Hablaba con mi compañera de asiento, presumía de no marearme, es más, hasta me atreví a leer el artículo que Clara amablemente compartió con nosotros, supongo que sabía que no todos los que íbamos en aquel vehículo éramos expertos en el tema y, también supongo, que ella, amablemente, quiso aminorar las caras de "no entiendo qué de qué habla esta mujer". Casi, casi llegué a decir que yo era algo así como "Super Woman de la Carretera" y que tenía el antídoto del mareo patentado para mí solita. Ni madre. Después de una hora en la parte trasera de aquella kilométrica camioneta que se aventuraba entre una curva y otra...perdí lo invicta y tuve que admitirlo...estaba terriblemente mareada. Horrible sensación. Una curva y otra, aquello parecía interminable, sólo de imaginar que eso era apenas el comienzo, sentí un deseo enorme de llorar y pedirles que me bajaran inmediatamente del vehículo, estaba dispuesta a pedir un ride al primero que pasara en dirección contraria, evitando, a cualquier costa, vivir los siguientes tres días sentada en la parte trasera del “carrito” que se aventuraba por la montaña "rusa" (que por esos días cambió de nombre a “sonorense”).
Me equivoqué. Después de una parada en la que tuve el tiempo suficiente de recuperar mi estado natural de "Super Woman de la Carretera", comencé a disfrutar el viaje, incluso creo que llegué a aburrir a mis compañeros con mis expresiones de asombro. Entre una curva y otra se escondían inesperados parajes, arroyos, puentes, árboles, acantilados, pastizales, piedras, cielo, verde, gris, azul infinito. Definitivamente, Sonora tiene una belleza sin par, y los pueblos de la sierra, no se quedan atrás. Gracias por la invitación. Gracias por el recorrido. Fue una gran experiencia. Regresé llena de imágenes y de ideas. Regresé nueva. Disfruté sentarme a leer en todas y cada una de las plazas mientras los expertos revisaban todas y cada una de las imágenes (era mejor no estorbar, lo aprendí después de las primeras dos paradas). Me llené de sol y aire fresco. Realmente me hacía falta. Ahora entiendo por qué todos se sienten tan orgullosos de los pueblos. Yo también.
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4 comentarios:
nunca me había mareado. hace tres años fuí a Yécora una semana a dar un taller de cuento. iba fascinada de conocer un sonora verde, imposible, decía. ver bosque, montaña, tener frío, oler pino... sí, también me creía super woman en carretera después de los más de diez viajes redondos méxico-hillo en carro y demás viajecillos por el 'sur', jeje, pero después de una hora de vuelta y vuelta en la sierra del norte y estar pegada a la ventana maravillándome del paisaje, reconocí que me era necesario tomarme una dramamine, ups!
valió la pena.
me encanta la lore en el viaje, lo sabes, y si me llegaras a aburrir de tanto compartir te comparto entonces yo y ya nos aburriremos ambas, jejejeje
abrazote de pata de perro a la otra patushka!
Lores girl,
ja, yo se lo que es marearse, a mi me pasa todo el tiempo, hasta en los camiones de la ciudad.
Que bien que el destino no te jugo chueco y disfrutaste finalmente del viaje y aaahhh, sigues siendo superwoman aunque te marees mujer ; )
Un abrazo
Ave
sí, fue toda una experiencia...me gustó mucho, es más, me encantaría regresar con ustedes y mucho tiempo para pararnos en cada arroyo, piedra, puente que nos diera la gana...hay un puente desde el que se ve un banco de arena, que se vería lindo decorado con unas carpas y amenizado con un caracol y algunos otros instrumentos...
Tenes razón, y me encanta eso del "caracol", je ;-)
Ave
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