31.12.06

Un momento

Escribo esto sentada, muy a gusto, en la estancia de mi casa. Ojalá alguien pudiera sentarse aquí a esta hora y sentir cómo el sol entra por la ventana, a uno se le antoja quedarse aquí y no hacer nada más. Es justo lo que hago. No quiero hacer nada más que no sea sentarme y sentir el sol entrar por la ventana, es rico. Si alguien quiere comprobarlo, es entre las 3 y las 5 de la tarde, un café puede hacer el momento inmejorable.

Mientras disfruto el sol y siento la última tarde del año, corrijo, mientras veo y siento caer la última tarde del año sobre mi espalda y mis piernas, pienso en los días recién transcurridos y entre todo lo que viene a mi mente pienso en el señor de la camioneta negra. Si alguien quiere saber quién es el señor de la camioneta negra, tendré que responder que no lo sé, pero él y yo sabemos que compartimos un momento especial y que ninguno de los dos lo olvidará.

Ayer venía de Chihuahua después de pasar la Navidad con mi familia. Disfruto manejar, verdaderamente me gusta el espacio abierto. Me emociona el paisaje, las curvas, los animales en el camino, los colores, el espacio. El día anterior nevó y mis padres estaban preocupados por las condiciones del camino. Para ser sincera, tuve que ocultar mi emoción por salir a carretera, prometí que tomaría el camino largo y aburrido y evitaría la nieve. No soy irresponsable, es sólo que ellos no pueden dejar de ser padres y su trabajo es darme recomendaciones y sugerencias. Lo siento, pero no podía perderme la nieve. Para mi suerte, las tres primeras horas fueron salpicadas con paisajes nevados, a lo lejos, pero lo verdaderamente emocionante vino después, cuando la divisé, sabía que estaba justo enfrente. Y sí, ahí estaba. Fue como entrar en un túnel, todo desapareció, la neblina rodeó mi carro y sentí como si me hubiera transportado. En el vidrio se posó el primer copo, luego fue otro y muchos más siguieron. El corazón me latía de prisa y supongo que una sonrisa se me instaló.

No había mucho tráfico y el camino comenzaba a subir una pequeña sierra. Me dispuse a disfrutarlo. Todavía había restos de una nevada anterior, todo blanco, los encinos cubiertos. Cuando llegué a la parte más alta encontré un camión que transportaba algo pesado, iba muy lento y disminuí la velocidad todavía más. El camión hacía paradas para dejar pasar a casi todos los camiones que venían en el carril contrario, supongo que es alguna regla de urbanidad entre choferes.
Detrás de mí venía una camioneta negra, también disminuyó la velocidad y se acomodó a esperar a que avanzáramos. Después de unos minutos, abrí la ventana y empecé a atrapar copos de nieve, no fue una tarea fácil, después, saqué un poco la cabeza, tal vez atraparlos con la boca sería más factible. Sentir la nieve en la cara, el aire fresco y ese silencio que sólo se escucha mientras nieva fue un regalo, supongo que se me notaba el gusto. Por el retrovisor alcancé a ver que da la camioneta negra salía una mano y que también intentaba atrapar la nieve, también por el retrovisor, alcancé a ver unos ojos. Por unos segundos hicimos contacto. Era un hombre, no importa su edad, sólo decir que su cara y sus ojos dejaban ver que no era muy afecto a reír, tal vez es que se veía demasiado serio, tal vez su automóvil lo hacía parecerlo todavía más, conducía una camioneta negra, doble cabina, suspensión alta, muy alta, vidrios polarizados, muy polarizados. El caso es que el señor de la camioneta negra y yo, compartimos por unos minutos el disfrute por la nieve. No podíamos bajarnos para tomar la que estaba a un lado del camino porque pasaban los carros por el carril contrario y el generoso camión que dejaba pasar a todos, suponíamos, que en algún momento tendría que avanzar. Así fue, después de unos diez minutos de nieve en silencio, de atrapar copos y de sentir las manos frías, vimos cómo el camión se movió. Se acabó el juego y la vida retomó su camino. El señor metió su mano, también metió su cabeza, algunos copos de nieve se quedaron sobre su cabello, era muy negro, y su vidrio se cerró. Yo hice lo mismo. Un momento antes de que ambos vidrios se cerraran por completo, volteé y por el retrovisor alcancé a ver sus ojos de nuevo. Le sonreí y él hizo lo mismo. Después de eso, comenzamos a avanzar, el camión no volvió a detenerse y la nieve se quedó ahí. También se quedó el momento, o supongo que ése lo trajimos con nosotros, por eso ahora lo comparto, para que la nieve vuelva a caer una vez más.

17.12.06

Mandarinas

Esa mañana parecía ser perfecta, aventurarme a caminar por la ciudad, sola, libertad de pararme donde quisiera, el tiempo que me diera la gana y, sí, eso era lo que estaba haciendo. Caminé hacia el mercado, fue la ruta natural, la gente en su prisa me llevaba con ella. Como no había desayunado, ése parecía ser el lugar ideal para hacerlo: tamales, gorditas de nopal, gorditas de nata, tunas, xoconoxtles, aguamiel... probé de todo. El final del recorrido fue lo mejor:
- Buenos días.
- Buenos.
- ¿Cuánto cuestan las mandarinas?
- Tres kilos por diez pesos. ¿Cuántos se lleva?
- ¿A cuánto me da una?
- ¿Una qué?
- Una mandarina.
- ¿Cuál quieres?
- Esta.
- Llévatela, con esa sonrisa te quedo debiendo.
Y ahí voy yo, caminando con mi sonrisa completa y una mandarina, la más sabrosa que me he comido.
No es lo mismo decir:
Quédate...
que: ¿Ya te vas?

12.12.06

tuc tuc tuc tuc tuc tuc

Así lo escucho...es definitivo...el corazón se me está saliendo por un oído...
creo que el pobre está triste,
lo peor, es que no sé por qué...no soy cursi, estoy diciendo la verdad.
Supongo que lo escribo para dos cosas: distraerlo mientras hablo de él, esperar a que cambie de idea y decida regresar a su lugar, el oído no es un buen lugar para un corazón prófugo; y la otra, supongo que es para dejar un registro (para mí) de este momento, espero dentro de un tiempo encontrar estas palabras y descubrir que me suenan extrañas, cuando intente recordar qué era lo que pasaba, ya tenga un poco más claro el por qué, de repente y de la nada, me invadió esta tristeza y mi corazón lo supo, lo vio, y por eso se anda queriendo escapar por un oído... confío que entonces me acuerde y me de risa o más tristeza o algo...pero ya entonces sabré y podré reírme, o pensar o cualquier cosa, podré hacer cualquier cosa, pero así no se vale...porque para esto no tengo experiencia.

No sé andar a ciegas, no sé esperar con los sentidos alertas para averiguar de dónde vendrá el golpe. No sé mucho de premoniciones o de señales, de sentir acerca de algo o de alguien sin siquiera conocerlo, en este momento quisiera saberlo, porque no me gusta tener sensaciones y no saber qué demonios está pasando...

Espero que pase el tiempo, que pase algo, porque no sé andar buscando explicaciones o señales para interpretar cosas que no tal vez no tienen significado, y luego, seguramente me voy a inventar un montón de historias de esas que uno arma en un segundo y que a Pau no le gustan porque dice que armo toda una situación sólo de ver a un hombre en la calle, le construyo una vida, un pasado, de dónde viene, qué está haciendo parado en ese lugar, a dónde va...sólo de verlo, tal vez agachándose a levantar una cartera o mirando a la gente frente a una parada de camión; para Pau, eso no es justo, dice que las personas tienen derecho a vivir su vida sin que nadie los ande interpretando o inventándose historias acerca de ellas, es una invasión. Bueno, pues yo no quiero andar así, buscando respuestas a este sentimiento que apareció de la nada para instalarse, como si en realidad fuera algo cómodo, y yo quiero que se vaya, que se vaya este sonido y mi corazón se quede quieto y regrese a su lugar...mientras tanto, parece que logrará su misión dentro de unos momentos: tuctuc tuctuc tuctuc tuctuc.

2.12.06

1.12.06

Tiene que haber sido el Prozac

Si alguien vio la ridícula toma de posesión del nuevo presidente de México, estará de acuerdo conmigo, olvidemos por un momento el espectáculo de los diputados, de los guardias presidenciales, del pequeño Felipe hablando para un público que no deseaba prestar atención y ante quien tenía que repetir un juramento, que seguramente ni él se creyó. No, olvidemos por un momento el espectáculo, la nueva figura, la ceremonia entre amigos en el Auditorio. Enfoquémonos un poco en la imagen del, ahora, expresidente Fox.

¿Alguien vio su cara? ¡¡El hombre sonreía!! De hecho, no dejó de hacerlo durante esos largos 5 minutos que duró la ceremonia más penosa que ha vivido este país en los últimos tiempos. Me hubiera encantado saber qué pasaba por la mente de Fox, seguramente, nada. Estaba en blanco, flat, out, kaput, piiiiiiip (muerte cerebral).

Mi teoría, es que esta mañana, Vicente se encontraba en un estado de shock, se negaba a levantarse de su cama, se repetía una y otra vez que él no tenía la culpa de nada y que no quería ir a pasar otra vergüenza más. Más le hubiera valido hacerle caso a su conciencia, si es que existe, y quedarse en casa esta mañana y todas las mañanas de los pasados seis años. Pero no, se levantó. Seguramente Marthita lo hizo levantarse con la promesa de que cuando él regresara tendría todo listo para irse de picnic al rancho y que, había estado buscando en Internet una oferta para irse vacaciones, y que ahora, nadie podría decirles que no, se podían ir a donde les diera la gana (al infierno, o más lejos, es a donde deberían irse), así que Vicente, haciendo un puchero, se levantó de su cama, caminó hacia el baño y cuando salió bañadito, Marthita le dijo, mira Vizente, tómate eztaz paztillitaz para que te zientazz mejor...y él, obediente como es...lo hizo.

Eso es lo que debió haber sucedido, sino, no entiendo por qué tenía esa estúpida sonrisa, como si aquello fuera divertido, como si nada estuviera sucediendo, el expresidente Fox, demostró con esa actitud, que nunca, nunca, se dio cuenta de lo que estaba pasando. Él se limitaba a sonreír y a decir tonterías. Ahora no le dieron chanza, porque sino...

Sostenía entre sus manos la banda presidencial, jugaba con ella, parecía un niño al que le dijeron, tú tienes que entregar esto, y a eso fue, de lo demás, ni cuenta se dio. Volteaba a ver al ahora presidente de México, lo veía desde arriba, sonreía, supongo que sentía lástima por él.

No entiendo cómo no se le caía la cara de vergüenza por entregar un país en esas condiciones, no entiendo cómo se atrevió a pararse ahí y sonreír después de tantas pendejadas, no entiendo...tiene que haber sido el Prozac, no hay otra razón.

27.11.06

De Hermosillo a Bacerac (crónica desde el asiento trasero de una van, muy larga)

Hablaba con mi compañera de asiento, presumía de no marearme, es más, hasta me atreví a leer el artículo que Clara amablemente compartió con nosotros, supongo que sabía que no todos los que íbamos en aquel vehículo éramos expertos en el tema y, también supongo, que ella, amablemente, quiso aminorar las caras de "no entiendo qué de qué habla esta mujer". Casi, casi llegué a decir que yo era algo así como "Super Woman de la Carretera" y que tenía el antídoto del mareo patentado para mí solita. Ni madre. Después de una hora en la parte trasera de aquella kilométrica camioneta que se aventuraba entre una curva y otra...perdí lo invicta y tuve que admitirlo...estaba terriblemente mareada. Horrible sensación. Una curva y otra, aquello parecía interminable, sólo de imaginar que eso era apenas el comienzo, sentí un deseo enorme de llorar y pedirles que me bajaran inmediatamente del vehículo, estaba dispuesta a pedir un ride al primero que pasara en dirección contraria, evitando, a cualquier costa, vivir los siguientes tres días sentada en la parte trasera del “carrito” que se aventuraba por la montaña "rusa" (que por esos días cambió de nombre a “sonorense”).

Me equivoqué. Después de una parada en la que tuve el tiempo suficiente de recuperar mi estado natural de "Super Woman de la Carretera", comencé a disfrutar el viaje, incluso creo que llegué a aburrir a mis compañeros con mis expresiones de asombro. Entre una curva y otra se escondían inesperados parajes, arroyos, puentes, árboles, acantilados, pastizales, piedras, cielo, verde, gris, azul infinito. Definitivamente, Sonora tiene una belleza sin par, y los pueblos de la sierra, no se quedan atrás. Gracias por la invitación. Gracias por el recorrido. Fue una gran experiencia. Regresé llena de imágenes y de ideas. Regresé nueva. Disfruté sentarme a leer en todas y cada una de las plazas mientras los expertos revisaban todas y cada una de las imágenes (era mejor no estorbar, lo aprendí después de las primeras dos paradas). Me llené de sol y aire fresco. Realmente me hacía falta. Ahora entiendo por qué todos se sienten tan orgullosos de los pueblos. Yo también.

14.11.06

Guárdame

Tú que sabes quién era
guárdame en tu recuerdo
para no dejar de ser
sonrisa
frescura
espontaneidad

Tú que me viste nueva
sálvame en tu recuerdo
antes de que me desvanezca
en este sinsentido
que me pierde
de mí misma
y de lo que solía ser

Tú que ya no eres
dobla esta hoja en cuatro
y métela en el álbum de tus recuerdos
tal vez cuando alguien la encuentre
yo aparezca de nuevo
así, como solía ser.

13.11.06

Scratch

How do you dream
When you can't fall asleep?

28.10.06

La importancia de las cosas




¿Seremos capaces de dar a cada asunto la importancia que necesita?
¿Seremos capaces de atender a cada amigo como se lo merece?
¿Seremos capaces de atender los asuntos que verdaderemente importan?
Comprometernos con el mundo, con los menos favorecidos, con los más favorecidos, con los que creen saberlo todo y merecen un zape o algo más definitivo que se les sacuda el cerebro, que les explote el cerebro, que los extermine, seré capaz de comprometerme contigo, con quien no espera nada, con quien merece comer, vivir, sonreír, con los niños, las ballenas, los mineros, los maestros de Oaxaca, los alumnos de Oaxaca, con la gente de Oaxaca, Hidalgo, Chiapas, Puebla, Nicaragua, Corea, con el mundo, con sus habitantes, con las playas, los bosques, los políticos, los diputados que creen merecer el sueldo, las comidas, las compensaciones, con los tiangueros, los gays, las mujeres, los hombres, los jóvenes perdidos en el sinsentido, los sindicalizados, el patrimonio, la educación, la señora que camina con un bastón mientras esquiva los carros, el niño que escupe fuego, el hombre que vende garampiñados en el semáforo, mi madre que espera por una llamada, mis plantas que esperan por un poco de agua, los colibries que esperan su alimento, los hombres, las mujeres, los niños, el mundo, las armas, el plomo, el cianuro en el agua, la marea roja, la deforestación, el cáncer, la depresión, los indocumentados que mueren a diario, los balseros, las prostitutas, los sacerdotes que no pueden reprimir su sexualidad, el soldado que debe apuntar a su hermano, los campesinos que tiran sus cosechas, los laboratorios que envenenan al mundo, el enfermo que muere solo en un hospital, el ejército que reprime a los manifestantes en Oaxaca, el ejército que mata, el hermano que mata, el hermano que obedece, que apunta y que mata, el hermano que dispara, que escucha el disparo, que sabe el destino, que verá a su hermano caer, morir, el hermano que se pegará un tiro esta noche por haber disparado, la muerte, el anciano que cubre su espalda con un periódico mientras el frío y la muerte lo cubren completo, el niño que se inyecta para olvidar, para no sentir, para no saberse aquí, la madre que huye, el padre que huye, el padre que grita, el hombre que grita, que grita, el mundo que huye, que abandona, que da la espalda, que olvida...el mundo que olvida...el mundo que cierra puertas, que construye muros, el mundo que construye muros, que divide, que selecciona, que decide quien merece vivir, el mundo que certifica, que exige, que devora, que extermina, el mundo que intenta jugar, atender cada cosa, que hace como que importa, como si en realidad importa, el mundo importante que hace como que importa, el mundo reducido a una reunión de ocho países que comerán y degustarán el exterminio, darle importancia, el mundo que falla, nosotros que fallamos, nosotros que fallamos...nosotros que fallamos, yo que fallo, yo fallo, no lo puedo evitar, fallo, evado, olvido, escapo, cierro los ojos, me asusto, cuando veo este desastre, cuando me duele este desastre, cuando no hago nada para evitar este desastre...mess, mess, mess, persistencia...sin sentido.

25.10.06

10.10.06

Juegos prohibidos

Lo sabía, sabía que había un libro esperando por mí. Entre cientos, quizá miles, de libros, sabía que había uno para mí. Y así fue. Lo supe cuando no lo pude soltar y tuve que elegir un libro para cada quien. Aunque hubiera querido, el presupuesto no daba para más.
Ana Isabel se quedó con Momo, Paulina, una selección de Relatos escalofriantes de Roal Dahl...y yo...esta antología...gracias, no he podido dejar de leerlos, creo que dentro de mí, y seguramente por el resto de mi vida, seguiré siendo adolescente.

Fue un gusto encontrar a Esteban Domínguez con El loco peluquero, todos contando y cantando aquellos hermosos y difíciles años, en donde se vivía el instante, la vida se mostraba inmensa y llevadera al lado de los amigos.

5.10.06

Otra visita a la Feria del Libro

Fui de nuevo a la Feria del Libro.
En el fondo de mi corazón creo que voy a encontrar en super oferta un libro maravilloso que siempre he querido leer y que aun no sé cuál es...pero él está ahí, esperando pacientemente que yo lo encuentre, lo sabré en el momento en que lo encuentre, lo veré y no podré irme sin él.
Libro, espera por mi...

Por lo pronto compré un libro para Andrea mi sobrina, cumplió años la semana pasada y quiero regalarle un libro. Es un pesado y bello volumen de cuentos para antes de dormir. El libro está en inglés y tiene unas ilustraciones preciosas (estoy dudando, creo que me quedaré con él un tiempo para ver las ilustraciones una y otra vez, y después se lo mando). Busqué un libro para mi mamá, pero cuando me di cuenta los stands estaban cerrados y tuve que salir de ahí sin libro de chistes.

Volveré a la Feria con Paulina y Ana Isabel. Buscaremos cuentos de Francisco Hinojosa y armaremos rompecabezas. Escucharemos a los Narradores del Desierto y veremos El Principito.

Espero que mi libro, el que espera por mí, me haga una señal cuando pase cerca de él.

2.10.06

La Feria del Libro

Bien...aquí está, por fin.
Bueno, eso de por fin es un sentimiento romántico, me es agradable recorrer stands llenos de libros.
Sin embargo, me invade la frustración...los libros están caros, muy caros. La explicación que dan los encargados de los stands es que tienen que pagar los gastos de venir hasta Hermosillo, el transporte es caro, el hospedaje es caro.

Siento coraje, mucho coraje. Cuando compro un libro siento que estoy pagando el viaje del tipo que está sentado frente a mí y que me mira con inmensa flojera desde su silla. Debe ser por el calor que nos agobia, a él y a mi. Sin embargo, yo puedo decidir salir corriendo de ahí y regresar a las 9 de la noche. Él no, él tiene que quedarse ahí. Será esa la razón por la que ha volteado el abanico y egoistamente se queda con todo el aire.

Yo me voy. Me voy con todo y mi calor y mis ganas de comprar esa antología de cuentos.

Ir a la feria del libro me frustra.

!Ah! pero Eva y Manuel se presentaron en la explanada y a lo lejos alcancé a escuchar una canción de Pescetti. Salí apresuradamente del stand, dejando al acalorado hombre con todo su aire del ventilador y sus libros caros, para ir a cantar con ellos el juego de los antónimos.

24.9.06

Cartitas

Él es serio. También es guapo.
Ella es seria. Linda.

Él la mira, la mira todo el tiempo desde su esquina, estratégicamente elegida.
Ella parece no notarlo.

Él la mira y decide hacer algo.
Ella parece no notarlo.

Él escribe una nota en una hoja de cuaderno, la arranca despacio para no hacer mucho ruido y la envía. Repentinamente, todo el salón se solidariza con su causa. La nota pasa de mano en mano en el más completo silencio.
Ella parece no notarlo.
Yo lo noto.

Él la mira.
Ella recibe la nota. Por alguna extraña razón no la abre, la guarda debajo del cuaderno.
Yo lo noto.
Todo el grupo espera.

Él decide escribir otra nota. La arranca despacio para no ser notado. La envía. La nota pasa de mano en mano.
Ella la recibe y la guarda debajo del cuaderno sin leerla.
Yo lo noto.
Todo el grupo espera.

Él escribe una nota más. No le importa el ruido que hace al arrancar la hoja. La envía. La nota pasa de mano en mano.
Yo lo noto. Me acerco y tomo el papel. Les digo que al finalizar la clase se los devuelvo y la guardo sin leerla.
Todo el grupo espera.

Él, cual camaleón, se torna color berenjena.
Ella, cual camaleón, se torna color toronja.
Yo lo noto.

La clase termina.
Ambos salen sin hablarse.
El grupo espera.
Yo me siento terriblemente culpable por interrumpir una historia de amor.

14.9.06

Confesión

Me robé su encendedor.

No lo pienso devolver...

13.9.06

¿Qué hacemos con las palabras?

¿Qué hacer con todo lo que se queda guardado dentro del diccionario de lo no dicho?

¿Qué vamos a hacer cuando las palabras comiencen a hacerse bolas y se nos atraganten en la garganta, o en el lugar en donde se disponen, justo antes de salir a pasear su belleza?

¿Qué vamos a hacer cuando queramos nombrar lo que no sabemos?

¿Cómo pedirle a un desconocido que busque un nombre para lo que seguramente no tiene sentido?

Era mentira, las palabras no se terminaron, no se terminarán nunca, es sólo nuestro miedo a nombrar lo que aún no existe, lo que paraliza este bello ejercicio que es nombrar lo que no tiene nombre.

Anotaré en pequeños papeles todo lo que vaya apareciendo y no conozco, tal vez un día...tal vez, nos dispongamos a nombrarlo.

25.8.06

Gran día

Hoy tuve uno de los mejores días con las niñas, fue genial...fuimos exploradoras y encontramos muchas, muchas cosas...las llevé a ese lugar que descubrí por casualidad y en el que me sentì tan bien...¿te acuerdas?, el del colibrí...vimos tortugas, huellas de venados, muchas, realmente muchas; también había huellas de puma, mapaches y algunos otros animales pequeños, nos metimos por entre los arroyos que alimentan al pequeño río, entre los árboles, juntamos sapitos...y lo mejor...descubrimos el paraíso del lodo, metros y metros de lodo...corrimos, nos barrimos, ellas se dieron maromas, lo sentimos entre nuestros dedos de los pies, sentimos la humedad y como el lodo se resbalaba cuando lo pisamos...jugamos mucho...y sólo tuvimos que salirnos un ratito en la tarde, qué bueno que lo hicimos porque valió la pena...compartimos algo que creo que nunca se nos va a olvidar.
Hace unos días viví esa misma experiencia, pero lo hice sola (no fue lo mismo), me di cuenta que me gusta salir así, estar en lugares así, escuchar a los animales, verlos, saber que están ahi, que dentro de toda la destrucción y lo mal que está el mundo, los animales están ahi, viven y sobreviven a pesar de nosotros, a pesar de que un día de estos alguien entra a ese lugar cargando un rifle y se lleva más de un bello ejemplar para colgar de adorno en su casa, sí, saber que existen aquí, a unos minutos de mi casa me da tranquilidad...eso es lo único que me hace sentir alguna esperanza, la gente, no. Creo que más que la lectura y la gente, lo que me hace sentirme feliz, completa, es eso, sentir...el aire, el espacio abierto, escuchar los sonidos, buscarlos, conocer ese mundo que no comprendo y que es tan sencillo. Sólo quería compartirlo.

16.8.06

Ironía

vaya ironía,
de pronto, se descubrió extrañándola,
vaya, extrañaba a esa mujer,
a la que durante tiempo mantuvo alejada
para no tener que extrañarla cuando se fuera...

The Shopgirl

14.8.06

Una relación perfecta




Los encontré viviendo en compañía
protegiéndose y entregándose
ninguno pierde lo que es para ser ambos
conservan su naturaleza, son y se son

son perfectos.

10.8.06

Crack.
Así se escuchó.
Ouch.
Así se siente.

31.7.06

SEA URCHIN SKELETON



Lo encontré en el fondo del mar, esta vez llegué a tiempo, antes de su encuentro con las rocas, antes de que la corriente le hiciera saber que es sólo un fantasma, que ya no tiene voluntad, antes de que se estrellara una y otra vez hasta quebrarse y terminar, como todos, formando parte de esa mezcla de cadáveres claros que es la arena.

Sí, esa fina mezcla, deliciosa al tacto, está compuesta de historias de otros mares, seres que alguna vez navegaron buscando trascender su destino; otros no se complicaron tanto, simplemente vivieron e hicieron lo que tenían que hacer: comer, crecer y reproducirse. Finalmente, todos terminaron convertidos en él, son polvo. Partículas de nada. Todos lo somos.

Me gustan los erizos, puedo pasar horas admirando sus lentos movimientos, se adhieren a las rocas con tanta fuerza que parece que son parte de ellas. Forman un bello espectáculo, reunidos en colonias, extendidos, esperando visitantes.

Atrapan mi mirada, los toco, intentan reconocerme, extienden sus miembros hacia mis dedos, en un bello saludo, estiro mis brazos hacia ellos mientras permito que la corriente me acerque aún más.




A los erizos les gusta jugar, a pesar de su aparente inmovilidad, buscan la forma de pasar el rato de la mejor manera. Algunos gustan de disfrazarse y se cuelgan encima un montón de basura con la intención de no ser reconocidos antes de llegar a donde quiera que vayan, tal vez van a una fiesta de disfraces. Algunos simplemente caminan por ahí buscando algo para comer mientras saludan a algún vecino.

Los más bellos, son los erizos negros, danzan al ritmo de las olas, mueven sus brazos de aquí para allá esperando que alguien pase a saludarlos. A baja profundidad la luz del sol se refleja en sus afiladas puntas, un espectáculo tornasol que deja boquiabierto a cualquiera con un poco de paciencia y pericia para mantener una distancia apropiada, hay que respetar su espacio vital.

Los erizos son bellos aún muertos, quizá entonces se refleja su verdadera naturaleza. Sus esqueletos muestran una complejidad de texturas simétricas, un patrón geométrico repetido a lo largo de su ser, una supuesta fragilidad que representa el orden dentro de un aparente caos.

Ellos, son simplemente lo que son y no pueden ser algo más, por eso, lo hacen lo mejor que pueden, espléndidos habitantes del mar. Poseedores de paciencia y sabiduría, testigos de la Historia.

Este bello ejemplar, no se convertirá en arena, cuando menos no ahora, escuchará mi silencio y yo escucharé el suyo. Somos compañeros de ahora en adelante.

26.7.06

Esto de andar perdido
como perrito faldero
como globo que se suelta en medio del desfile
como quien ha extraviado sus lentes
y camina sin darse cuenta de lo que sucede a su paso

me ha llevado a perder
cada día
un poco de lo que todavía no soy.

23.6.06




Pocas certezas tiene esta vida
son pocas, es cierto,
otorgan sentido
a las tardes inexplicables.
como el destino
de estos cerdos
que cada tarde
pasean en su transporte privado
transitan por estas calles
y cantan su felicidad.
salir de paseo
dicen, mira
qué bien que hemos salido
a ver la ciudad y sus habitantes
qué bien que todos nos miran
con un contento que da gusto
cantemos para ellos
nuestra canción de cerdos
y todos entonan al unísono
una canción de paseo verpertino.
así es cada tarde,
ellos pasean
regordetes, agradecidos
algo amontonados, es cierto,
felices, también es cierto,
salir al atardecer
mirar colores de cielo
extendido como sábana temprana
que cada tarde nos cubre
a ellos, los cerdos
y a nosotros
vaya forma de compartir
una tarde, una última tarde
ojos curiosos
los señalan gustosos
imaginando sus carnes
sus piernas y muslos
con una pasión morbosa
que se repite
tarde tras tarde
construyendo
esa certeza
que da sentido al paseo
la fila frente al semáforo
la prisa enajenada
sin atención cierta
sin perplejidad
frente al condenado
que canta su última canción
por la tarde
me entristece
casi hasta llorar
escuchar su canto de cerdos
felices de pasear y vivir
antes de convertirse
en su destino
yo podría gritarles
desde lo alto
donde observo
su tránsito e incertidumbre
huyan lejos
olviden las canciones
bailen esa danza
que aprendieron en la infancia
casi los puedo ver
me gustaría poder decir
que casi con certeza
pero no es así
bailando entre los autos
cantando nomeolvides
esperamiregreso
esparciéndose con prisa
entre nosotros
mientras se alejan
gustosos
olvidando su destino
descartando la única certeza
que tenía esta tarde.

13.6.06

Un cuadro de Rascón

El hombre que mira desde tu pared
me da miedo
sus ojos como flechas
persiguiéndome
atraviesa mi cuerpo
como un cristal de hielo antártico
ve a través de mi memoria
revisa mis recuerdos
conoce lo que no ha de suceder
una mancha en el paisaje ha llamado su atención
decide tomar forma
estira su mirada ganzúa
abandona su pasado inanimado
arranca el color
fulminante mirada de hoz
corro, intento escapar
abandonar tu casa
es inútil, me ha atrapado.
Él, divertido,
regresa a su lugar, en tu pared,
anota: una víctima más.

6.6.06

Relaciones perversas

Seguramente no fue su intención, tal vez al principio, pero después de un tiempo se volvió todo un experto en manipulación. Se dio cuenta del poder que ejercía sobre ella e hizo uso irracional de él. Sabía que a la menor seña de molestia, un mínimo quejido bastaba para tenerla ahí, junto a él. Así comenzó el juego, él gritaba y ella corría a su lado. Al principio era por necesidad, después se fue convirtiendo en un juego perverso, ella lo sabía, pero se daba cuenta que el correr para atender sus necesidades la llenaba de placer. Era un sueño que durante años mantuvo oculto, había nacido para servir a sus deseos, cualesquiera que fueran. Mantenía todos sus sentidos alerta para escuchar su llamado, nada podía detenerla para correr a su lado. Ella sabía que la mayoría de las veces solo eran llamados en falso, él sólo quería probar si ella venía en cuanto la llamara, ni una sola vez falló. Bastaba con una señal. Ella llegó a adivinar sus deseos, no hacía falta que él dijera nada, ella sabía lo que él quería, se anticipaba a sus deseos y se preparaba con anticipación. Llegó incluso a olvidarse de ella misma y de sus necesidades, él ocupaba todo, su vida giraba alrededor de él. Así fue durante años, la relación mantuvo esa dinámica, nunca se alteró, ella siempre estuvo ahí, por las noches velaba su sueño, por las mañanas estaba lista para satisfacer cualquier necesidad, ya fuera cierta o inventada. Porque esa era su especialidad: inventar necesidades y esperar que ella las cumpliera, nada le fue negado. Esa era la perversión más deliciosa, acabar con el ser que más lo amaba. Nadie más pudo entender lo que él era, nadie logró complacerlo así, por amor.

3.6.06

Busquemos tesoros enterrados



Buscaré tesoros ocultos
debajo de tus uñas
seguramente encontraré un moco
restos de comida
y la piel que me arrancaste
para llevarte como recuerdo a casa
mientras yo dormía.

22.5.06

Chinchilagua

Al grito de "¡Chinchilagua y ahí les voy!!!" se emprendía la carrera. Había que tomar el impulso necesario para brincar y caer lo más cercano al primer jugador del equipo contrario.
Estábamos en segundo de secundaria y para jugar teníamos que hacerlo a escondidas, en la parte posterior de la escuela detrás de los talleres de mecánica y electrónica existía el lugar perfecto: pasto, mucho pasto, para amortiguar las caídas.

Normalmente jugábamos puras mujeres, de vez en cuando convidábamos a los muchachos, la regla era que siempre alguno de nosotros debía permanecer como vigía para avisarnos cuando el prefecto se acercara, nos tenían prohibido jugarlo; ellos decían que nos podíamos lastimar, yo creo que querían evitar que nos tocáramos, pues era un juego de contacto. Absurda idea, pero así son estas y otras cosas parecidas que van conformando lo válido y moral, en este caso evitar que unos adolescentes se tocaran, aunque fuera en un juego. Como método para evitar los embarazos adolescentes, me parece una absoluta tontería.

El juego: formar una fila de 5 ó 6 compañeros, uno se coloca detrás del otro, todos se agachan y se sujetan de las piernas del otro, como si quisieras meter la cabeza entre las piernas de tu compañero de enfrente (no te asustes, es sólo un juego y es muy divertido), se trata de formar una cadena humana, capaz de resistir el peso (que literalmente cae volando) de todo el equipo contrario.

Una vez que la cadena se ha formado, todos agachados, con las piernas bien abiertas para equilibrarse mejor, uno a uno, los contrincantes uno a uno emprenderán una carrera, se impulsarán y tratarán de tomar un lugar lo más adelante posible sobre las espaldas del equipo que los sostiene.

El fin es resistir, los de abajo deben resistir el peso de los que saltan sobre ellos, y los de arriba deben evitar caer a toda costa. También resistes los olores de alguien que enfrente no aguantó y por el esfuerzo se dejó caer uno bien oloroso. A veces entre la bola no sabes ni quien te cayó encima, ni de quien es la mano que se está quebrando debajo de ti. Es, finalmente, una forma primitiva de compartir, compartiéndose. Es divertido.

21.4.06

Una cabellera incendiada


La lectura reciente de algo que, con toda intención, trataba de ser incoherente, logró en mí su cometido...perdí la concentración y me fui detrás de las palabras y las notas, ambas regalo del duende de la coherencia que de vez en vez se hace presente para enfrentarme, cual si fuera un espejo, conmigo y su visión desenfadada y exacta de un mundo al que intento aferrarme.
Irremediable, así fue, sin embargo no quise darme cuenta y traté más de dos veces de regresar a mi tarea.
Evadiendo la responsabilidad, intento prender un cigarro y, como no encontré mi encendedor, busqué una pequeña caja de cerillos que tengo guardada para momentos como éste en los que busco la sensación más que otra cosa y un cigarro es fundamental. Una sensación que disfruto, definitivamente, es la de encender un cerillo: abrir la caja y seleccionar uno entre todos, sentir la madera áspera entre mis dedos, admirar su color y, durante dos o tres segundos, observar el incendio que consume y transfigura esa aparente sencillez en algo bello; después, viene lo mejor...el aroma del fósforo encendido en mi habitación.
Entonces recordé un cuento que Ana Isabel actuó para nosotros ayer, era la triste historia de un cerillo, no muy grande, no muy chico (mediano con altito le llamó ella). El pobre cerillo sufría porque no lo elegían. El decido fósforo, lo único que deseaba era dejar de ser calvo, odiaba su cuerpo sin gracia, su cabeza sin adorno. Soñaba con ver su cabellera incendiada por algunos segundos. El cerillo en cuestión hizo mil y un tretas para llamar la atención de las personas, hasta que un día fue el elegido. En una bella narración, Ana Isabel describió las sensaciones de aquel triste y solitario ser, transformado en un intrépido cerillo, capaz de hacer todo por verse encendido y con un motivo para vivir. El gusto duró unos cuantos segundos, pero valieron la pena por escucharla contar y bailar esta historia que ahora yo comparto.

Olvidé encender mi cigarro, así como también olvidé qué era lo que estaba haciendo antes de distraerme con todo lo que cruzó por mi mente.

17.4.06

El Pinacate




El desierto puede ser todo menos vacío:
espacio ininterrumpido de posibilidades infinitas
oportunidad de encuentro con el más profundo de tus miedos
memoria gráfica de cada cicatriz en la corteza
invitación a saltar hacia la nada
la posibilidad de encontrar lo que siempre ha estado ahí
en un viaje al fondo de ti...

22.3.06

Propuesta de una campaña inexistente

Si yo fuera candidata a la presidencia municipal tendría una propuesta con la que seguramente ganaría el voto de los hermosillenses, cuando menos de los aficionados a los famosos e internacionalmente conocidos "hot dogs de la uni".

Debo admitirlo, me gustan, una de las principales razones es que me adoro la libertad de escoger, disfruto tener opciones, y que mejor ejemplo que un carro de hotdogs...con cebolla, sin cebolla, con chile, guacamoles, champiñones con chile, sin chile, pepino con crema, chorizo y un montón de aderezos que hasta la fecha no he terminado de probar. No es que sean parte de mi dieta cotidiana, pero disfruto que siempre estén ahí, a cualquier hora cuando se me antojan. Comienzo por imaginar el olor del tocino en la plancha, la sensación de la primera mordida al pan húmedo y caliente, casi me puedo ver parada tratando de decidir qué más le puedo poner antes de que se desborde; porque eso es un misterio sin resolver...como un hoyo negro que da cabida a cuanta materia entra en él y no permite salir nada, así son estos malditos dogos, ¿cómo diablos pueden contener tanto?, nadie ha podido responderlo.

Bien, el detalle está en algo que mencioné, los hotdogs de la uni están abiertos todo el día y, bueno, el ser humano tiene necesidades y en algún lugar debe de hacerlas...¿en dónde diablos van al baño los hotdogeros?!!!!! ¿Alguien puede responderme?, creo que no.

Todo comenzó una mañana que elegí quedarme leyendo en mi carro en vez de ir a la biblioteca porque sabía que iba a terminar platicando y no era eso lo que necesitaba cuando tenía una novela que terminar para el día siguiente, entonces lo vi, no he podido borrar esa imagen de mi memoria, él se acercó lentamente, volteó a todos lados (menos hacia donde yo estaba) y con una cara de satisfacción procedió a deshacerse de todo el líquido que su cuerpo ya no necesitaba. Por supuesto que no llevaba guantes y que yo sepa no hay un lugar para lavarse las manos. Anteriormente iban a los baños de la Universidad, pero las autoridades tuvieron que cerrar el acceso por seguridad (eso dijeron), y aunque sabemos que aunque los baños son públicos, no quisieron hacerlos "tan públicos", así que dejaron huérfanos y con muchas ganas a los sacrificados hombres que día a día preparan los sabrosos alimentos de una gran cantidad de hermosillenses.

Dadas estas circunstancias, mi propuesta como candidata sería la construcción de baños dignos y con una buena dotación de jabón para lavarse las manos después de hacer sus necesidades, para que estos trabajadores de la industria de servicios alimenticios.(¿estarán afiliados a la Canirac?, ¿tendrán más derechos ahora que aparecen en revistas internacionales?). Todos comeríamos más tranquilos, estoy segura, y ellos no tendrían que estarse escondiendo entre los carros para hacer pipí.

¿Votarían por mí?

21.3.06


Calvin and Hobbes by Bill Watterson

26.2.06

Tiempo de sobra

En la isla de Robinson Crusoe hay sólo cuatro cosas que hacer:

pescar, tomar, jugar al fútbol o ponerse los cuernos.


Y lo más lindo...,cuenta un paisano, es que las cuatro actividades terminan a las trompadas.

speechless

lo supe desde que nos cruzamos aquel día cerca del mercado, ese hombre tan simpático
robaría mis palabras, las que inundaban en ese momento, era una situación caótica, es cierto, pero mi pensamiento es así, un sinnúmero de palabras llegadas en tropel, en desorden, queriendo ser.
desde entonces, cada vez que he intentado decir palabras como tempestad, ciruela, círculo, soga, armónica, guijarro, cafeína, y otras que ahora no recuerdo, un sonido sordo y seco es lo único que logra salir de mi garganta, las palabras, cuando menos en su versión sonora, al parecer fueron secuestradas.

19.2.06

Un recuerdo traído desde la angustia de lo que viene

Definitivamente me aterra el saber que el día de mi cumpleaños se acerca.

Siempre ha sido así y no sé bien a qué diablos se debe. Vienen imágenes de fiestas infantiles, odiaba el momento de partir el pastel: las mañanitas, yo en el centro, pide un deseo, niños gritando, caos total, fotos y una sonrisa a medias más por incomodidad que por pena. Click. La foto como documento que prueba lo que digo, mis sonrisas de cumpleaños eran así, hasta parece que las tenía preparadas especialmente para la ocasión; y es que no sabía cómo debería sentirme, bueno, ahora sé cómo me sentía en esos momentos, pero creo que no sabía o no tenía la capacidad para decidirme a salir corriendo y dejar la fiesta, me pregunto cuál fiesta si estaba llena de niños que yo no invité, y que solamente iban a destruir todo lo que encontraban a su paso. Ahora me pregunto...es una buena pregunta...por qué iban todos esos niños a mis fiestas si ni siquiera eran mis amigos...yo lo único que quería era que se fueran todos al mismo tiempo y dejaran de correr por todos lados destruyendo todo lo que encontraban a su paso. ¿Dije ya que destruían todo lo que encontraban a su paso? Es la verdad, el recuento de los daños siempre dejaba más pérdidas que otra cosa. Y los regalos, bueno, casi siempre consistían en juegos de mesa que ese mismo día quedaban incompletos, piezas que se iban en los bolsillos de los no invitados por mí o en la basura.

Sin embargo, hay un regalo que recuerdo con especial cariño, fue una muñeca que me regaló mi tía Elena, en sí la muñeca no tenía nada de especial, eran más bien fea, de un plástico duro que hacía difícil o imposible dormir con ella o abrazarla, sin embargo, a mí me encantaba, no recuerdo cuál era su nombre, supongo que tuvo alguno, sólo sé que entre todas mis muñecas, ésa era mi favorita. Creo que mi tía Elena nunca lo supo y me gustaría que lo hubiera sabido porque ella no tenía la costumbre de tener detalles conmigo, así que, gracias tía.

17.2.06

Inevitable

se acerca
y es inevitable
aunque me esconda en lo más profundo del armario
aunque tape mis ojos para no verlo venir
aunque cierre puertas y ventanas
llegará,
y yo lo sé...
nada podrá deternerlo
ni el insomnio más feroz
ni mi deseo de escapar
ni el querer distraerlo con un espejo,
llegará y yo lo sé,
el tiempo
el que no se detiene
el que no se distrae
el que corre detrás de las hojas
y se pierde entre tus hojas
cuando evitas verte en mis ojos

11.2.06

Perspectiva

Observa el mundo OO
a través de un agujero O
dentro de una caja de zapatos
esperando que descubras
el paquete, que con descuido,
el hombre gordo del traje rojo
dejó caer en el techo de tu vecino.

Ayer me confesó un secreto...
Hace algo de frío en este lugar.

22.1.06

como una mudanza nocturna
a escondidas
primero desapareció la luz
escapó a los inquilinos
una ventana, una grieta en la pared
quedamos a oscuras
intentamos tocarnos el alma
guiarnos a través del único sentido
que el silencio no atrofió
la primera noche te llevaste tu pasado
ese enorme costal que cimbra tu espalda
los recuerdos de lo que nunca fue
risas cargadas de tinto y aguardiente,
la segunda noche extrajiste lo que eres
dejaste una fotografía
en la que no apareces
para que no te recuerde
ni extrañe lo que no eres
y finalmente, la tercera noche,
la más larga y fría de esta historia
como un ladrón y de puntillas
cargaste con el resto
la posibilidad de asesinarte
el amanecer que no vimos
los cuentos antes de dormir
el aroma que aún no logro descifrar
el ojo en la cerradura
desperfectos cotidianos que poblarían habitaciones
me deshabitaste
soy un cuarto en alquiler

3.1.06

La terminal I

Llegué a la estación faltando cinco minutos para las dos de la tarde. Crucé el amplio edificio haciendo alarde de mis habilidades malabarísticas, no se me cayó ni una sola bolsa, ni siquiera se deshizo el nudo de la caja cargada de productos regionales que no podía dejar de llevar, estando lejos esto vale oro. El hombre que me ayudó a empacarlos se burlaba de mí mientras me preguntaba si no quería llevar algo más (literalmente dejé la tienda vacía), es la nostalgia, le dije, la mayoría son regalos, quiero que la gente de allá pruebe las delicias de esta tierra. Mentira, todo era para mí, jamás pensaría en compartirlos y luego quedarme sin provisiones. Así, corriendo, sosteniendo bolsas, arrastrando maletas y buscando en el fondo de mi bolso el boleto que no estaba segura dónde dejé. Llegué finalmente a la puerta de salida. Mientras corría me imaginé la escena: yo me acercaba jadeando, lograba en ese justo momento encontrar el boleto en la página 147 del libro que estoy leyendo, lo mostraba impaciente, esperando instrucciones, mientras un hombre que nunca aprendió a hacerse el nudo de la corbata y que por ese día su labor consistía en estar parado en la puerta de salida revisando los boletos y detectando a algún posible sospechoso, de qué, no lo sabía, pero ahí tenía que estar, me diría con su voz de no haber dormido en cuatro días: lo siento, su autobús partió hace cinco minutos, si gusta puede preguntar en la ventanilla a qué hora sale el siguiente, pero la verdad dudo que consiga boleto, todo está vendido desde hace más de dos días. Si gusta le consigo un taxi para que regrese a la ciudad. Maldito, pensé cuando me acerqué al verdadero hombre, pobre de ti donde te transformes en lo que acabo de pensar, te juro que te mato aquí mismo, así que más te vale sonreír y pronunciar las palabras mágicas, su autobús acaba de llegar, y si puedes, para ganar tu redención, ayúdame con esta bolsa porque ya no siento el brazo izquierdo.

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