29.5.10

El miedo

Ahora que existen dos días de distancia y que veo todo como en una película, quiero creer que mi escudo protector, el que siempre presumo y en el que confío cuando voy de viaje, sí funciona. Pienso en todo lo que pudo haber pasado y no sucedió y el balance con lo que sí sucedió es positivo. Gracias a quien me hizo correr en vez de quedarme paralizada al verlos venir. Gracias a quien quiera que haya hecho que ese hombre se asustara al ver mi cara de terror. Gracias a su mamá, si fue ella quien le dijo que a las mujeres no se les hace daño. Gracias a quien sintiera prisa por abandonar el lugar en vez de insistir y buscar algo de más valor como botín.

Tengo esa imagen guardada como si fuera un sueño o una escena de alguna película mala. Ellos corriendo, acercándose, tratando de no ser vistos. Ellos, brincando la malla que divide la carretera, cargando unas armas tan grandes que les impiden hacerlo con prisa. Ellos, la cara cubierta con algún trapo que alguna vez fue blanco. Ellos gritando: no corran, y mis pies que comienzan a hacerlo. Ellos gritando, apuntando, una mirada se asoma desde el agujero que cubre el rostro y se detiene un segundo. Mis sentidos no atienden más que a sus gritos, sólo espero no escuchar una detonación. Tengo miedo. Recuerdo que uno de ellos me gritaba y aunque quería mis cosas, no tomó nada. Buscó algo de valor en el asiento trasero, sólo encontró libros. Sacó el bolso donde llevo el costalito de salvia que me regaló Ramona y, luego de revolverlo, lo regresó a su lugar. Le di un celular, le ofrecí cigarros y se fue, corrió hacia la oscuridad junto a los otros dos que habían golpeado y despojado a mi jefe de todo lo que llevaba encima.

Dejaron el silencio y el miedo. No fue fácil hablar. Sólo preguntar, ¿estás bien? Huir de ahí. Tuvo que pasar un día, viviendo como si nada hubiera pasado, para que asomara la primera lágrima. Era la rabia por sentir miedo a la noche, al camino, al espacio abierto. Lo que más amo en un viaje.

26.5.10

¿Cumplido?

Sentada en una hermosa banca en el centro histórico de una ciudad lejana, una mujer lee.

- Muñeca, buenas tardes.
- Buenas tardes.
- Todavía luce usted muy bien.
- ¿?

22.5.10

Dos sueños

Soñé que salimos a caminar una tarde y llegamos a un terreno, ella decía: aquí voy a construir mi casa, y me explicó cómo planeaba organizar su nuevo espacio. Perfectamente pude imaginar ese pequeño terreno habitado por ella y sus libros, su música y sus fotografías, su gata y su perra, sus colores y sueños. Era un espacio íntimo y muy personal. En una esquina el trazo hacía un corte y cuando pregunté si ahí pensaba construir una bodega para el material de escenografía, contestó que ése era el lugar destinado para el árbol que plantaría la próxima semana, un árbol que dará flores y podré ver desde adentro, dijo. Me mostró el dibujo que había realizado en una hoja de cuaderno. También me mostró el plano con medidas y dijo que ella misma supervisaría la construcción. Es una linda casa, dije, y aunque fue en un sueño, me dio gusto compartir ese momento con ella.

También soñé que recibía un correo electrónico con un mensaje que enviaba señales desde el espacio exterior y decía algo como "estoy bien". Aunque el mensaje no especificaba el remitente, yo podía saber quién lo enviaba. Ése sueño, no lo entendí.

7.5.10


Tiene unos tres años. Lleva una playera de Ben 10, es roja y le gusta. Asistió al Juicio Ciudadano con su mamá. Se sienta junto a ella y la observa, luego se pone de pie y observa a las personas sentadas cerca de ellos. Busca el brazo de su mamá de vez en cuando, casi la toca, gira su dedo y se posa por unos segundos sobre él, como sin darse cuenta, después continúa jugando.

Tal vez, su mamá no le preguntó si quería venir, pero él la acompaña. No sabe qué es un juicio, no sabe qué es lo que hacen ahí, pero en estas tres horas no ha protestado ni una sola vez. Él observa, juega, baila y se saca los mocos. Saca el dedo de su nariz, observa y estira el moco lo más posible, parece decepcionado cuando se rompe fácilmente, lo prueba y después limpia su dedo en la silla o en la blusa de su mamá.

Su papá lo lleva a caminar y regresan con un camión de juguete envuelto en celofan. Él pregunta: ¿cómo se llama eso? y luego intenta repetir hee lop toro helioptero heliototero. Lo repite muchas veces en voz baja heliototero heliototero heliototero y hace suya la palabra mientras toca, un apenas, un casi, con su dedo las aspas del helicóptero que viaja sobre la plataforma del camión de plástico. Su dedo lo conecta con las sensaciones, sus ojos observan alrededor y él sueña que vuela. Levanta el helicóptero y todos volamos con él.

No ha dicho ni una sola vez me quiero ir. Juega y espera. Juega y su juego es el mundo entero. Todos soñamos que volamos, soñamos que subimos a ese helicóptero y nos lleva lejos. Soñamos que nunca hubo un incendio. Soñamos que no hace falta la risa de los niños. Soñamos que la ciudad no los extraña. Soñamos que sus padres concilian el sueño, descansan y piensan en llevarlos al mar.

6.5.10

Veredicto

Juicio Ciudadano a las Instituciones de Sonora


Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de Junio

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