18.12.08

Río Sonora

Así se escucha...

15.12.08

Mi amigo imaginario

Para ser producto de mi imaginación debo confesar que era un excelente conversador, tenía sus ideas y le gustaba compartir opiniones, nunca intentaba imponerlas, y lo mejor: sabía escuchar. Nunca supe cómo o dónde aprendió tanto, no hablaba sobre su pasado. Tal vez, antes de ser mi amigo imaginario lo fue de alguien que vivió en un país lejano, un periodista o un corresponsal de guerra, pues a veces, a mitad de una plática, me sorprendía con algún dato curioso y comentarios sobre las noticias del día.

11.12.08

Inútil insistir


Supongo que el mundo es un mejor lugar cuando yo me subo al carro y dentro del estéreo se encuentra el nuevo disco de Pescetti (pedido-regalo-entrega, especiales, sucede, a veces, cuando uno tiene suerte de conocer personas especiales con las que se comparten risas, pláticas y gustos) y no hago otra cosa más que cantar y reír. Seguro cuando hago alto en un semáforo alguien debe pensar que ahí va una loca muy feliz, porque se ríe sola. Tengo un asiento en el espectáculo y me divierto como si estuviera ahí. Y sí, voy feliz y canto. Gracias.

4.12.08

El momento

Cuando cosas como éstas ocurren, cuando el mundo se desmorona, cuando el pájaro deja de dar cuerda, cuando la llavecita se pierde y nuestro universo no puede funcionar, entonces es momento para la literatura.

Es un pájaro de verdad. No sé como es. Jamás lo he visto. Sólo lo he oído. El pájaro-que-da-cuerda se posa en un árbol de por aquí y, poco a poco, va dándole cuerda al mundo. Mientras tanto, hace ric-ric. Si él no le diera cuerda, el mundo no funcionaría. Pero eso nadie lo sabe. Todos, absolutamente todos, creen que es un enorme mecanismo, mucho más imponente y complejo, el que mueve el mundo con mano férrea. Pero no es así. La verdad es que el pájaro-que-da-cuerda va de un lugar a otro accionando el resorte que hace funcionar el mundo. Es un mecanismo tan sencillo como el de un juguete de cuerda. Basta con hacer girar una llavecita. Pero esa llavecita sólo la puede ver el pájaro-que-da-cuerda.
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de MURAKAMI, Haruki (1994), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Maxi Tusquets, México, 2008.
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Desde que lo leí, hace un par de meses, creo que hablo de él al menos una vez al día, con quien se deje. Comenzamos a platicar de algo inocente, y sin saber cómo ni decir agua va, aparece con su ric-ric-ric. Ni siquiera yo me doy cuenta qué mecanismo acciona el tema o cómo aparece en el universo de la charla. El caso es que si hablo de él una o dos veces al día, lo pienso cerca de 20 ó 30 veces, tal vez más. No he querido analizarlo, no quiero saber qué técnicas utiliza Murakami para atraparme de esa forma, para hacer de sus personajes seres a los que me gustaría tener como vecinos o compañeros de viaje. Sólo sé que lo leo y escucho el sonido: ric-ric-ric, desde ese pozo en donde a veces me guardo, aún estando rodeada de personas o realizando cualquier actividad. El pájaro va directo al pozo, a la rama del árbol imaginario que planté junto a mi pozo imaginario, y desde ahí me llama, y yo sé que en ese momento, está dándo cuerda a mi mundo.
Debo admitir que al principio me sentí un poco decepcionado. Cabía la posibilidad de haberme confundido, pensé que tal vez había entrado al espejo equivocado. Imposible, fue tan sencillo hacerlo. Primero atravesé el cristal con una mano, después asomé la cabeza y, sin pensarlo, me metí por completo. No hay nada al otro lado del espejo, sólo un espacio vacío y con poca luz. Intenté distinguir algún objeto, una sombra, no pude ver nada. Sentí frío, aquel espacio se encontraba vacío por completo. Deseé encontrarme con algo o con alguien, debería, al menos, poder escuchar sonidos de ese lugar, pero no, nada se movía, nada se escuchaba, no había nadie. Traté de ver hacia el otro lado, el que conocía, el mundo que creía conocer. Pude ver que alguien abría la puerta, la vi acercarse. Al otro lado: May. Quizá lo imaginé, pero podría jurar que saludaba, ahora creo que se despedía de mí. Parecía no importarle lo que estaba pasando, que yo la estuviera viendo desde el otro lado. Sacó algo como un pañuelo del bolso trasero de su pantalón. Entonces, ella, con mucha paciencia, borró mi reflejo del cristal.

1.12.08

Feliz

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