22.1.06

como una mudanza nocturna
a escondidas
primero desapareció la luz
escapó a los inquilinos
una ventana, una grieta en la pared
quedamos a oscuras
intentamos tocarnos el alma
guiarnos a través del único sentido
que el silencio no atrofió
la primera noche te llevaste tu pasado
ese enorme costal que cimbra tu espalda
los recuerdos de lo que nunca fue
risas cargadas de tinto y aguardiente,
la segunda noche extrajiste lo que eres
dejaste una fotografía
en la que no apareces
para que no te recuerde
ni extrañe lo que no eres
y finalmente, la tercera noche,
la más larga y fría de esta historia
como un ladrón y de puntillas
cargaste con el resto
la posibilidad de asesinarte
el amanecer que no vimos
los cuentos antes de dormir
el aroma que aún no logro descifrar
el ojo en la cerradura
desperfectos cotidianos que poblarían habitaciones
me deshabitaste
soy un cuarto en alquiler

3.1.06

La terminal I

Llegué a la estación faltando cinco minutos para las dos de la tarde. Crucé el amplio edificio haciendo alarde de mis habilidades malabarísticas, no se me cayó ni una sola bolsa, ni siquiera se deshizo el nudo de la caja cargada de productos regionales que no podía dejar de llevar, estando lejos esto vale oro. El hombre que me ayudó a empacarlos se burlaba de mí mientras me preguntaba si no quería llevar algo más (literalmente dejé la tienda vacía), es la nostalgia, le dije, la mayoría son regalos, quiero que la gente de allá pruebe las delicias de esta tierra. Mentira, todo era para mí, jamás pensaría en compartirlos y luego quedarme sin provisiones. Así, corriendo, sosteniendo bolsas, arrastrando maletas y buscando en el fondo de mi bolso el boleto que no estaba segura dónde dejé. Llegué finalmente a la puerta de salida. Mientras corría me imaginé la escena: yo me acercaba jadeando, lograba en ese justo momento encontrar el boleto en la página 147 del libro que estoy leyendo, lo mostraba impaciente, esperando instrucciones, mientras un hombre que nunca aprendió a hacerse el nudo de la corbata y que por ese día su labor consistía en estar parado en la puerta de salida revisando los boletos y detectando a algún posible sospechoso, de qué, no lo sabía, pero ahí tenía que estar, me diría con su voz de no haber dormido en cuatro días: lo siento, su autobús partió hace cinco minutos, si gusta puede preguntar en la ventanilla a qué hora sale el siguiente, pero la verdad dudo que consiga boleto, todo está vendido desde hace más de dos días. Si gusta le consigo un taxi para que regrese a la ciudad. Maldito, pensé cuando me acerqué al verdadero hombre, pobre de ti donde te transformes en lo que acabo de pensar, te juro que te mato aquí mismo, así que más te vale sonreír y pronunciar las palabras mágicas, su autobús acaba de llegar, y si puedes, para ganar tu redención, ayúdame con esta bolsa porque ya no siento el brazo izquierdo.

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