Ayer regresé a Punta Chueca, un año es demasiado cuando se trata de ese lugar y su gente que abraza intensamente y sonríe desde el brillo de sus ojos. Ayer, la tristeza humana que no intenta esconderse y brota del fondo del alma convertida en sollozos. El lugar de los contrastes y la realidad paralela. Ayer regresé de Punta Chueca y, como siempre que regreso de Punta Chueca, extraño la parte de mí que se quedó sentada junto a Don Antonio y Ramona, siendo parte de la tarde, el mar, el sol.
Adiós, Cornelio, cuéntanos cómo es.
4 comentarios:
algún día tienes que invitarme a punta chueca, Lore. Si me llevas, te prometo portarme a la altura y ser simpático. Saludes
No es necesario que te portes a la altura, sé tú mismo, seguramente les encantarás. Solamente necesitamos un carro de altura, es decir, que aguante el camino: una hora de terracería, casi puro lavadero. Los dientes te castañean, la plática se escucha como cuando juegas al grito de los indios y se afloja todo lo que no venga en su lugar...jajaja.
La verdad, con un pickup la hacemos.
¿nos lo robamos y lo regresamos por la noche?
¿Y la cheyene apá?
eso es lo mismo que yo pregunto...jajaja
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