28.10.06

La importancia de las cosas




¿Seremos capaces de dar a cada asunto la importancia que necesita?
¿Seremos capaces de atender a cada amigo como se lo merece?
¿Seremos capaces de atender los asuntos que verdaderemente importan?
Comprometernos con el mundo, con los menos favorecidos, con los más favorecidos, con los que creen saberlo todo y merecen un zape o algo más definitivo que se les sacuda el cerebro, que les explote el cerebro, que los extermine, seré capaz de comprometerme contigo, con quien no espera nada, con quien merece comer, vivir, sonreír, con los niños, las ballenas, los mineros, los maestros de Oaxaca, los alumnos de Oaxaca, con la gente de Oaxaca, Hidalgo, Chiapas, Puebla, Nicaragua, Corea, con el mundo, con sus habitantes, con las playas, los bosques, los políticos, los diputados que creen merecer el sueldo, las comidas, las compensaciones, con los tiangueros, los gays, las mujeres, los hombres, los jóvenes perdidos en el sinsentido, los sindicalizados, el patrimonio, la educación, la señora que camina con un bastón mientras esquiva los carros, el niño que escupe fuego, el hombre que vende garampiñados en el semáforo, mi madre que espera por una llamada, mis plantas que esperan por un poco de agua, los colibries que esperan su alimento, los hombres, las mujeres, los niños, el mundo, las armas, el plomo, el cianuro en el agua, la marea roja, la deforestación, el cáncer, la depresión, los indocumentados que mueren a diario, los balseros, las prostitutas, los sacerdotes que no pueden reprimir su sexualidad, el soldado que debe apuntar a su hermano, los campesinos que tiran sus cosechas, los laboratorios que envenenan al mundo, el enfermo que muere solo en un hospital, el ejército que reprime a los manifestantes en Oaxaca, el ejército que mata, el hermano que mata, el hermano que obedece, que apunta y que mata, el hermano que dispara, que escucha el disparo, que sabe el destino, que verá a su hermano caer, morir, el hermano que se pegará un tiro esta noche por haber disparado, la muerte, el anciano que cubre su espalda con un periódico mientras el frío y la muerte lo cubren completo, el niño que se inyecta para olvidar, para no sentir, para no saberse aquí, la madre que huye, el padre que huye, el padre que grita, el hombre que grita, que grita, el mundo que huye, que abandona, que da la espalda, que olvida...el mundo que olvida...el mundo que cierra puertas, que construye muros, el mundo que construye muros, que divide, que selecciona, que decide quien merece vivir, el mundo que certifica, que exige, que devora, que extermina, el mundo que intenta jugar, atender cada cosa, que hace como que importa, como si en realidad importa, el mundo importante que hace como que importa, el mundo reducido a una reunión de ocho países que comerán y degustarán el exterminio, darle importancia, el mundo que falla, nosotros que fallamos, nosotros que fallamos...nosotros que fallamos, yo que fallo, yo fallo, no lo puedo evitar, fallo, evado, olvido, escapo, cierro los ojos, me asusto, cuando veo este desastre, cuando me duele este desastre, cuando no hago nada para evitar este desastre...mess, mess, mess, persistencia...sin sentido.

25.10.06

10.10.06

Juegos prohibidos

Lo sabía, sabía que había un libro esperando por mí. Entre cientos, quizá miles, de libros, sabía que había uno para mí. Y así fue. Lo supe cuando no lo pude soltar y tuve que elegir un libro para cada quien. Aunque hubiera querido, el presupuesto no daba para más.
Ana Isabel se quedó con Momo, Paulina, una selección de Relatos escalofriantes de Roal Dahl...y yo...esta antología...gracias, no he podido dejar de leerlos, creo que dentro de mí, y seguramente por el resto de mi vida, seguiré siendo adolescente.

Fue un gusto encontrar a Esteban Domínguez con El loco peluquero, todos contando y cantando aquellos hermosos y difíciles años, en donde se vivía el instante, la vida se mostraba inmensa y llevadera al lado de los amigos.

5.10.06

Otra visita a la Feria del Libro

Fui de nuevo a la Feria del Libro.
En el fondo de mi corazón creo que voy a encontrar en super oferta un libro maravilloso que siempre he querido leer y que aun no sé cuál es...pero él está ahí, esperando pacientemente que yo lo encuentre, lo sabré en el momento en que lo encuentre, lo veré y no podré irme sin él.
Libro, espera por mi...

Por lo pronto compré un libro para Andrea mi sobrina, cumplió años la semana pasada y quiero regalarle un libro. Es un pesado y bello volumen de cuentos para antes de dormir. El libro está en inglés y tiene unas ilustraciones preciosas (estoy dudando, creo que me quedaré con él un tiempo para ver las ilustraciones una y otra vez, y después se lo mando). Busqué un libro para mi mamá, pero cuando me di cuenta los stands estaban cerrados y tuve que salir de ahí sin libro de chistes.

Volveré a la Feria con Paulina y Ana Isabel. Buscaremos cuentos de Francisco Hinojosa y armaremos rompecabezas. Escucharemos a los Narradores del Desierto y veremos El Principito.

Espero que mi libro, el que espera por mí, me haga una señal cuando pase cerca de él.

2.10.06

La Feria del Libro

Bien...aquí está, por fin.
Bueno, eso de por fin es un sentimiento romántico, me es agradable recorrer stands llenos de libros.
Sin embargo, me invade la frustración...los libros están caros, muy caros. La explicación que dan los encargados de los stands es que tienen que pagar los gastos de venir hasta Hermosillo, el transporte es caro, el hospedaje es caro.

Siento coraje, mucho coraje. Cuando compro un libro siento que estoy pagando el viaje del tipo que está sentado frente a mí y que me mira con inmensa flojera desde su silla. Debe ser por el calor que nos agobia, a él y a mi. Sin embargo, yo puedo decidir salir corriendo de ahí y regresar a las 9 de la noche. Él no, él tiene que quedarse ahí. Será esa la razón por la que ha volteado el abanico y egoistamente se queda con todo el aire.

Yo me voy. Me voy con todo y mi calor y mis ganas de comprar esa antología de cuentos.

Ir a la feria del libro me frustra.

!Ah! pero Eva y Manuel se presentaron en la explanada y a lo lejos alcancé a escuchar una canción de Pescetti. Salí apresuradamente del stand, dejando al acalorado hombre con todo su aire del ventilador y sus libros caros, para ir a cantar con ellos el juego de los antónimos.

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