(De cuando Novecento decide bajar):
Se lo había dicho uno que se llamaba Baster, Lynn Baster. Un campesino. Uno de esos que vive durante cuarenta años trabajando como un burro y lo único que ha visto es su campo, y una o dos veces, la gran ciudad, unas leguas más allá, el día de la feria. Pero lo que a él le había pasado era que la sequía se lo había quitado todo, la mujer se había fugado con un predicador de vete tú a saber qué, y a sus hijos se los habían llevado unas fiebres, a los dos. En fin, uno que nació estrellado. De manera que un día recogió sus cosas, y recorrió toda Inglaterra a pie, para ir a Londres. Pero, teniendo en cuenta que no entendía mucho de caminos, en vez de llegar a Londres acabó en un pueblecito insignificante, aunque, no obstante, si seguías por aquel camino, girabas un par de veces, y rodeabas una colina, al final, de repente, veías el mar. Nunca lo había visto, se quedó pasmado. Lo había redimido, si hay que creer en lo que decía. Decía: «Es como un grito gigantesco, que grita y grita, y lo que grita es "¡Pandilla de cabrones, la vida es algo inmenso!, ¿quereis enteraros o no? Inmenso".» Lynn Baster no había pensado nunca en aquello. Nunca se le había ocurrido pensarlo. Fue como una revolución en su cabeza.
BARICCO, Alessandro (1994) Novecento. Anagrama, Barcelona, 2007.
Se lo había dicho uno que se llamaba Baster, Lynn Baster. Un campesino. Uno de esos que vive durante cuarenta años trabajando como un burro y lo único que ha visto es su campo, y una o dos veces, la gran ciudad, unas leguas más allá, el día de la feria. Pero lo que a él le había pasado era que la sequía se lo había quitado todo, la mujer se había fugado con un predicador de vete tú a saber qué, y a sus hijos se los habían llevado unas fiebres, a los dos. En fin, uno que nació estrellado. De manera que un día recogió sus cosas, y recorrió toda Inglaterra a pie, para ir a Londres. Pero, teniendo en cuenta que no entendía mucho de caminos, en vez de llegar a Londres acabó en un pueblecito insignificante, aunque, no obstante, si seguías por aquel camino, girabas un par de veces, y rodeabas una colina, al final, de repente, veías el mar. Nunca lo había visto, se quedó pasmado. Lo había redimido, si hay que creer en lo que decía. Decía: «Es como un grito gigantesco, que grita y grita, y lo que grita es "¡Pandilla de cabrones, la vida es algo inmenso!, ¿quereis enteraros o no? Inmenso".» Lynn Baster no había pensado nunca en aquello. Nunca se le había ocurrido pensarlo. Fue como una revolución en su cabeza.
BARICCO, Alessandro (1994) Novecento. Anagrama, Barcelona, 2007.
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