Esta luz
sobre la mesa
frente a los libros
de una mujer llena de detalles
como su casa
nos acompañó a cierta distancia
y parecía no notarse mucho.
Para mí,
hizo la diferencia.
Sigue Nakata dando vueltas, creo que no se irá. Nakata es un personaje, lo sé. ¿No existe? Quizá ésa sea la magia de la Literatura, porque yo lo extraño. Extraño su paciencia, su infinita paciencia, y la forma en que acepta las cosas como vienen y al mismo tiempo mantiene un asombro constante.
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He encontrado unas bellas ilustraciones de Leila Ketty, las tomé prestadas. Quise traer un poco de Nakata hacia acá. Leila hizo un bello trabajo ilustrado basado en Kafka en la orilla, pueden verlo aquí.
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Nakata se sentó aquella mañana en el solar y esperó. Nakata observó y esperó. Nakata charló con los gatos del solar y esperó. Esa mañana, sentada en el solar, me enamoré de Nakata.
La gatita blanca de mi amiga Eva ha desaparecido, y yo quisiera decirle, hay que buscar a Nakata, seguro él puede ayudar a encontrarla. Nakata iría por ahí, preguntando a los gatos si han visto a la gatita de Eva, ellos le darían pistas y él
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Nakata hablaba con los gatos y ellos eran amables con él. Nakata cambió la idea que tenía de los gatos. A partir de Nakata, cada vez que veo un gato me pregunto si será medio loco como Kawamura (Si no ata, caballa, encuentra. Si encuentra, ata. Sería algo que podría decir Kawamura), si será un gato culto como Mimí o si estará extraviado, como Goma.