12.11.07

Viento en la cara


Lo entendí. Entendí de dónde viene esa necesidad de sentir el viento en la cara, de percibir los aromas y los sonidos de cerca, no puedo solamente verlos detrás del cristal, como si fuera un aparador. Lo supe mientras platicaba con Nora, una alumna que tuvo que emigrar de la parte posterior del camión cuando su estómago le avisó que estaba a punto de expulsar el desayuno, sobre los múltiples remedios que mis padres aplicaban para que no me mareara en la carretera. He desarrollado varias técnicas que descubrí sin darme cuenta, y las compartí con ellos a lo largo del viaje: van desde llevar la vista al frente, observar el paisaje, omitir la comida chatarra, no voltear jamás hacia atrás aunque la plática esté de lo más interesante, moverse junto con el auto, seguir las curvas, sentirlas...


Fueron tantos y tan variados los remedios que aplicaron para evitar que me mareara, que ya se me habían olvidado. Cuando era niña, mi familia acostumbraba salir de paseo fuera de la ciudad casi todos los fines de semana, y en vacaciones, las horas en carretera eran más de lo que cualquier niño pudiera soportar. Mi estómago se encargaba de manifestarse en contra y luego había que hacer paradas de emergencia. Mis papás se han de haber puesto de acuerdo para encontrar alguna solución. Supongo que les funcionó, es más, creo que fue gracias a ellos que ahora tengo esa necesidad, no es solamente un gusto, cada tanto tiempo la detecto, y entonces, debo tomar cualquier medio de transporte y salir de la ciudad: en bicicleta, camión o coche, salir del camino, poner los pies sobre la tierra o el agua, y sentir, ver un espacio abierto y respirarlo, dejarlo entrar por todos los sentidos.


Los remedios iban desde un periódico pegado al estómago que lo único que lograba era que me mantuviera quieta pues era de lo más incómodo y ruidoso (hasta la fecha no he logrado entender el fundamento científico que hizo creer a mi madre que un periódico podía conseguir que mi estómago se quedara tranquilo), también recuerdo que me daban limón y yo me comía hasta la cáscara; una vez mi padre me regaló una piedra, me contó una historia y me dijo que un chamán se la dio cuando le platicó el motivo por el que esperaba afuera del baño en mitad de alguna carretera (nunca se me ocurrió cuestionar la veracidad de la historia) y le dijo que mientras la tuviera en mi mano jamás me marearía (perdí la piedra, seguramente mientras me bajaba a echar las tripas y su contenido); al final, lo único que funcionó fue el aire, así que mi papá me daba permiso de sacar casi la mitad del cuerpo para sentirlo, si el camino lo permitía, podía sentarme en la ventana y sujetarme de la parrilla en el techo de la camioneta. Nadie protestaba por la ventana abierta, creo que me preferían afuera que adentro con la cara verde. De esa manera pude tocar las hojas, escuchar el agua, ver el color de las piedras y los insectos, ver las aves y el cielo. Jamás, jamás volvía a marearme.


Entendí por qué relaciono el viento en la cara con esa sensación de bienestar, entendí que el viento no viene solo, trae consigo el resto de las sensaciones y los aromas. Entendí que sólo saberlo me emociona. Entendí que no soy la única, habemos muchos y compartimos códigos. No he vuelto a marearme desde hace años, el viento hace maravillas, no sólo para evitar el mareo, aleja lo que no se necesita y acerca lo esencial.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenida de vuelta! :D

Bienaventurada dijo...

Oh, yo siempre me mareo, aquí las carreteras son sinuosísimas, el terreno más accidentado q haya conocido, así que es normal que viniendo del llano en llamas el contenido de mi estómago se rebele después de unas horas de carretera en autobús. Ojalá me dejen abrir una ventana. Viento, por caridad. Un abrazo viajero.

Blas Barajas, escritor dijo...

a mi el viento me despeina. las carreteras espantosas no e causan otra cosa más que pánico.

Saludoxxx

Anónimo dijo...

y el dramamine pues!!!!!

Tabletas Mareos, náusea y vómito (Dimenhidrinato)
INDICACIONES:
Para la prevención y el tratamiento de náuseas, vómito y mareo asociados con movimiento.

DOSIS RECOMENDADA:
Adultos: Dosis preventiva 1 tableta media hora antes del viaje. Contra el vómito 1 ó 2 tabletas cada 8 horas. No exceder de 8 tabletas en 24 horas, ni por más de 2 ó 3 días.


te lo aseguro que si sirven

a Yecora y Granados y nada

saludos!!!

Samuecchi dijo...

Yo creo que
esas sensaciones y relaciones
provienen de nuestra necesidad a estar alejados de una tumba.

No sé, yo estoy tranquilo si respiro brisa de playa o arenas de duna.
Pero al igual que usted
entiendo por qué.

Un saludo
D.

nacho dijo...

Una vez me mareé en la Rumorosa. Iba sentado en la parte posterior de un vehículo y pretendí ponerme a leer en medio de las curvas... Llegué a Mexicali a punto de vomitar y tuve que acostarme por espacio de dos horas para recuperarme... Fuera de eso... nada... incluyo puedo leer en autobús, avión y bote (no en bicicleta, claro)... je Un beso.

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