez parecieron insignificantes. Reconstruye su historia y la de su familia. Revalora los motivos que le hicieron simpatizar con el movimiento y sus reclamos hacia una autoridad que no deseaba tomar en cuenta la opinión de los estudiantes, un movimiento que, por diversas circunstancias se salió de control y formó parte de la exigencia unificada de los jóvenes alrededor del mundo: ser escuchados. Pedro recapitula los acuerdos, la represión, las persecuciones, los desaparecidos. Debo destacar el magistral empleo del tiempo dentro de la historia, utilizando la analepsis como recurso, la memoria de Pedro Medina viaja en el tiempo, sin seguir una línea cronológica sino los motivos en la mente del personaje, y junto con él nosotros, los lectores, viajamos hacia una época en donde ser idealista no es una característica extraña a la juventud. Así, su memoria nos permite adentrarnos en diversos contextos y momentos históricos, establecer una conexión entre ellos, unificándolos en ese último momento, en el que el personaje se encuentra y desde el que reflexiona: “Ahora todo es pasado –piensa Pedro-. El tiempo, a pesar de no curar todo, por lo menos ayuda a amortiguar la experiencia y la cruda realidad que se impone a uno como destino irremediable...Comprobaba que las circunstancias le hacen a uno moverse, las oportunidades, la mala suerte repentina, el inesperado azar y los más o menos violentos misterios de la vida: el nacer, el morir, las pasiones diarias como la ambición efímera del poder, el amor traicionero y el veneno de la envidia.”

Será la voz del narrador la que nos permita conocer la historia de Pedro y sus compañeros; de las autoridades que intervinieron en los sucesos, de los familiares que enfrentaron las pérdidas. Utilizando una prosa fluida, en algunos momentos poética, el discurso del narrador mantendrá al lector atento a los sucesos; un narrador que cumple la función de alter ego, a través de él, el autor aparece de manera constante: evaluando las acciones de uno y otro bando, deja clara cual es su postura frente a los hechos, matiza la Historia, con la seguridad con que habla quien sabe que su posición es justa. Más adelante, el narrador continúa con la reflexión iniciada por Pedro: “Porque aún a pesar de la acción y de las ilusiones frustradas, no pierde uno nada con continuar soñando y pensar en toda esta inverosímil realidad que nunca tendrá tiempo para hacerse justicia: que algún día vendrán nuevos instantes en el infinito transcurrir de los instantes, de comprensión y tolerancia, de piedad y equidad que nos hagan llegar al final de nuestra era humana como hermanos, compartiendo lo último que quedará de la tierra al final de su existencia sentenciada a muerte, compartiendo, si se quiere, la fugaz creación de las cosas, de la cultura, del amor al hombre, a la golpeada naturaleza.”

Martín Piña cumple así con su propósito, ha abierto la posibilidad al diálogo, presenta ante nosotros La hora de los hornos como el inicio de este debate, pues la intención es precisamente la permanencia en la memoria, en nuestra memoria, la de todos: la de los jóvenes que no han escuchado hablar de un suceso que casi nadie parece recordar, de quienes lo vivieron directa o indirectamente, un tema del que poco se ha dicho y queda aún mucho por decir. Evitemos, pues, el silencio y revaloremos el significado que este movimiento tiene en nuestros días. Permitamos a la memoria ser, retomo unos versos de León Gieco “La memoria despierta para herir a los pueblos dormidos que no la dejan vivir libre como el viento”.

30.9.07

El fin de una estrella

Se debía a su público, eso lo tenía claro. Aunque era difícil contener la ansiedad, intentaba mantener la calma y permanecer hasta el final de las fiestas después de cada uno de sus conciertos, si bien, comenzaba a rasgar servilletas, comerse las uñas y, como última opción, a fumar. No disfrutaba fumar. Al contrario, permitía que cientos de adolescentes lo besaran y abrazaran, firmaba cada autógrafo y sonreía cuando alguien le tomaba una fotografía, aunque no tuviera ganas de hacerlo. Hacía todo lo que tenía que hacer, todo lo que se espera de una estrella como él. Seguía cuanto tratamiento de belleza sugerían sus estilistas, se vestía con prendas que él nunca hubiera elegido, aceptó cortarse y teñirse el cabello y hasta procuraba mantenerse al día sobre las noticias internacionales, por si algún entrevistador hacía alguna pregunta. Su agente no tenía de qué quejarse, bueno, casi de nada. Al principio le dio por esconderse bajo la mesa durante las ruedas de prensa, tiraba su pluma y luego se agachaba a recogerla, se introducía bajo el mantel por un par de minutos; un tiempo después cambió su forma de vestir, comenzó a usar chaquetas de cuello alto y bufandas que le cubrieran el rostro; pero el colmo fue cuando no pudo dominarse: a mitad de aquel concierto y frente a la enardecida multitud, por un segundo, sólo un segundo, se permitió hacerlo. El problema es que no fue sólo un segundo, tal vez fueron algunos más; ese fotógrafo lo captó y al día siguiente nos enteramos todos. La fotografía dio la vuelta al mundo en segundos y con ella su imagen se vino abajo. Nadie, nadie puede soportar la imagen de una estrella de rock chupándose el dedo.

21.9.07

Retratando al fotógrafo

Buen viaje al fotógrafo, promotor, caminante y ahora licenciado.
Buen viaje al amigo, el querido amigo.
Buen viaje al viajero, el mundo espera.

18.9.07

Luna de Agua

No lo he leído pero siento como fuera a encontrarme con un alguien a quien he esperado y siento familiar. Sólo conozco su título y parte del proceso. Es parte de la colección Altanoche. Mañana me sentaré a leerlo y sé que lo disfrutaré como lo hago con todos los textos de Letty. Estoy emocionada, muy emocionada. Felicidades a la autora que se resistía a publicarlo. Muchos éxitos para esta Luna de Agua, todas las que hay detrás de ella y las que vienen. Muchas lunas nos aguardan.

12.9.07

Demoliciones, S.A.

Tiene una crisis de personalidad, eso es seguro...no sabe si es hembra, si es macho o si es ambos...aún no lo define. Seguro el origen está en los cambios de nombre que tuvo en su tierna infancia, creo que pasó de ser Orejas a Bop, Bob, Timoteo, Timotea y otros que ahora no recuerdo. Lo que sí sabe es que tiene un apetito voraz, que es mentira eso de los herbívoros y otras falsedades que se dicen en los libros de texto. Mentira, pura mentira. He pensado en poner un criadero y unos meses después un anuncio en el clasificado: Demoliciones. Eso, eso sí lo tiene definido, y a mí me ha quedado aún más claro, es la destrucción total, la plaga que no se menciona en el Antiguo Testamento. En un descuido acabará con esta casa, es más, mientras escribo destruye la puerta del patio, se come la banda del antipolvo, sigue con la casa muñecas de cartón, los zapatos que se quedaron en la estancia, el depósito de agua, la esquina de la pared, el cable, las bocinas, la manguera, un grillo y otras cosas que seguro me he perdido por voltear hacia otro lado.



Si alguno de ustedes quiere vengarse de un enemigo, destruir su vida, su patrimonio, su paz interior sólo tiene que regalarle un lindo conejito a sus hijos, moño incluido, sonreír y darse la media vuelta. El resto será esperar a que la catástrofe se presente.
Esperen pronto anuncio del servicio.
El comienzo: un lindo y tierno conejito que duerme todo el día.

La verdad oculta: una plaga que sólo espera a que te descuides para destruir todo lo que se encuentra a su alrededor, es decir, tu casa o la de quienes tú decidas. Aquí aparece comiendo lechuga, pero inmediatamente después de que terminó con ella continuó con los muebles de la cocina, un sillón, la pintura de la pared...al parecer los conejos se resisten a ser educados, sólo sirven para dos cosas...una de ellas es destruir...


9.9.07

Después de la lluvia

Uno de esos atardeceres que se regalan por aquí...

5.9.07

Undó

Conversación que tuvimos esta mañana, me recuerda la máquina de Juanantrusta, sí, en él pensé mientras platicábamos y luego pensé en si este deseo de cambiar la realidad será un deseo de los niños de cierta edad, de los niños de esta época o de todos los seres humanos de todas las épocas.

- Mamá, sería padre tener la función de “undó” (léase undó no andu, porque así fue en nuestra conversación) activada en nuestra vida.
- ¿Cómo? ¿Qué es la función de undó?
- La de flechita que te regresa.
- ¿Cuál flechita?
- La de word. En la computadora. La que picas cada vez que te equivocas y quieres regresar las cosas como estaban antes.
- Sería fantástico, amor. ¿Qué harías si tuvieras un undo para ti?
- Regresaría el tiempo cuando mi hermana pide el asiento de enfrente antes que yo.
- ¿Sí?
- También le podría dar una patada a los niños que se meten en la fila de la tiendita y no se darían cuenta que yo les pegué, tal vez ni siquiera se acuerden que les pegué, yo sabría que les di un buen patadón y eso nadie me lo quita.
- ¿Y si la que no se acuerda eres tú ? Yo le gritaría a la “gorda poderosa” de las tortillas, le diría que es una maldita bruja amargada y tendría tiempo de salir corriendo antes de que me alcance con su brazo de Popeye.
- Yo le pegaría a Ricardo cuando me empieza a molestar en la escuela.
- Cuánta violencia...¿crees que podamos usar el undo para algo que no sea golpear o gritar?
- Paulina lo podría usar cuando te contesta feo, para que no te enojes.
- Sí, eso sería bueno, poder regresar el tiempo cuando decimos algo que lastima a los demás. Me serviría bastante, suelo decir muchas estupideces.
- Cuando tenga muchas ganas de una paleta puedo ir a la tiendita, abrir una y cuando me la haya comido regreso el tiempo y listo, me voy.
- ¿Y si cuando regreses el tiempo todavía tienes ganas de una paleta?
- Puedo volverlo a hacer otra vez. Muchas veces, hasta que me canse de comer paletas.
- Creo que eso se llama robar, ¿no? ¿Y si tú fueras la dueña de la tiendita? ¿Sabes que sería bueno?
- ¿Qué?
- Que nos apareciera esa leyenda de advertencia antes de hacer algo de lo que nos podemos arrepentir, la que te dice: “There’s no undo feature” ¿Está seguro de hacer/decir/tirar/cerrar/comer, etc. esto? Y entonces podrías pensarla dos veces antes de hacer algo de lo que seguramente te vas a arrepentir.
- Pues sí, eso estaría bien, pero se acaba todo lo divertido, a mí si me gustaría tener un undo.
- ¿Pero si todos tenemos la función undo todos podríamos hacer lo que nos diera la gana y regresar el tiempo.
- ¡Ay, mamá...! ¡Qué aburrida! Siempre piensas cosas para acabar con la diversión.
- ¿Y si uso el undo?

2.9.07

Un fantasma

Ahora encontré un fantasma en mi casa, un fantasma poco común, debo admitirlo, ¿alguna vez alguien ha visto el fantasma de una piedra? Yo lo vi hoy, tirado justo en el centro de esa habitación.

Las piedras pueden tener hábitos extraños, como pasar toda su vida en un mismo lugar, guardar insectos o plantas en su interior, fracturarse de vez en cuando, caer y tomar formas versátiles o cubrirse de musgo, si bien les va. Las piedras son extrañas, pero así me gustan. Las colecciono. Llegué a tener una colección enorme de piedras que levantaba sin querer mientras caminaba, decidía quedarme con ellas cuando algo importante sucedía mientras las sostenía en mi mano o las guardaba en alguna bolsa del pantalón, creía que de esa manera iba a recordar ese momento por siempre, pero no fue así, digo, los momentos los sigo recordando, pero las piedras eran tantas que difícilmente me acordaba dónde o en qué momento cada una había llegado a mí.

Comenzaron ocupando una esquina del buró junto a mi cama hasta que llegó un momento que había más piedras que otras cosas. Les destiné un lugar especial. La colección creció poco a poco pues uno no vive momentos importantes todos los días, y si los vive no siempre está consciente de ello. Un día tuve que irme de ahí y las piedras no pudieron ir conmigo, algunas, las más grandes, las encontré en casa de mis vecinos un día que fui a visitarlos. Pero ahora se trata de una piedra en especial, o del fantasma de ella, que ahora me visitó.

Tomé la piedra antes de salir de casa y la tuve en mi mano todo el camino. Memoricé su forma exacta, la figura que alguien había labrado en ella, sus colores, las capas que la formaban. Sabía exactamente lo que debía hacer, pero no lo hice, cuando menos en el viaje de ida. Al regreso la piedra seguía conmigo y entonces le hablé, le conté la historia de cómo había llegado a ser tan importante y por qué ahora debía guardarla en un lugar del que nada ni nadie podría hacerla regresar. Al parecer lo entendió y estuvo de acuerdo en guardar esa historia hasta el fin de los tiempos. Esperé a llegar al lugar indicado, entonces la solté y ella fue a dar al fondo del mar.
Es por eso que me asombró encontrarla ahí, tan tranquila, en el centro de esa habitación, como si quisiera decir, he regresado para traerte la historia de nuevo y puedas rescribirla. Las piedras son extrañas, no hay duda, no hice más preguntas y la levanté, seguramente hoy era un día importante y yo todavía no lo sabía.

29.8.07

La lógica y la salud dental

Caminando por los pasillos de un centro comercial dedicado a las mejoras del hogar. Los personajes somos Ana Isabel y yo.

- No, no lo arregles.
- ¿Por qué?
- ¿Sabes?...es que...en realidad es bueno...
- ¿Qué?
- El baño.
- ¿Por qué lo dices?
- Mira, es que lo bueno es la luz.
- ¿Qué tiene la luz?
- La que me recuerda.
- La que te recuerda..¿qué?
- Que me tengo que lavar los dientes, claro.
- ¡Ah!...No, no entiendo.
- Mira, cada vez que paso por el baño pasa lo mismo...
- ¿Sí? ¿Qué pasa?
- Es la luz, la que se prende sola.
- ¿Sí?
- Es que no sirve el botoncito.
- ¿El apagador?
- Sí.
- Por eso estamos aquí, para comprar un apagador nuevo.
- Pero yo digo que es bueno, por eso, porque cuando yo paso por el baño
veo que la luz está prendida, porque siempre se prende sola, y cuando voy
a apagarla veo los cepillos de dientes y me acuerdo que no me los he
lavado, entonces entro sólo para apagar la luz y salgo con los dientes
limpios. Por eso digo.
- Tienes razón.
- ¿Qué?
- Que es bueno.
- Sí.
- Mejor no arreglamos el apagador, no queremos que dejes de lavarte los
dientes.
- Ves...eso es lo que decía, que es bueno.

23.8.07

Levanten la mano

Los niños que hayan perdido a su papá: levanten la mano.
Gracias, bájenla.
Los niños que hayan perdido a su mamá: levanten la mano.
Gracias, bájenla.
Los niños que hayan perdido a un hermano o a una hermana; a sus abuelos, o a uno de ellos, o a un tío querido o a una tía que los crió: levanten la mano. Gracias, bájenla.
Los niños que no levantaron la mano: tienen la tarde libre, salgan de la escuela y corran a sus casas a abrazar y abrazar, hasta cansarse.

Luis Pescetti

20.8.07

k psría?

¿Qué pasaría si se instalara un software que congelara el messenger durante 30 segundos cada vez que escribimos con faltas de ortografía?
¿Evitaría el cambio que está sufriendo el idioma?
¿Provocaría una conciencia sobre la importancia de cuidar la forma al expresarnos por escrito?
¿Perdemos demasiado tiempo escribiendo correctamente?
¿Atentaría contra la libertad de expresión?

Estas preguntas, y espero que muchas más, las discutirán los muchachos en clase, por lo pronto a mí me gustaría saber qué piensan ustedes.

14.8.07

Tarde de parque

Uno de ellos (el mayor) era rubio, delgado y frágil (lo supe porque cuidaba demasiado su peinado y que no se cayera el curita que cubría un rasponcito en su rodilla, lo acomodaba constantemente), además era un chismoso de primera (mamá, míralo se está columpiando muy alto; mamá, está contando mentiras; mamá, se subió otra vez al pasamanos) y no se le daba la coordinación motriz (no lograba subirse al subibaja sin ayuda y el pasamanos era algo fuera de sus posibilidades). Tenía como 6 ó 7 años y cargaba con un rencor de hermano mayor, el que se siente desplazado, sobre todo si el pequeño es más gracioso o da más lata.

El otro, 4 ó 5 años, era un pequeño ajeno a las preocupaciones de su madre y hermano, platicaba con una niña en los columpios, cabello oscuro, cuerpo ágil y brazos fuertes, lucía unos lentes oscuros que le daban personalidad (cuando menos él lo creía), se levantaba limpiándose el polvo como si nada, no le importaba caerse ni las ampollas que el pasamanos pudiera causarle (al grito de ella pidiéndole que se bajara pues se tallaría las manos, solamente gritó: no importa, se curan).

Sentados sobre el pasamanos, cada uno en un extremo. El mayor le dice: ¿jugamos a tirarnos? te asomas y te tiras, a lo mejor vuelas. El pequeño lo piensa un segundo y contesta: no, me pego en la cabeza. El mayor le dice: crúzalo por arriba. El pequeño lo piensa un segundo, no puede resistir el reto y lo intenta, se detiene a la mitad y no sabe qué hacer, intenta regresar. El mayor, que lo esperaba en la orilla opuesta, baja de inmediato y sube por el lado de su hermano. Comienza a tirar de sus pies, lo empuja, lo jalonea. Quiere tirarlo. El pequeño se sujeta fuerte, muy fuerte, y alcanza a soltar su pierna, la mueve para que su hermano no pueda jalarlo de nuevo, casi lo tira. El mayor por poco pierde el equilibrio, se detiene con las dos manos, deja en paz la pierna de su hermano y baja sin decir una palabra. Retrocede dos pasos y mira a su hermano pequeño, (casi me atrevo a decir que había odio), entonces se va a los columpios. El pequeño baja del pasamanos, se acerca y le dice a su mamá: mamá, mi hermano quería tirarme para que me muriera. La mamá responde: ¿cómo se te ocurren esas cosas?, vete a jugar y no te ensucies.

8.8.07

Algunos libros nos mueven por dentro, otros son una invitación a soñar. Hay libros que nos mueven todavía más y nos invitan a preparar una maleta para ir a conocer los sueños en vivo y a todo color. Tengo entre mis manos un libro, un libro que es una invitación, imágenes de alfombras y lámparas de aceite, especies y danzas, espadas y pipas, sabores y colores que imagino, lugares en los que me veo, en los que me he visto. Siempre he querido recorrer esta ciudad, perderme en sus calles y mercados, detenerme frente a sus aguas y escuchar sus historias. Alguien me escuchó decirlo y me hizo un regalo, un regalo que es una invitación: Eyewitness Traveler – Istanbul. Gracias.















5.8.07

HERas

Eras horas de tarde
eras el sentido de las horas
eras duda dentro del sueño
eras soledad de nautilius
eras pluma sobre la espalda de las palabras
eras carta sin destinatario
eras vino de la mejor cosecha
eras cuerpo lanzado al vacío
eras oculta en ese vacío
eras escama arrancada sin piedad
eras corazón latetente arrancado en la batalla
eras camino hacia el océano
eras la ruta del deseo
eras el deshielo de mi piel
eras aire flotando en este espacio
eras el cuento de mi infancia
eras balanza sin fiel
eras barro primigenio
eras la pregunta eterna
eras máscara del tiempo
eras los surcos en mi rostro
eras alas de la noche
eras espora del vacío
eras la cuadratura del círculo
eras línea del horizonte
eras la libertad a medias
eras el próximo minuto
eras flotante y lejana
eras el destino inevitable.

4.8.07

Arte y Publicidad

Un comercial que vale ser visto

31.7.07

wormucking

La lluvia no se detiene, al contrario, renueva su caída sobre esta sedienta ciudad y sus habitantes se esconden, pues temen al agua. Llueve sobre techos y calles, en los jardines y los parques. En mi calle no hay gusanos, tampoco en mi jardín, y seguramente no saldría a aplastar ninguno cuando la lluvia decidiera parar. Saldría a caminar por la calle, pegada a la orilla, caminaría por el agua, chapaleando y escuchando. El agua se detiene y no hay gusanos.

El agua cae sobre esta ciudad y derriba árboles que caen sobre autos, como lluvia, los árboles caen y descansan sobre una calle y yo me acerco porque quiero ver cómo es que se ve un árbol tendido bajo la lluvia, el árbol dice: estoy cansado de estar de pie, quiero dormir un poco, y se recuesta; y en su sueño no se da cuenta que cae sobre un auto y el sueño se convierte en una pesadilla, la pesadilla de alguien que no soy yo, tampoco es éste el sueño del árbol. Él descansa y yo acudo a velar su sueño. Él descansa y sueña que se ha convertido en lluvia, yo le acompaño, mientra lo veo dormir. El árbol se ha tendido, duerme sobre el pavimento, ahora esta calle ha quedado desnuda de él y su sombra, como yo, que camino bajo el agua, después de soñar que me convertía en una sábana tendida al sol tras una noche de lluvia.

26.7.07

Lluvia

Extiendo los brazos para sentir las primeras gotas de lluvia, los abro completamente y el agua toca mis brazos desnudos. No hay más agua que ésta, no hay otro momento que éste. Lentamente me despojo de cada prenda y dejo el agua recorrer mi cuerpo, es líquida la piel. Me disuelvo, me convierto en agua, lluevo sobre ti.

21.7.07

S.R.

No sólo estoy, estoy listo y dispuesto a estar.

Sergio Rascón

18.7.07

Un vestido

Acompáñame, sólo nos tomará un momento, le dijo. Ella bajó del auto y lo siguió. Mientras él buscaba una llave escondida entre las macetas del porche, ella detuvo su mirada en los árboles junto a la entrada de la casa, parecían viejos, la mecedora junto a la puerta llamó su atención, su abuela tenía una similar. Tal vez las historias que él le contaba eran tan sentidas que de alguna manera le llevaron a imaginar el lugar exactamente como era, le resultaba familiar. Recordaba haberlo visto en una fotografía, en ese mismo lugar, años atrás, un niño vestido de vaquero, los árboles eran apenas unas ramas, apenas comenzaba a caminar y sostenía una pistola amenazando al fotógrafo. Después de mucho buscar él encontró la llave, la puerta se resistió un poco al principio, será mejor que te espere aquí, dijo ella, él la tomó de la mano y se acercó a oler su cabello, por favor, ven conmigo, dijo mientras apretaba su mano, entraron. Tras acostumbrarse a la oscuridad se sentaron en un sofá, así, a oscuras, él le contó anécdotas familiares, entre pausas, pues su voz se quebró más de una vez, ese silencio era reconfortante, estar cerca de ella le hacía bien. Le contó sobre la vez que su padre se extravió en la ciudad, cuando sus hermanos lo convencieron de que sí se podía volar con una sábana atada al cuello, cuando robaron un almanaque en el taller de la esquina y su madre los descubrió viendo aquellas mujeres desnudas, las primeras en su vida, y por estar regañándolos olvidó apagar la estufa, provocando un incendio en la cocina, por eso nos decían los quemados, le dijo, el aroma se impregnó en las paredes, los muebles y nuestra ropa por meses, ambos se rieron. En la penumbra ella alcanzó a ver algunas fotografías en las paredes, sobre una pequeña mesa, fotografías de bodas, viajes, graduaciones, quiso ver sus caras, conocerlos, se levantó a verlas, ¿puedo?, le dijo, y acercó su encendedor para apreciar los rostros, ya no soy ése, contestó él, ya no sé quién soy, simplemente no puedo, ahora no puedo. No dijo nada más, ella lo abrazó e intentó besarlo, vámonos de aquí, toda tu familia nos ve desde esas fotografías. Quiero mostrarte algo, dijo él, ven conmigo. Avanzaron por un pasillo mientras le explicaba de quién era cada cuarto, más que contarle a ella era como si hablara consigo mismo, como si intentara retener el orden que alguna vez habitó esa casa, era, más bien, como si al pronunciar los nombres de sus hermanos pudiera verlos salir de sus habitaciones, antes de que se fueran a trabajar al otro lado, antes de que la vida los fragmentara, antes de las enfermedades y la muerte de su padre, antes de que él sintiera esa angustia, antes, antes de la muerte, antes de lo que ahora sucedía, cuando todo estaba bien y la vida no le había arrebatado ningún sueño. Abrió una puerta al final del pasillo y salieron a un patio y el sol les lastimó los ojos, subieron unas escaleras de madera y entraron a un lugar lleno de máquinas, hilos de varios colores, oscuros casi todos, aroma a polvo y aceite. Quería que conocieras este lugar, le dijo, éste es el lugar en donde me sentía seguro, me escondía detrás de las cajas y veía a todos trabajar, escuchar el sonido de las máquinas tejedoras me arrullaba, algunas veces me despertaron ya de noche, dormido sobre los carretes de lana, yo me sentía seguro en este lugar. Entonces todo estaba bien. Se abrazaron e hicieron el amor. Por una tarde, el mundo, su vida, aparentaba tener un orden. Cuando bajaron parecían haber olvidado el motivo que los llevó a la casa, la misma casa, la oscuridad. Entraron a la habitación, él corrió la cortina para dejar pasar la luz, miró cada objeto como si en esa mirada se revelaran las historias, los secretos, que su madre guardaba. ¿Qué color le gustaba a tu mamá?, preguntó ella. Él no contestó, en cambio, se dirigió al armario y abrió la puerta, en silencio revisó entre la ropa. Este vestido estará bien, era un vestido de diario, no lo usaba en ocasiones especiales, pero alguna vez me dijo que tenía magia, siempre que se lo ponía algo bueno sucedía, algo en ese vestido le hacía feliz. Se sentó en la cama, sosteniendo el vestido mientras ella buscaba alguna maleta en donde llevar las cosas. No sé si mi madre será feliz ahora, no lo sé. No sé qué va a suceder ahora. Quizá este vestido ayude un poco, dijo ella. Quizá, contestó él, quizá yo quiero creer que así será. Vamos, buscaré unos aretes y unos zapatos, en la funeraria nos esperan.

10.7.07

El Juego

Me invita Nacho http://humphreybloggart.blogspot.com/ a unirme a este juego que suena a una mezcla de “verdad o reto” y “pásala, pásala...pásala, pásala”

REGLAS:
1. Cada jugador(a) comienza con un listado de 8 cosas sobre sí mismo.
2. Tiene que escribir en su blog esas ocho cosas, junto con las reglas del juego.
3. Tiene que seleccionar a 8 personas más para invitarlos a jugar y anotar sus blogs/nombres.
4. Hay que dejar un comentario en sus blogs para avisarles que han sido invitados a participar, refiriendo al post de tu blog: "El Juego".

Aquí van ocho cosas sobre mí, aunque puedo contarles algunas más, igualmente intrascendentes.

1. El mar es todo. Sentarme en una playa y ver el mar, es genial, pero hay algo todavía mejor: bucear. No hay nada mejor, bueno, casi nada.

2. Hace siete años que inicié la carrera de Letras, al paso que voy me faltan dos años más, terminaré siendo parte del inventario de la escuela, a menos que consiga un buen trabajo vespertino que me permita ir a clases por la mañana.

3. Me gusta caminar, cualquier espacio sin calles ni banquetas es la primera opción: campo, playa, cerros, desierto; si la caminata es en la ciudad, prefiero que sea de noche.

4. Odio las cucarachas. Simplemente es algo fuera de mi control. Quien me ha visto saltar cuando diviso una cucaracha, por su caminar nervioso o un destello de sus alas, puede comprobar que digo la verdad. Cuando vuelan, no respondo.

5. No sé contar chistes, pero disfruto enormemente que me hagan reír.

6. A veces me da por comer barro, no cualquier barro, tiene que ser un barro dulce, suave, que tenga sabor a lugar bajo las sombras, a río, a lluvia.

7. Me da miedo ir al dentista, podrían torturarme con una grabación del sonido que se escucha detrás de la puerta mientras le perforan las muelas a alguien más y yo sólo puedo pensar que soy la siguiente víctima.

8. Me gusta que me cuenten cuentos, historias, será por eso que voy a todas las funciones de cuenta cuentos y al cine por la noche, para que alguien me cuente un cuento antes de dormir.

Ahora la invitación es para:

1. Marielos http://dejeusted.blogspot.com/
2. Franco http://harveyoswald.blogspot.com/
3. Omar http://laroturaconstantedelascosas.blogspot.com/
4. Manuel http://www.dondevaparartodanariz.blogspot.com/
5. Letty http://pleiade.lunasexta.org/
6. Martín http://www.elmismisimo.blogspot.com/
7. Raúl http://quieneselsanto.blogspot.com/
8. Irahí http://www.julianas-muffin.blogspot.com/

Espero que no los hayan invitado ya, otros blogs que suelo visitar ya están jugando.

5.7.07

Intercambio

En el fondo del cajón queda aún un sobre pequeño. Lo tomo, es lo último que queda por revisar. Intento poner un poco de orden en este cajón, el cajón de las fotografías, las que ya no caben en los álbums, las que se han tomado en los últimos cuatro años. Tengo un baúl lleno de álbums fotográficos, ya no cabe ni uno más. La última vez que hice esto pasé casi un mes clasificando fotografías, varias veces tuve que salir a comprar álbums para colocarlas. Revisar y organizar los últimos diez años de mi vida no fue fácil. Ahora lo intento de nuevo, cuatro años no es tanto tiempo, tampoco son tantas fotografías, cerca de 40 sobres, el resto está en la computadora. Casi no aparezco en ellas, soy yo quien toma las fotos. Regreso al sobre, lo abro. Una colección de fotografías tamaño infantil se me escapa entre las manos. Años de escuela en mis manos. Muchos años.

/ ¿Me das una foto? Si tú me das una tuya. / ¿Le pides una foto a X y me la das? / Tengo fotos tuyas desde primero de secundaria, nada más me falta ésta. / Te cambio una de X por una de Y. / Escríbele algo atrás, así nadie pensará que te la robé. / Para una gran amiga. Te estimo como a nadie. PD. Tú también acuérdate del día de las inscripciones. / Para Lorena con mucho cariño. / Ojalá seamos amigas siempre. / Amiga, te quiero. / Para Lorena / Para Lorena. Recuerdo del día que no quisiste ser mi novia. / Votas por la planilla roja. / Recuerdo de nuestro último año de secundaria. / Recuerdo de mí para ti. /.../

Ya no los recordaba: Nora, aquella amiga que estaba enamorada de mi novio de preparatoria. Izcoátl, siempre nos hacía reír. Ubaldo, tenía gustos extraños. Jesús, estaba muy guapo y aún tenía cabello, era mi mejor amigo en la universidad. Valverde, caminaba con él de regreso de la prepa, vivíamos a una cuadra, en las noches iba a la casa y jugábamos yexes. Fabiola y Marcela, mis amigas, las de las pintas, los viajes, el basquet, el chinchilagua, brincarnos las bardas, los mejores tiempos, los mejores. Patty, no puedo creer que ya no esté. Zazo, sonriente. Sergio, nos decíamos hermanitos, yo creo que nos gustábamos. Sergio, otro, una vez se tiró uno en clase de música. Eva, no sé que ha sido de ella. Pedro, el primer niño que me pidió que fuera su novia, le dije que sí y nunca nos volvimos a hablar; me robé su foto del archivo. Brissia, mi amiga. Marco, se parecía al Conde Contar. Gela, siempre quiso ser doctora. Gaby, mi amiga de la infancia, se fue a vivir a México, cuando regresó ya no pudimos ser amigas como antes. Lidia, Graciela, Ana, Arturo...no sé cómo cabe tanto en un sobre tan simple.

Acrobatas Japoneses

21.6.07

Sin planear es mejor




Son los mejores días, los que no se planean, los que te asaltan de repente y sin pensarlo mucho, o nada, dices sí, está bien, vamos. Tenía mucho sin hacer algo así, ya lo extrañaba, lo necesitaba. Meterme al agua y salir de aquí. No pensar.

Recibo una llamada antes de las 8 de la mañana, venía de dejar a mis hijas en la escuela.
- ¿Qué vas a hacer ahora?
- Además de ir a un taller por la mañana, no lo sé, ¿por?
- Voy a probar una cámara a la isla, ¿te animas?
(Pasaron unos 10 segundos en los que repasé mis responsabilidades del día y las comparé con mis ganas de tirarme al agua, algo que se estaba volviendo una necesidad imperiosa).
- Estoy pensando.
- El problema es que sólo tenemos cuatro tanques.
- Yo tengo dos tanques llenos del año pasado, espero que el aire esté bueno todavía.
- ¿Entonces?
- En media hora estoy ahí.

En la cocina dejé un recado para mis hijas: “Me fui a bucear, regreso en la noche”. Nunca lo había hecho, no suelo ser irresponsable, de verdad necesitaba meterme al agua, ellas lo entendieron, lo supe por el mensaje que dejaron en mi celular: “Qué padre que te fuiste a bucear, nos vemos más tarde”.

¿Cómo decirlo? Es el aire en la cara cuando te subes a la lancha y empieza a saltar sobre las olas, con eso bastaría, la sola brisa sería suficiente para sentirse bien, sin embargo, hay más. Es el sonido del agua cuando saltamos sobre ella, cuando ella salta sobre nosotros, es el sonido y la sensación del agua en la cara. Es el agua con la que juegas al romper la estela con los pies o las manos, cuando sientes cómo golpea y te hace cosquillas. Hay más, es el color del agua, es lo inmenso, es acercarse a la isla y seguir más allá, buscar un lugar, cuando hay tantos lugares, todos los lugares, quieres recorrer todo el espacio.

Fueron dos buceos geniales, no quería que se me notara la emoción pero creo que fue difícil ocultarla. Recordar algo que sabes hacer desde dentro de ti, que se ha vuelto parte de tu naturaleza y por eso no importa si hace un año que no te metes al agua, todo está bien, es como volver a casa. Ni siquiera sentí frío, claro, me metí en un traje, debajo del agua soy como la Barbie rosa, todo es rosa, mi traje, mi visor, mis aletas, todo...hasta los guantes, pero es una estrategia que funciona, eres fácil de identificar y si algo se pierde es fácil encontrarlo. Cuando menos funcionó esta vez con mi compañero que estaba más que distraído sacando callos y sólo regresaba de tiempo en tiempo para ver si todavía seguía ahí.

El resumen: una sonrisa inmensa. En la superficie vimos una ballena, fue genial, salió a respirar dos veces y lentamente se sumergió, como si quisiera que la disfrutáramos, vimos delfines y una caguama, tan cerca que pude ver el brillo en sus ojos y las formaciones sobre su caparazón. En el fondo, además de flotar, escuchar mi respiración, dar vueltas y ser muy feliz, vi langostas, peces juveniles (cuando están chiquitos son de colores brillantes, distintos a los que tendrá cuando sean adultos), vi muchos pulpos, cangrejos araña, un cangrejo ermitaño de los que cargan con un coral cuerno de venado (me encantan, tienen una relación genial), coral blando de muchos tipos y colores, es como un campo de flores, peces, muchos peces, busqué nudibranquios y caballitos de mar pero no encontré ninguno.

Si hay algo que disfruto hacer, es esto. De verdad me gusta, tanto que me olvido de todo lo que queda en la superficie, bajo el agua todo está bien. Es observar la vida, ser testigo de ella, es estar conmigo, es no temer a nada, a nada. Bajo el agua todo es armonía, suena cursi, pero es verdad. Cada elemento está ahí por un motivo y la naturaleza encuentra el camino para seguir. Cuando estoy ahí, bajo el agua, pienso que quizá la naturaleza encontrará el modo de salir adelante a pesar de nosotros, quizá nos sacuda un poco, quizá se deshaga de nosotros, quizá le estorbemos, es lo más seguro.

Lo mejor es que Silvia no pudo probar su cámara, hacía falta un accesorio, así que una vez que llegue, en dos semanas, repetiremos la experiencia.





15.6.07




Es esta casa. Esta casa y el calor. Esta casa y el calor y los vecinos con patios abandonados y sucios llenos de tiliches con cañerías destapadas y bichos que salen de ellas.

Es esta casa.

Antes de vivir aquí nunca había tenido problemas con ratones ni ratas. Cuando era niña tuve una rata blanca, luego un cuyo y, años después, un hamster. Es distinto, ellos eran huéspedes. Desde que vivo aquí, cada verano es lo mismo. Fuera de la vecina gritona y el borracho despechado que escucha música de madrugada, éste suele ser un barrio tranquilo, pero llega el verano y todo cambia. De la nada oscura y terrible que son las cañerías surgen, caminan e invaden. Yo no puedo salir de noche al patio, es peor que si estuviera Freddy, con todo y playera de rayas, esperando por mí.

Tuve un encuentro con una enorme rata, no fue tan cercano, pero sí lo suficiente como para alcanzar a ver cómo se desplazaba dentro de ese pequeño patio que no sirve para nada. Alcancé a ver su tamaño, su color, su caminar lento junto a la pared. Supongo que no le gustó que saliera dispuesta a barrer y menos que echara agua y jabón. Decidió salir a buscar otro lugar más tranquilo. Fue entonces cuando la vi. Mi reacción fue entrar de nuevo a la casa, después de pegar un grito como de espíritu que está siendo exorcizado y cerrar la puerta inútil del patio inútil. Tomé algo de veneno y unas trampas pegajosas que guardo desde el último encuentro. Lo peor fue que al regresar vi que la puerta inútil del patio inútil estaba abierta, seguro en mi prisa por huir de ahí olvidé cerrar bien.

Por eso ahora estoy aquí, sentada en mi cama, con la luz encendida. El exterminador dijo que no puede hacer nada y sólo se dignó a colocar unas bolitas azules por aquí y por allá. Y se fue, no hizo nada más. Lo peor fue cuando dijo que nunca sabría si la rata se murió porque el veneno la seca y, según él, el animal no despide olor a rata podrida. Lo bueno fue que no me cobró, seguro mi cara de angustia fue suficiente. Ahora pienso que puede haber una rata muerta en algún rincón de la casa. Yo que pensaba que al cerrar la puerta la rata se quedaría atrapada en ese patio inútil, pero no, ahora puede estar en cualquier lugar. Por el tamaño del animal sé que para estas horas ya lo hubiera visto si es que estuviera aquí. De cualquier forma no puedo dormir. Y odio mi casa y odio no poder hablarte y decirte que me ayudes a encontrarla y te deshagas de ella con ese pedazo de varilla que sólo servía para matar ratones y que seas un héroe y que esta casa vuelva a ser lo que era cuando era.

12.6.07

Cuando lo importante sí importa




Tiene 11, suele reír todo el tiempo.
Tiene respuestas prácticas y lógicas para casi cualquier situación.
Hace parecer como si lo importante fuera sencillo y fácil, porque así es.
Tiene, también, todo una colección de apretoncitos de mano para hacer que los problemas se alejen, cuando menos por ese segundo.

Hoy presentó, junto con todo su grupo, su proyecto final: Viviendo en Democracia.
Trabajó en él casi dos meses; lo viví con ella: anécdotas del proceso, investigación de conceptos, discusiones constantes, trabajo colaborativo, emoción por el avance.
Cuestionarse: ¿debo ser? ¿quiero ser? ¿debo decir?¿cómo decir? ¿cómo participar? ¿cómo incluir?...
Prepararon pequeñas obras teatrales para representar la democracia: todas fueron geniales.
Diversión: transformar el cuento en drama, memorizar sus líneas, preparar la escenografía, emoción por el éxito compartido.
Aplausos. Muchos aplausos.

Parecía ser una tarea sencilla:
Presentar el trabajo realizado: sí puedo.
Practicar, platicar, practicar, platicar.
Gran emoción disfrazada de calma.
El vestuario listo y doblado sobre su cama desde la noche anterior.
El despertador una hora antes.
Éxito total. Gran satisfacción.
Sonrisa amplia, muy amplia.

Ha dormido toda la tarde.


La quiero.



(Sé que la foto es muy mala, pero dadas las circunstancias fue lo mejor que pude hacer. Hay otra foto, al final de la presentación, pero en ésta, está compartiendo su concepto, el que ella construyó. No importa si la foto es mala. Es el momento.)

Grietas


8.6.07

Salades


Me pidieron que revisara una página Web. Ha sido divertido, muy divertido. Me senté en un escritorio, pasé toda la mañana y parte de la tarde leyendo el material. La mejor parte vino cuando terminé de leer y tenía todas las correcciones marcadas en papel. Tuve que sentarme con una chica de informática, muy amable, que sí le sabe al Dreamweaver, el problema fue convencerla de cada corrección. Después de dos horas, incómodamente sentada junto a ella me preguntaba si era absolutamente necesario perder el tiempo de esa forma: como era ella la que tenía el poder de teclear o no lo que yo le iba diciendo, cuestionaba todo, todo, todo. Era como estar haciendo un trabajo escolar por equipo, donde tú sabes lo que hay que escribir porque hiciste todo el trabajo, pero la dueña de la máquina no te la quiere prestar porque tiene miedo que le hagas algo, entonces ella, haciendo alarde de poder, cuestiona y escribe lo que le da la gana, y tú tienes ganas de levantarte e irte y dejarla que ella haga todo, pero sabes que si lo dejas en sus manos seguro meterá la pata. Finalmente, terminamos como a las 8 de la noche. Ahora en la mañana reviso la página y ¿qué encuentro?...¡hizo lo que le dio su gana! Puso los acentos que quiso, las palabras que mejor le parecieron, le valió...

Esta es sólo una parte de la interesante plática que tuvimos ahora:

Lorena: Nos falta corregir la sección de verduras.
Chica de informática: Ya la revisé, está correcta.
Lorena: Creo que todavía podemos hacer algunas correcciones.
Chica de informática: ...
Lorena: Por ejemplo, abre la pestaña de verduras, ahí...tomate...tomate salades
Chica de informática: ¿Qué tiene?
Lorena: Así no se dice, lo correcto es tomate saladette.
Chica de informática: Así lo he visto siempre, así lo escriben en todas las tiendas.
Lorena: Así es, pero no es correcto.
Chica de informática: Así se escribe.
Lorena: Así se dice aquí, pero no es correcto, es una deformación de la palabra.
Chica de informática:...(me mira con cara de ¿what?)
Lorena: Corrígela.
Chica de informática: Es que así está bien.
Lorena:...(¿?)
Chica de informática: Así lo he visto siempre.
Lorena: (&+*^¨Ç/$·”!”)
Chica de informática: Bueno, la cambio.
Lorena: =)
Chica de informática: Bueno, ya está. (con disgusto). ¿Qué sigue?
Lorena: Frijolito...
Chica de informática: Así se dice...

Lorena: (plop!)

6.6.07

Here comes the rain again

Here comes the rain again
falling on my head like a memory
falling on my head like a new emotion
I want to walk in the open wind
I want to talk like lovers do
I want to dive into your ocean
is it raining with you.
.
Salí esta mañana y lo supe, fue la sensación al respirar o el aroma en el aire, o ambos, no lo sé, simplemente lo supe: viene la lluvia.
Algo dentro de mí dio un salto, como si fuera un sapito de esos que te guardas en la mano para enseñárselo a tu mamá o a un amigo, y ese salto me recordó cuánto me gusta la lluvia, y también me recordó que estoy viva, hacía tiempo que mi sapito no saltaba, seguro estaba guardado esperando la lluvia.

3.6.07

Caí, fui víctima de los intereses del mercado y la cultura popular (lo siento, Eva)




Sí, debo admitirlo, me tomé una foto con el Sub, la verdad-verdad es que no estaba en mis planes (ya no, hace todavía unos años hubiera sido la primera en formarme), no hice fila para que me firmara ningún libro (me sorprendió, firmó hasta el último papelito que le dieron, hasta la camisa de Omar, firmaba todo lo que le llevaban y se tomó fotografías con todos, todas la fotos que quisieran, es más, hasta aceptó participar en la última producción cinematrográfica de Eva y sus compañeros de Teoría Literaria: “El simulacro es verdadero”, creo que le hicieron repetir su línea como tres veces...jajaja).

La verdad fue que le pasé la cámara a Edith porque ella estaba más cerca de la mesa de lectura, tomó algunas fotos muy buenas de Ernesto Cardenal, el sub no es muy fotogénico, siempre le salen los ojos chuecos o cerrados, (tal vez por eso no se ha quitado la máscara), cuando terminó la lectura todos se abalanzaron sobre la Sombra, el homenaje era para Cardenal, pero lo dejaron irse sin firmar libros, ni autógrafos, ni camisetas, ni nada, el señor se fue muy bien escoltado. La lectura fue excelente, me da gusto haber estado ahí, escuchar a Cardenal leer sus textos, hablar de la revolución, vivir la revolución; me gustó ver al sub en su verdadera dimensión, su trabajo como escritor, promotor del próximo Encuentro Continental de los Pueblos Indios, su deseo de voltear al mundo al revés para que las cosas se ordenen de nuevo, éste que tenemos no está funcionando.



Bueno, este post es para comentar que hay algunas personas a las que Edith les sacó fotos, no sé quienes son, pero si están ahí es porque querían una foto con el sub, y ahora las tengo yo. Si las quieren, si recuerdan haber sido fotografiados con el sub por Edith, nomás digan y les mando sus fotos, a los que conozco y tengo sus correos ya se las envié.

1.6.07

Horas de Mayo-Junio

Tengo varios años asistiendo al evento, ayer me preguntaba por qué lo sigo haciendo si siempre me queda el mismo sabor de boca. Reconozco la organización y la intención, son buenas, no está en ellos el problema, sino en la actitud de los poetas.

La mejor forma, quizá la única recomendable, de acercarse a los poetas es a través de su obra, es un terrible error creer que ellos se parecen a lo que escriben. Claro, puede uno acercarse por otros motivos, por ejemplo, para tomarse una cerveza, como compañeros de baile (algunos son realmente buenos) o de viaje, intercambio de recetas, chistes, en fin, también son muy buenos amigos, no sé, cualquier otra faceta de las muchas que tenemos las personas, pero como poetas, lo mejor es leerlos.

¿Encuentro? Me pregunto si esto se debe llamar un encuentro, tampoco es que sea un desencuentro, lo que sucede es que apenas y se rozan, caminan con un ego grande y no permiten que nada ni nadie los toque. Llevan libros para mostrar o regalar a quienes creen que puede ayudarlos a ser publicados en otro lugar, al resto de los mortales ni lo ven. Muchas veces he sentido que sólo habemos dos o tres personas en la sala que estamos ahí para escuchar las lecturas, me refiero a una escucha honesta y abierta del poema por sí mismo, no por su autor; el resto de los presentes, espera su turno, son los que van a leer en la mesa siguiente. Llegan temprano, pero en vez de escuchar, releen sus poemas en silencio, una especie de calistenia mental: evitar que la lengua se les trabe o equivoquen las palabras. Parece ser que están ahí para compartir poemas, pero lo que yo veo, desde mi humilde visión de lectora, es que llegan sólo para ser escuchados, porque justo después de que termina su mesa se van y no vuelven a regresar. Eso sí, a la hora del convivio están puestos, quizá éste sea el momento del verdadero encuentro, la borrachera poética, la esencia de Horas de Junio.

¿Saben cómo lo veo? Lo mismo que una competencia de fisiculturismo, demostrar lo buenos que son para organizar complicados versos y construcciones formales, delante de todos, igual que apretar los brazos para mostrar unos trabajados pectorales Son muy pocos los que muestran algo fresco, que verdaderamente toque a la audiencia, y en la mayoría de los casos, son los textos de poetas poco reconocidos, los que van ahí para compartir, no para impresionar. Una lección. De cualquier forma iré, quiero escuchar lo que falta por ser contado.

30.5.07

sinpalabras

Parece ser que sólo funciono bajo presión. Ahora que la actividad disminuyó casi a cero, ahora que tengo tiempo para ver, para observar, para caminar. Ahora que me puedo tomar un café sin prisa y hasta leer el periódico en Internet, ahora, no sé qué decir cuando hay tanto para ser dicho. Mi computadora me dice vete, no te quedes aquí frente a mí, ya nos hemos visto demasiado estos últimos meses, vete y sal a caminar por ahí. Creo que eso haré, tal vez encuentre algunas palabras en el camino. Si no encuentro palabras, sé que encontraré matemáticas y figuras geométricas, algunos gatos, señores con sonrisas, sábanas y ropa interior colgando de un alambre y botes de basura que guardan los secretos de sus dueños.

23.5.07

Fin de cursos

No había nada más que decir, ninguno se atrevió a pronunciar una palabra, ninguno se atrevió a moverse. De pie, recargados en el barandal del segundo piso, justo afuera del que hasta ese día fuera su salón de clases, intentaron retener el tiempo. Ambos sabían que en algún momento debían marcharse. En casa la esperaban, además, debía llegar temprano a su nuevo trabajo. Él podía tomarse un poco más de tiempo, no había nadie en casa, su madre saldría tarde del trabajo ese día. Él tomó ambas mochilas y con una mirada la invitó a caminar. Todo era silencio. Cómo decir algo cuando no se sabe bien lo que sucede. Cómo detener el nudo y el llanto agazapado. Comprender que ése sería el último día. Ella se detuvo y de su mochila sacó un papel doblado. Las marcas y dobleces hacían evidentes las veces que lo había abierto y vuelto a doblar. Sin decir una palabra lo guardó en la camisa de él, luego tomó su mochila y avanzó hacia la puerta de salida.

KECAK

Danza tradicional de Bali, los vi en Baraka, ahora les puedo compartir que es el Canto del Mono, en vez de utilizar instrumentos crean los sonidos para acompañar un pasaje del Ramayana.
Esto es algo que suelo hacer, me imagino un lugar del mundo al que me gustaría ir, entonces, investigo todo lo que haría por allá. Definitivamente me gustó el Kecak.

22.5.07

Todo se lo debo a Cervantes

Hace unos días me saqué un ventilador en una rifa. El año pasado me saqué un minicomponente y un collar (en rifas distintas). Hasta entonces, mi segundo nombre podía ser Salada, pero algo cambió. En uno de esos momentos en los que pienso sobre cosas que no tienen mucha importancia (suele ser bastante seguido), recordé el momento en que mi suerte cambió: el día en que me saqué un premio por primera vez. No hace mucho tiempo de eso, la Pepe y el Erich organizaron una rifa de la obra de Cervantes, creo que se iban al Cervantino o a la FIL, la verdad es que sí quería los libros así que les dije que ni se hicieran locos y que mejor me los dieran de una vez a mí. Y así fue. Ese viernes mi suerte cambió. Creo que sacarme la lotería o un Jeep me vendría muy bien, un viaje a Australia o a la Isla Socorro serían ideales. Luego les cuento que me saqué.

19.5.07

15.5.07

Pescetti






Me hace reír y cantar.



Canto sola en el carro, si pudiera también bailaría, mientras sigo el trabalenguas o la canción de rebeldía, la historia de humor negro o de incoherencia total (como Las Sardinas). Los días son mejores, más ligeros, tienen más ritmo.



Me hace reír ¿ya lo dije?



Además, tiene una de las canciones de amor más bellas que he escuchado:

Pastel de chocolate sin cáscara.



Viene a las fiestas del Pitic, vale la pena. Lleven a sus hijos, sobrinos, nietos, alumnos...háganse un favor y llévense a ustedes mismos.



Si alguien quiere aprenderse sus canciones para poder concentrarse en la bailadera tengo disponible un archivo listo para quemarlas (no es piratería, sólo promoción). El mismo Pescetti las puso a disposición de su público en su sitio de Internet (las pueden bajar de ahí si lo desean) para que se aprendieran otras canciones y no le pidieran siempre las mismas que, por supuesto, le siguen pidiendo.

8.5.07

Me pregunto

Si alguien me preguntara si soy una buena persona, seguramente contestaría que sí. Nadie me lo ha preguntado, así que no tengo que responder a esa pregunta, aunque estoy reconsiderando mi respuesta. He estado pensando. En realidad no quiero ser una buena persona, si lo he sido quiero dejar de serlo, tampoco deseo convertirme en lo contrario, sólo abandonar esa categoría. Hasta ahora, me da vergüenza decirlo, nunca me he enfrentado a ese dilema de forma seria, ha sido muy fácil, porque siempre he hecho lo correcto. Pero ser así me ha llevado hasta este lugar que más bien se parece a una antesala, como si un tipo importante me citara y me hiciera esperar horas frente a su oficina mientras frente a mí se pasea una multitud de personajes exitosos que me miran con una sonrisa burlona. Y es que no, no basta con ser una buena persona, con querer, no basta con hacer lo correcto y con tener ganas de aprender y de proponer algo interesante, tampoco basta con creer en las personas (nunca sabes si frente a ti tienes a un verdadero cabrón con cara de no rompo un plato). No basta con creer. No es suficiente.

Aunque, si lo pienso bien, no soy tan buena persona como creía, una vez atropellé un perro y no me regresé por él, sólo vi como continuaba su veloz carrera, que mi auto interrumpió, cuando cruzaba la calle. Siempre pensé que si un día llegaba a atropellar a un perro lo llevaría a un veterinario, pero no lo hice, sólo vi que podía correr y continué mi camino. Después atropellé a otro perro, no pude hacer nada. Me he robado libros y no sentí remordimiento cuando casi arranco un brazo de una mordida. ¿Será eso suficiente? Sé que eso no me hace entrar a la categoría de los cabrones.

Me pregunto, y me lo pregunto seriamente, si verdaderamente será lo mejor educar a los hijos de manera correcta: enseñarles que deben respetar, no tomar nada que no les pertenece, poner las cosas en su lugar, no decir mentiras, ser congruentes, responsables, no meterse en las filas, no dar mordidas, no copiar, y toda esa lista de características que los convertirán en buenas personas. Me pregunto, si ser una buena persona es suficiente, porque lo que veo es que para hacerse de un lugar hay que ser bien cabrón y meterse en las filas y hacerte como que no escuchas cuando te reclaman, aprovecharte de los demás y tomar ventaja de ellos. Según veo, ser una buena persona sólo te lleva a vivir tranquilo, pero el mundo está lleno de cabrones a los que seguramente no les importa si duermes tranquilo o no mientras puedan hacerte a un lado para tomar tu lugar. Así que será mejor que nadie me pregunte si soy una buena persona o no, porque odiaría responder que sí o tendría que cometer un acto que comprobara que no lo soy. Supongo que ése fue el proceso que han seguido todos. Tal vez. Yo sólo quiero abandonar la sala de espera. Me he levantado. Ya me fui.

4.5.07

Duelo por un manojo de hierba

Un conejo corre desesperado
no parará de correr
así sienta que está a punto de morir
el conejo tiene:
una razón para correr
un manojo de hierba fresca frente a él.

A la distancia percibe su aroma
huele a campo y a libertad
huele a todoestabienyoestoyaqui
el conejo correrá
detrás de ese manojo
así pierda la vida en el intento
el conejo no lo sabe a ciencia cierta
pero él lo tiene,
tiene el sentido
en esa carrera
sólo sabe:
ese manojo
da sentido a su vida
y el conejo se viste de colores y sonrisa
porque su carrera tiene sentido.

Una tarde, corriendo, como siempre
el manojo de hierba desaparece
detrás de una esquina
al dar vuelta, no está, desaparece.

El conejo se detiene
podría seguir cualquier rumbo
regresar si así lo quisiera
lo sabe:
era ese manojo de hierba
con aroma familiar y de promesas
lo que daba sentido a su carrera.

El conejo se detiene
no sabe qué hacer
a dónde seguir
se pregunta
se ha detenido
correr no tiene sentido.

Hay un conejo
que no corre
que se pregunta
que se ha detenido.

Hay un conejo
que se pregunta por el sentido.

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