14.8.07

Tarde de parque

Uno de ellos (el mayor) era rubio, delgado y frágil (lo supe porque cuidaba demasiado su peinado y que no se cayera el curita que cubría un rasponcito en su rodilla, lo acomodaba constantemente), además era un chismoso de primera (mamá, míralo se está columpiando muy alto; mamá, está contando mentiras; mamá, se subió otra vez al pasamanos) y no se le daba la coordinación motriz (no lograba subirse al subibaja sin ayuda y el pasamanos era algo fuera de sus posibilidades). Tenía como 6 ó 7 años y cargaba con un rencor de hermano mayor, el que se siente desplazado, sobre todo si el pequeño es más gracioso o da más lata.

El otro, 4 ó 5 años, era un pequeño ajeno a las preocupaciones de su madre y hermano, platicaba con una niña en los columpios, cabello oscuro, cuerpo ágil y brazos fuertes, lucía unos lentes oscuros que le daban personalidad (cuando menos él lo creía), se levantaba limpiándose el polvo como si nada, no le importaba caerse ni las ampollas que el pasamanos pudiera causarle (al grito de ella pidiéndole que se bajara pues se tallaría las manos, solamente gritó: no importa, se curan).

Sentados sobre el pasamanos, cada uno en un extremo. El mayor le dice: ¿jugamos a tirarnos? te asomas y te tiras, a lo mejor vuelas. El pequeño lo piensa un segundo y contesta: no, me pego en la cabeza. El mayor le dice: crúzalo por arriba. El pequeño lo piensa un segundo, no puede resistir el reto y lo intenta, se detiene a la mitad y no sabe qué hacer, intenta regresar. El mayor, que lo esperaba en la orilla opuesta, baja de inmediato y sube por el lado de su hermano. Comienza a tirar de sus pies, lo empuja, lo jalonea. Quiere tirarlo. El pequeño se sujeta fuerte, muy fuerte, y alcanza a soltar su pierna, la mueve para que su hermano no pueda jalarlo de nuevo, casi lo tira. El mayor por poco pierde el equilibrio, se detiene con las dos manos, deja en paz la pierna de su hermano y baja sin decir una palabra. Retrocede dos pasos y mira a su hermano pequeño, (casi me atrevo a decir que había odio), entonces se va a los columpios. El pequeño baja del pasamanos, se acerca y le dice a su mamá: mamá, mi hermano quería tirarme para que me muriera. La mamá responde: ¿cómo se te ocurren esas cosas?, vete a jugar y no te ensucies.

4 comentarios:

Sol dijo...

El odio, cuando viene en un empaque tan pequeño, es mucho más impresionante.

Franco Félix dijo...

esos hermanos chistosos.

yo me hubiera lanzado sin problema alguno. después volvería a darle un zape a mi hermano. y al final le pediría a mi mamá que me comprara un helado.

nacho dijo...

El eterno dilema de la sangre, desde Caín y Abel, desde el advenimiento del "otro" proveniente del mismo útero, la competencia involuntaria por la obsesión de un amor egoísta...
el problema es que subsista en la adultez... y hay cada caso...

saludos con un buen cabernet.

nacho mondaca

mar adentro dijo...

Lo peor es que no es ficción, fui testigo de este momento que estuvo a punto de ser asesinato...creo que yo hubiera sido el único testigo...nadie más les ponía atención.

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