Ese niño se acercaba tímidamente a cada una de las mesas, como quien quiere cerciorarse de si lo que los demás hacen es interesante o no. Yo lo vi desde que llegué, pero realmente lo noté cuando se recargó en mi hombro para asomarse a ver el sudoku que estaba resolviendo, le pregunté si quería ayudarme y no contestó, continuó caminando hacia otra mesa.
Cuando llegó el pastel para la señora de la mesa de al lado y los meseros se acercaron a cantar las mañanitas, el niño se asomó y desde lejos, casi en un susurro, acompañó la canción. Permaneció atento y a cierta distancia. Llegó el momento de apagar las velas, el niño cerró los ojos y sopló al aire. Después sonrió y regresó a su mesa.
1 comentario:
me conmovió mucho, se me puso el ojo de candy
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