23.7.10

Yo sólo quería un ride

Creo que no podría ser del club de Beyoncé Independent Women. Normalmente no me importa y disfruto de esa independencia, pero hay ocasiones en que saber que estoy sola en esta ciudad me provoca una mezcla de tristeza e impotencia que me hacen actuar en forma extraña, como ayer.

Y es que me choca no tener quien me dé un ride cuando tengo que llevar mi carro al taller. Sé que es completamente irracional y subjetivo. Seguro mucha gente lo hace, pero para mí es un indicativo de soledad cabrona. Sí, lo sé, es algo subjetivo. Es el mismo indicativo por el que algunas personas no pueden ir solos al cine cuando yo lo disfruto muchísimo. Sí, definitivamente es algo subjetivo ¿Y qué le voy a hacer? Me deprime no tener a quién pedirle que me lleve al taller sin hacer cara de qué hueva.

Tal vez ese pobre hombre que atiende el mostrador del taller no entendió por qué cuando me dijo que pidiera un taxi se me llenaron los ojos de lágrimas, tomé mis llaves, le di las gracias y salí de ahí. Él no sabía que de verdad necesitaba ayuda, que traía mi carro lleno de cajas, que tenía que hacer maletas y preparar un material, que había hecho como diez pendientes antes de poder llegar ahí a dejarles el auto para que le arreglaran uno de los muchos detalles que últimamente le están saliendo. Él no sabe que odio llevar el carro al taller y que si por mí fuera me desentendía de ese tema de por vida. Él no lo sabe.

Hay que ir un poco hacia atrás. Yo voy a ese taller por el servicio, por un servicio: siempre me dan un ride a mi casa. Es un plus, aunque sé que más bien es porque Panchita trabaja ahí desde hace años y sabe que cuando llego preguntando si pueden recibir mi jeepointer es porque logré organizar todas las pelotas y puedo quedarme un día sin carro. Ella siempre arregla que alguien me lleve.

Pero ayer no estaba Panchita y ese hombre, aunque es amable, no tiene criterio. Y a pesar de que antes de llegar hablé para preguntar si podían recibir mi auto y dejarme en casa, quien contestó salió a comer y olvidó comentarlo. El hombre del mostrador me decía: no hay quien te lleve. Yo le dije: ahí están los mecánicos, en 10 minutos estarían de regreso. Él respondió: no está el chofer, no se puede. Yo volví a decir: necesito que alguien me lleve. Él repetió: no hay nadie. Yo le dije: dame una opción, necesito dejarte el auto y llegar a mi casa con las cajas que traigo. Él dijo: pide un taxi. Y ahí fue cuando me acordé que no hay nadie y que odio cuando dependo de personas como él, y me fui, a punto de llorar, con el carro lleno de cajas y sin baleros ni amortiguadores. No fue una salida dramática, no soy así, pero creo que sí se notó porque como a los cinco minutos el hombre del mostrador me marcó al celular y me dijo, si quieres yo te llevo.

Ahora necesito encontrar otro taller, me da pena regresar.

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