17.9.09

Suicidios en domingo

Nadie me encomendó la tarea, fue sólo por sentirme súper salvadora de los pequeños habitantes del mundo y creer que hacía algo bueno, por recordar mi infancia o por aburrimiento, el caso es que ahí estaba yo, disfrutando de esa alberca y del silencio para mí solita, cuando vi a la primera. No pude resistirlo y salí a buscar una hoja o cualquier cosa con la que pudiera ayudarla, pero llegué tarde, la abeja se había ahogado. Cuando era niña jugábamos precisamente a eso, a sacar abejas semiahogadas y observar cómo se esforzaban por volar de nuevo. Me di cuenta que cerca flotaba alguna que no tuvo suerte. Pasé la siguiente hora con mi hoja "rescata abejas" a la mano, por si encontraba alguna más. Y sí, encontré varias, algunas tuvieron suerte, otras no. Quién sabe qué les pasa a las abejas, que no se avivan y son las únicas, o las más frecuentes, víctimas de las albercas.
Esto no hubiera pasado a más si yo no me hubiera quedado en los escalones decidida a terminar de leer esa novela en donde la chica está empeñada en morir a cómo dé lugar, cuando las vi. Bien por ellas, pensé, ¿o debería decir ellos? No sé nada sobre el sexo de las abejas, ¿el abeja y la abeja?, ¿o simplemente las abejas? Volaban unidas, daban vueltas, subían, bajaban, verdaderamente lo estaban pasando bien, cuando...algo pasó, tal vez en el último momento perdieron el equilibrio, se acercaron demasiado al agua o en el éxtasis se olvidaron de volar. El caso es que ambas cayeron al agua, justo frente a mí, y mi hoja salvadora. Bien por ellas, pensé. Y ahí voy, hoja en mano. Detecté a la primera, la subí a la hoja, la acerqué a la orilla, unos segundos después ya estaba volando de nuevo. Busqué a la compañera y dije, voy por ti. Me acerqué, la ayudé a subir a la hoja, la dejé sobre la orilla, pensé que haría lo mismo que su compañera, se buscarían y en unos minutos estarían tratando de terminar lo que quedó inconcluso, pero no, no fue así. La abeja se dirigió a la orilla, y se tiró al agua. Extraño, pensé. Tomé la hoja, la subí de nuevo, la volví a dejar sobre la orilla. Unos segundos después la abeja caminaba de nuevo, directo al agua, y se lanzó. Dos suicidios frente a mí en menos de 10 minutos es demasiado, aunque uno fuera ficción. Cuando leí que finalmente la chica logró lo que quería, igual me impactó. No puedo dejar que esta abeja se ahogue frente a mis narices después de haberla sacado del agua dos veces, pensé, así que repetí el proceso una tercera vez. La abeja tardó unos segundos más en reaccionar, yo aproveché para decirle: no te azotes, no está ahí, no se ahogó, es más...se fue de inmediato, no le importó que te ahogaras, pero ni así, no entendió. En cuanto recuperó fuerzas, ahí va de nuevo... directo al agua. Maldición, una abeja suicida. Pinche abeja, ¿que no entiendes que no vale la pena morir por amor? Entiende: s-e-f-u-e. Cuando la saqué del agua, por cuarta vez, la llevé lejos, muy lejos, lejos del agua. La puse sobre el pasto, junto a unas flores, junto a otras abejas, y me fui. No quería ver cómo regresaba a tirarse de nuevo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un texto sublime, muy, muy hermoso. Me ha encantado.

Anónimo dijo...

No perdio la vida, tan solo la
abandono



respetuosamente L.G.

luis gavotto dijo...

Cosumatum est

la natalia dijo...

te vi.. tu hoja, la alberca.
tu texto me hizo estar en ese lugar.

es bello lo que haces/hiciste.

te quiero mucho.
:)

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