
Esta luz
sobre la mesa
frente a los libros
de una mujer llena de detalles
como su casa
nos acompañó a cierta distancia
y parecía no notarse mucho.
Para mí,
hizo la diferencia.
Sigue Nakata dando vueltas, creo que no se irá. Nakata es un personaje, lo sé. ¿No existe? Quizá ésa sea la magia de la Literatura, porque yo lo extraño. Extraño su paciencia, su infinita paciencia, y la forma en que acepta las cosas como vienen y al mismo tiempo mantiene un asombro constante.
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He encontrado unas bellas ilustraciones de Leila Ketty, las tomé prestadas. Quise traer un poco de Nakata hacia acá. Leila hizo un bello trabajo ilustrado basado en Kafka en la orilla, pueden verlo aquí.
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Nakata se sentó aquella mañana en el solar y esperó. Nakata observó y esperó. Nakata charló con los gatos del solar y esperó. Esa mañana, sentada en el solar, me enamoré de Nakata.
La gatita blanca de mi amiga Eva ha desaparecido, y yo quisiera decirle, hay que buscar a Nakata, seguro él puede ayudar a encontrarla. Nakata iría por ahí, preguntando a los gatos si han visto a la gatita de Eva, ellos le darían pistas y él
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Nakata hablaba con los gatos y ellos eran amables con él. Nakata cambió la idea que tenía de los gatos. A partir de Nakata, cada vez que veo un gato me pregunto si será medio loco como Kawamura (Si no ata, caballa, encuentra. Si encuentra, ata. Sería algo que podría decir Kawamura), si será un gato culto como Mimí o si estará extraviado, como Goma.
Es de noche y el mar está tan tranquilo que casi se te olvida que estás ahí, en su orilla. Lo escuchas, el sonido de sus olas te invita a acercarte y te dejas llevar por ese canto de historias profundas que toca tus pies. Ésta es una de esas historias que el mar me contó una noche, ¿quieres escucharla?
Me gusta el sonido del agua. Hace poco descubrí que tengo pequeños videos de cuanto arroyo me encuentra con una cámara digital en la mano. Éste, es el arroyo que corre hasta la Cascada de Basaseachi , lleva el mismo nombre. Aquí la capté un poco antes de caer los cerca de 250 mts. que lo separan del fondo del Cañón de Candameña.
Es invierno, la temporada de lluvias pasó hace unos meses, así que en esta época la cascada casi no lleva agua. En tiempo de lluvias, el arroyo corre bastantes metros más alto y es tanta su potencia y la prisa que llevan sus aguas, que uno se conforma con verlo correr desde una distancia prudente. En invierno se puede caminar hasta las las piedras y sentarse sobre ellas por horas, sólo para escuchar el agua.
Ellos caminan tomados de la mano, como lo han hecho desde que él es un niño. Desde entonces, ella toma su mano para guiarlo y asegurarse que no se vaya demasiado lejos. Desde entonces, ha estado ahí para recordarle que ella es su madre, la mujer que le dió la vida, quien siempre ha estado a su lado y siempre lo estará. Cada día le dice cuánto lo quiere, le recuerda que ella lo conoce mejor que nadie, y que sólo ella sabe lo que es bueno para él. Porque ella, ella le ha dado todo, se ha sacrificado por él y siempre ha estado a su lado. Él es su hijo y siempre, siempre estarán juntos...
III
Te amo, pero ella es mi madre