Quiere que le hable de ella, pero no hay mucho que decir. No, casi no la recuerdo. Recuerdo el olor de la cocina, olía a caldo de pollo, el techo alto, muy alto, y la estufa grande, siempre limpia. Algunas veces me pregunté cómo le haría cuando se llegaba a fundir el foco. Recuerdo que sobre un mueble había una caja metálica decorada con imágenes de cuadros antiguos, en esa caja siempre había algunas piezas de pan dulce. Nosotros abríamos la caja, quizá sólo para comprobar esa constante, nunca para tomar un pan. Lo teníamos prohibido, no sé por qué. No se nos permitía tomar nada de la cocina, aunque tuviéramos hambre. Lo que sí hacíamos era mojar la punta del dedo con saliva y levantar las grageas de colores del fondo de la caja, eso no se notaba y teníamos la sensación de hacer algo prohibido. Recuerdo un patio grande y vacío, no tenía un solo árbol y siempre estaba limpio, y unos cuartos al fondo que siempre fueron un misterio, los mantenían cerrados con candado y las pocas ocasiones que vimos que alguien salía y se dirigía a uno de ellos, no nos dejaba asomarnos, la explicación era que ahí no había nada para niños y luego esa frase: “no queremos que se asusten cuando vean al fantasma que vive ahí dentro” y nosotros nos pasábamos la tarde completa pegados a la puerta, tratando de ver algo entre los tablones, creyendo haber escuchado algo. Recuerdo, también, que en su cuarto había un armario de madera. Tenía dos puertas con espejo y varios cajones que casi siempre estaban cerrados con llave. Invertimos muchas horas buscando la llave, hasta que una tarde la encontramos, pero ese día tuvimos tanto miedo de ser descubiertos que lo único que hicimos fue a dar vuelta al cerrojo y comprobar que abría. Unas semanas después por fin nos aventuramos a explorar dentro del armario, no recuerdo qué encontramos, supongo que nada interesante porque de esa tarde sólo recuerdo el olor a talco y el orden con el que estaban colocadas las cajas y su ropa interior. No sé por qué le teníamos tanto miedo, creo que nunca nos pegó. Tampoco nos hizo un cariño ni nos dio un regalo. Era su forma de hablarnos, sin tocar, como se le habla a quien no importa si está o no. Era como si ella hubiera preferido que no estuviéramos ahí, que no existiéramos. Creo que no nos quería.
24.3.10
14.3.10
Solicitud de amistad
Es discutible el término. Tal vez porque ya nos acostumbramos y no nos asombra que a diario encontremos un aviso de algún extraño o extraña que quiere ser nuestro amigo, sea cual sea el medio o la red en la que estemos dados de alta. Sí, me asombran las posibilidades de encuentro con quienes alguna vez coincidimos y que jamás soñamos con volver a ver o saber algo de ellos. Sí, me asombra la apertura y la facilidad para establecer contacto y circular información. Soy fan del Internet y usuaria de messenger y facebook y, aunque tengo mis cuestionamientos sobre cómo nos relacionamos cada día más en en plano virtual y menos en el de a deveras, el de carne y hueso, soy usuaria y hasta acudo a mi terapia de evasión una vez a la semana en bejeweled o word challenge. Lo que ahora llama mi atención es el sentido de la palabra amigo y la forma en que de un día para otro tenemos más de 100 amigos a los que probablemente nunca veremos en persona.
Encontré una solicitud de amistad en FB. No sé quién es, tiene un nombre extranjero como Ruddisaf Vioodfol, algo así. La imagen de su fotografía de perfil tampoco me dice nada. Tenemos en común dos páginas de buceo de las que alguna vez me hice fan porque un amigo-instructor las sugirió, algo así. Es todo. Antes de dar respuesta a la solicitud me llama la atención las 6 fotografías de perfil que aparecen en su lista de amigos, así que doy clic (aunque no me gusta indagar así en la vida de quien no conozco, tampoco en la de quien conozco pero ese es material para otra historia que no quiero contar), y que se abre la mentada lista de amigos de Rwersfoak y encuentro que sus cientoypico de amigos son en realidad amigas y todas bucean, o al menos eso indica la fotografía que tienen en su perfil. Sí, la lista de amigos de Rudgoier Vasioer o cómo quiera que se llame se compone exclusivamente por mujeres que tienen en su perfil una fotografía de alguna inmersión. Mujeres de todo el mundo bajo el agua. Mujeres guapísimas que lucen todavía más atractivas dentro de ese equipo que les permite convertirse en sirenas. Me pregunto quién diablos es este Veriolliof y de qué se trata esta especie de club de sirenas. ¿Las invitará a bucear? ¿será un viajero del mundo y buscará divebuddies en cada lugar que visita?, ¿hablará con ellas o sólo se dedica a reunir fotos como estampitas de álbum? ¿será una especie de freak?, ¿será fan del sexo submarino?, ¿será una invitación a un reallity show tipo el bachelor bajo el agua? Como no recuerdo el nombre de Reweriorff Viookioff, nunca lo sabré. Pues antes de que mi cabeza se convirtiera en una cascada de preguntas más y más extrañas sobre un tipo que ni conozco ni conoceré y sus gustos o aficiones, regresé y respondí que thank you, but no thank you, I don't wanna be your friend, scuba freak (no lo escribí, sólo lo pensé). Algunos días después encuentro de nuevo la solicitud de fbamistad, con una nota: I think you're hot, o algo así. Y pensé, vaya, al tipo de verdad le gustan las mujeres que bucean, porque en esa imagen no se distingue nada de nada, y aún así, piensa que soy hot y estoy segura que no puede ver más que esa fotografía. Me reí y pensé: he thinks I'm hot, jaja. Regresé a ver mi foto y la verdad es que no encontré el factor hotness por ningún lado. Extrañas cosas.
6.3.10
El Coloso
Lo que más me gusta de esta ciudad es este barrio, me meto en él como quien espía otra vida y siempre encuentra algo que le asombra. Hace años, cuando recién llegué a vivir aquí, alguien me dijo: por nada del mundo se te ocurra meterte ahí, no me conocía. Es su gente que sonríe, son los colores, los viejos que se sientan por la mañana con una taza a tomar el sol, las doñas haciendo tortillas junto al tambo convertido en fogón, son las niñas con uniforme que bajan la calle dejando que el viento levante su falda, son las mujeres que se acercan a la hora del recreo para ver a sus hijos jugar, es el señor que vivía en aquella casa construída de piedra laja en la orilla del cerro y a quien nunca logré ver, pues su cara siempre estaba detrás del períodico que leía, son las flores frente a las casas, es el señor que sube el carro de paletas por la empinada calle, es el espacio abierto que se esconde detrás del cerro, es el señor que baja el tanque de gas en hombros, es el color del pasto seco tras los campos de juego, es el gordo que pide cooperación para las festividades, son los locos de la esquina, los niños que encuentran un espacio para jugar a la pelota aunque tengan que esperar a que pasen los carros, es el espacio ceremonial violentado por una calle pavimentada que atraviesa y vigila, son las ramadas y la vida que resignifican, son los fariseos y sus mandas, con sus máscaras, sus tenábaris de aluminio y su danza. Cuando llega la cuaresma, este barrio tiene otra vida, son otros los sonidos que se escuchan y otras las formas de vivirla.
La fotografía es de Roberto O., quise darle el crédito y busqué en su perfil de flickr que sólo dice que es hombre y está ocupado, yo puedo agregar que sus imágenes son estupendas.
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