Sobre el techo de la tierra, el viento silbaba en los obenques de los mástiles de la televisión. Resultaba extraño oír ese ruido ahí, en medio de la ciudad, tan lejos del mar. Sin embargo, me llegaba entremezclado con el lejano fragor de los coches en la avenida de Ivry, en la Place d’Italie, más allá todavía, en los muelles o en la carretera de circunvalación, en oleadas, muy suave, como cuando sube la marea. De pronto sentí un vacío, un deseo que se apoderaba de mí, que me hacía daño. Era por el sonido del mar, hacía mucho tiempo que no lo oía, era algo vertiginoso. Me dirigí hacia el borde del tejado, inclinada contra el viento, como si allí abajo fuera a poder ver el mar. Nono me agarró:
-¿Qué haces? ¿Estás loca? ¿Quieres morir?Pensé: “Tal vez sea por eso por lo que la gente se tira por la ventana, porque cree que el mar está ahí abajo”. Me agarré a él.
El pez dorado, J. M. G. Le Clézio
4 comentarios:
Le Clézio sabe capturar la experiencia del mar, no?
A propósito: Empecé a leer Murakami (si mal no recuerdo a partir de una cita que leí en este blog) y ha sido una especie de fiebre. No PUEDO dejar de leerlo!!
Uma!...¿verdad que es genial? ¿qué estás leyendo?
Adoro sus personajes. Me encantaría encontrarlos por ahí.
Acabo de terminar "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo". Es increíble. El clima fantástico que construye es muy poderoso. De a poco, mientras uno lee, va creciendo la sensación de la realidad tiene más caras y más capas de las que uno piensa. Fue toda una experiencia.
Y los personajes... Es verdad, los presonajes son increíbles. Cuando desaparecen de la historia uno comienza a extrañarlos. Ojalá anduvieran por ahí!
Acabo de iniciar Sputnik, mi amor, vamos juntas en este viaje Murakamiano. Creo que lo leo esperando encontrar a May Kasahara entre sus páginas.
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