Creyó que aquello que encontraron una mañana cerca de su casa era un trozo de luna y desde entonces tuvo miedo de las noches en que ella aparecía como queriéndose caer desde una orilla. Se dedicó a seguirla noche tras noche para que no perdiera ni uno solo de sus ojos. Fue en esos días que le perdí la pista, era difícil seguir sus pasos intentando coleccionar los pedazos de luna que solían caer cerca del río. Quiero creer que pasó por aquí una noche y dejó un regalo junto a la ventana. Creo que era suyo porque venía envuelto en una hoja que contenía el fragmento de una conversación que tuvimos una noche que hablamos de la luna y su influencia sobre los hombres, él me explicaba su fascinación por el satélite y yo le contaba los motivos por los que mis padres me habían llamado así, Luna. La piedra que envolvía el papel brilla con una luz pálida y casi azul que cambia de intensidad y a veces creo que intenta decirme algo que aún no alcanzo a comprender.
27.9.10
12.9.10
Encuentros cercanos
1. Se acercan los días en los que la idea es viajar por carretera para cruzar el desierto por un camino recto, dispuesta a todo lo que ofrece ese aparente vacío que permite ver horizontes y deseos.
2. Viajaré o viajaremos, ésa es la cuestión. Si el verbo se conjuga en primera persona del singular o del plural, seguramente marcará una diferencia. Sí, parece raro pero quizá llega el día en que la ficción se puede convertir en una crónica. Dejar de ser personaje de la serie multimedia "Historias para viajar" y convertirse en enviado especial para cubrir el evento.
3. Ver la sonrisa de mi hermana y mi cuñado y constatar si es cierto (como han dicho todos en estos días) que ya se le nota, y ese bebé tan esperado, también deja de ser parte de nuestros sueños para convertirse en risa y aliento. Darle un abrazo largolargo que diga Feliz Cumpleaños y buscar un regalo especial que tenga su nombre.
4. Encontrarnos con la escritora y escuchar sobre sus lecturas y lo que descubre, sobre los proyectos que van tomando forma y, lo más importante, disfrutar de su presencia y sentido del humor que tanto extraño.
5. Disfrutar de un concierto en la ciudad más violenta del país (tal vez algunas otras ya superaron esta marca). La voz de Silvio y lo que tiene que decir. Viajar cientos de kilómetros para asistir al concierto Voces de América para Ciudad Juárez y escuchar a Silvio o hacer como que escucho a Silvio y junto con todos los asistentes creer que la violencia tiene solución.
En otro orden de encuentros:
6. Alguien tocó el timbre de mi casa a las 6:30 am. Cuando salí a ver quién osaba interrumpir así mi sueño, no había nadie. Ya no pude volver a dormir. No se vale.
7. Voy al encuentro del agua salada para disolver el color oscuro.
5.9.10
Paranoia
Platicaba con las Mafaldas hace unas semanas y les decía que cuando pienso en la muerte, lo único que me queda claro es que no hay forma de sacarle: va a llegar y es un hecho que no puedo cambiar, así que intento mostrar buena cara o al menos no una de pavor. Según dije ese día, había llegado a la conclusión de que no tengo miedo de morir. No es cierto, no sé en qué momento se me ocurrió decir tal mentira. O tal vez debí aclarar que no tengo miedo de morir siempre que sea de muerte natural y no en un accidente o en medio de un tiroteo.
La semana pasada leí varias notas sobre el narcotráfico y sus prácticas. Escuché sobre secuestros, casas de seguridad, amigos que cierran sus negocios, asaltos, armas, drogas, muerte, amenazas, extorsiones, etc. Luego encontré el nombre de un amigo y la fotografía del café que maneja en uno de los lugares más apacibles de la ciudad. Recibió una amenaza: tenía que vender la droga que le dejaban y pagar en unos días al mensajero. Mi papá me cuenta que asaltaron todas las sucursales del negocio en el que trabaja; el dueño acaba de traspasarlo por una mínima cantidad, ya no quiere saber nada. Me cuentan de una amiga que le habló a su esposo del celular mientras lloraba para contarle que frente a ella acababan de matar a alguien y que tenían la calle cerrada. El colmo fue el señor que caminaba frente a la casa el sábado por la noche y se acercó para compartir algo de su locura. Entre frases inconexas contó sobre cómo mató a su hijo con una cuerno de chivo, habló de sicarios que llegaban a una bodega, repitió algunos diálogos que parecían de una mala película de gángsters, órdenes de matar a la gente, habló de encerrarlos, de dinero, de muerte y dijo que el baño del fondo olía a sangre porque ahí los habian matado a todos. Después de un rato continuó su camino. Nunca vamos a saber qué tanto había de cierto en todo lo que dijo.
Tal vez, esa fue la causa por la que ayer no pude terminar de comer. Entré en ese restaurante de mariscos con el estómago vacío y con ganas de probar un poco de todo. Hasta que me senté y vi que en la mesa de al lado un grupo de policías departía amablemente junto con algunos comensales con cara de pocos amigos. Intenté concentrarme en el cóctel, en los callos que tenía frente a mí, en su delicioso sabor, en la salsa, en el clamato, los callos, sí, eran enormes y estaban frescos y deliciosos. En vano, no pude terminar. Pedí la cuenta y salí a la calle. Eso está mal. No puede ser que haya dejado más del a mitad de los callos. El taxista me cuenta que muchos de sus compañeros dejan el oficio después de que les meten un susto. Yo le pido que vayamos al hotel por mis cosas y me lleve al aeropuerto.
2.9.10
Banderas
Quizá las señales fueron evidentes para todos, menos para mí. Quizá sea tiempo de hacer algo y poner orden dentro y fuera. Quizá sea momento de decir lo siento y guardar silencio. Quizá también sea momento de hablar o de pedir ayuda. Quizá sea momento de sacar una bandera blanca o una de sos, de agitar los brazos o de dejar de hacerlo. Quizá sea momento de esperar. Quizá sea el momento de retomar o replantear. No sé de qué es el momento, pero sé que es tiempo de algo que no es esto.
Disfrutaba enormemente patinar a la orilla de la bahía. El parque por un lado, el mar por el otro. Personas de todas las edades salían a correr o se montaban en una bicicleta nada más caía la tarde. Paseaban a sus perros o se tiraban en el pasto. Me llamaba la atención encontrar banderas decorativas que colgaban en las casas. No sé si es algo cultural, si es una moda o si la necesidad de comunicar a los demás un estado de ánimo o una postura ideológica es imperativa. El caso es que ahí iba yo, interpretando mensajes mientras patinaba: aquí celebran la pascua; acá están orgullosos de decir que son gays; en este otro dan la bienvenida a alguien; acá viven estudiantes de USD; allá, alguien que practica el buceo. Aquí son demócratas; alla, republicanos. Aquí vive algún veterano; allá alguien que gusta de las flores. Parece que les gusta comunicar quiénes son y lo que pasa en su vida. Yo me preguntaba qué importaba si quienes pasábamos frente a sus casas nos enterábamos de sus gustos y filiaciones. Al parecer, a ellos no les importaba si los demás queríamos saberlo o no, de todos modos colgaban sus banderas para que ellas dijeran lo que ahí pasaba.
Creo que hoy colgaría una bandera. Una bandera que en una imagen dijera, tiempo fuera. O no, tiempo de hacer algo y poner orden dentro y fuera. Quizá una bandera que dijera lo siento o manos a la obra. Sí, eso.
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