Caminando por los pasillos de un centro comercial dedicado a las mejoras del hogar. Los personajes somos Ana Isabel y yo.
- No, no lo arregles.
- ¿Por qué?
- ¿Sabes?...es que...en realidad es bueno...
- ¿Qué?
- El baño.
- ¿Por qué lo dices?
- Mira, es que lo bueno es la luz.
- ¿Qué tiene la luz?
- La que me recuerda.
- La que te recuerda..¿qué?
- Que me tengo que lavar los dientes, claro.
- ¡Ah!...No, no entiendo.
- Mira, cada vez que paso por el baño pasa lo mismo...
- ¿Sí? ¿Qué pasa?
- Es la luz, la que se prende sola.
- ¿Sí?
- Es que no sirve el botoncito.
- ¿El apagador?
- Sí.
- Por eso estamos aquí, para comprar un apagador nuevo.
- Pero yo digo que es bueno, por eso, porque cuando yo paso por el baño
veo que la luz está prendida, porque siempre se prende sola, y cuando voy
a apagarla veo los cepillos de dientes y me acuerdo que no me los he
lavado, entonces entro sólo para apagar la luz y salgo con los dientes
limpios. Por eso digo.
- Tienes razón.
- ¿Qué?
- Que es bueno.
- Sí.
- Mejor no arreglamos el apagador, no queremos que dejes de lavarte los
dientes.
- Ves...eso es lo que decía, que es bueno.
29.8.07
23.8.07
Levanten la mano
Los niños que hayan perdido a su papá: levanten la mano.
Gracias, bájenla.
Los niños que hayan perdido a su mamá: levanten la mano.
Gracias, bájenla.
Los niños que hayan perdido a un hermano o a una hermana; a sus abuelos, o a uno de ellos, o a un tío querido o a una tía que los crió: levanten la mano. Gracias, bájenla.
Los niños que no levantaron la mano: tienen la tarde libre, salgan de la escuela y corran a sus casas a abrazar y abrazar, hasta cansarse.
Gracias, bájenla.
Los niños que hayan perdido a su mamá: levanten la mano.
Gracias, bájenla.
Los niños que hayan perdido a un hermano o a una hermana; a sus abuelos, o a uno de ellos, o a un tío querido o a una tía que los crió: levanten la mano. Gracias, bájenla.
Los niños que no levantaron la mano: tienen la tarde libre, salgan de la escuela y corran a sus casas a abrazar y abrazar, hasta cansarse.
Luis Pescetti
20.8.07
k psría?
¿Qué pasaría si se instalara un software que congelara el messenger durante 30 segundos cada vez que escribimos con faltas de ortografía?
¿Evitaría el cambio que está sufriendo el idioma?
¿Provocaría una conciencia sobre la importancia de cuidar la forma al expresarnos por escrito?
¿Perdemos demasiado tiempo escribiendo correctamente?
¿Atentaría contra la libertad de expresión?
Estas preguntas, y espero que muchas más, las discutirán los muchachos en clase, por lo pronto a mí me gustaría saber qué piensan ustedes.
¿Evitaría el cambio que está sufriendo el idioma?
¿Provocaría una conciencia sobre la importancia de cuidar la forma al expresarnos por escrito?
¿Perdemos demasiado tiempo escribiendo correctamente?
¿Atentaría contra la libertad de expresión?
Estas preguntas, y espero que muchas más, las discutirán los muchachos en clase, por lo pronto a mí me gustaría saber qué piensan ustedes.
14.8.07
Tarde de parque
Uno de ellos (el mayor) era rubio, delgado y frágil (lo supe porque cuidaba demasiado su peinado y que no se cayera el curita que cubría un rasponcito en su rodilla, lo acomodaba constantemente), además era un chismoso de primera (mamá, míralo se está columpiando muy alto; mamá, está contando mentiras; mamá, se subió otra vez al pasamanos) y no se le daba la coordinación motriz (no lograba subirse al subibaja sin ayuda y el pasamanos era algo fuera de sus posibilidades). Tenía como 6 ó 7 años y cargaba con un rencor de hermano mayor, el que se siente desplazado, sobre todo si el pequeño es más gracioso o da más lata.
El otro, 4 ó 5 años, era un pequeño ajeno a las preocupaciones de su madre y hermano, platicaba con una niña en los columpios, cabello oscuro, cuerpo ágil y brazos fuertes, lucía unos lentes oscuros que le daban personalidad (cuando menos él lo creía), se levantaba limpiándose el polvo como si nada, no le importaba caerse ni las ampollas que el pasamanos pudiera causarle (al grito de ella pidiéndole que se bajara pues se tallaría las manos, solamente gritó: no importa, se curan).
El otro, 4 ó 5 años, era un pequeño ajeno a las preocupaciones de su madre y hermano, platicaba con una niña en los columpios, cabello oscuro, cuerpo ágil y brazos fuertes, lucía unos lentes oscuros que le daban personalidad (cuando menos él lo creía), se levantaba limpiándose el polvo como si nada, no le importaba caerse ni las ampollas que el pasamanos pudiera causarle (al grito de ella pidiéndole que se bajara pues se tallaría las manos, solamente gritó: no importa, se curan).
Sentados sobre el pasamanos, cada uno en un extremo. El mayor le dice: ¿jugamos a tirarnos? te asomas y te tiras, a lo mejor vuelas. El pequeño lo piensa un segundo y contesta: no, me pego en la cabeza. El mayor le dice: crúzalo por arriba. El pequeño lo piensa un segundo, no puede resistir el reto y lo intenta, se detiene a la mitad y no sabe qué hacer, intenta regresar. El mayor, que lo esperaba en la orilla opuesta, baja de inmediato y sube por el lado de su hermano. Comienza a tirar de sus pies, lo empuja, lo jalonea. Quiere tirarlo. El pequeño se sujeta fuerte, muy fuerte, y alcanza a soltar su pierna, la mueve para que su hermano no pueda jalarlo de nuevo, casi lo tira. El mayor por poco pierde el equilibrio, se detiene con las dos manos, deja en paz la pierna de su hermano y baja sin decir una palabra. Retrocede dos pasos y mira a su hermano pequeño, (casi me atrevo a decir que había odio), entonces se va a los columpios. El pequeño baja del pasamanos, se acerca y le dice a su mamá: mamá, mi hermano quería tirarme para que me muriera. La mamá responde: ¿cómo se te ocurren esas cosas?, vete a jugar y no te ensucies.
10.8.07
8.8.07
Algunos libros nos mueven por dentro, otros son una invitación a soñar. Hay libros que nos mueven todavía más y nos invitan a preparar una maleta para ir a conocer los sueños en vivo y a todo color. Tengo entre mis manos un libro, un libro que es una invitación, imágenes de alfombras y lámparas de aceite, especies y danzas, espadas y pipas, sabores y colores que imagino, lugares en los que me veo, en los que me he visto. Siempre he querido recorrer esta ciudad, perderme en sus calles y mercados, detenerme frente a sus aguas y escuchar sus historias. Alguien me escuchó decirlo y me hizo un regalo, un regalo que es una invitación: Eyewitness Traveler – Istanbul. Gracias.
5.8.07
HERas
Eras horas de tarde
eras el sentido de las horas
eras duda dentro del sueño
eras soledad de nautilius
eras pluma sobre la espalda de las palabras
eras carta sin destinatario
eras vino de la mejor cosecha
eras cuerpo lanzado al vacío
eras oculta en ese vacío
eras escama arrancada sin piedad
eras corazón latetente arrancado en la batalla
eras camino hacia el océano
eras la ruta del deseo
eras el deshielo de mi piel
eras aire flotando en este espacio
eras el cuento de mi infancia
eras balanza sin fiel
eras barro primigenio
eras la pregunta eterna
eras máscara del tiempo
eras los surcos en mi rostro
eras alas de la noche
eras espora del vacío
eras la cuadratura del círculo
eras línea del horizonte
eras la libertad a medias
eras el próximo minuto
eras flotante y lejana
eras el destino inevitable.
eras el sentido de las horas
eras duda dentro del sueño
eras soledad de nautilius
eras pluma sobre la espalda de las palabras
eras carta sin destinatario
eras vino de la mejor cosecha
eras cuerpo lanzado al vacío
eras oculta en ese vacío
eras escama arrancada sin piedad
eras corazón latetente arrancado en la batalla
eras camino hacia el océano
eras la ruta del deseo
eras el deshielo de mi piel
eras aire flotando en este espacio
eras el cuento de mi infancia
eras balanza sin fiel
eras barro primigenio
eras la pregunta eterna
eras máscara del tiempo
eras los surcos en mi rostro
eras alas de la noche
eras espora del vacío
eras la cuadratura del círculo
eras línea del horizonte
eras la libertad a medias
eras el próximo minuto
eras flotante y lejana
eras el destino inevitable.
4.8.07
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