26.7.05
Domestícame II
-¿Jugar contigo? No..., no puedo-dijo el zorro- Aún no estoy domesticado.
Si me domesticas, me haces tuyo, me visitas, me regalas, me vuelvo único para ti...entonces, seré tu amigo y podremos jugar. Antes, no. Domestícame.
-Mira que listito este zorro...bien zorro que salió. "Te doy si tu me das" ya lo había escuchado antes, -dijo el Principito. No, no se vale quererme convencer de esa manera de que te domestique y me haga responsable de ti. -¿Qué no te sabes la historia?, ¿no sabes por qué estoy aquí? - Vine huyendo de una flor muy mandona. Que si riégame, que si cúbreme, que si el sol, que si esto o lo otro. No pude más. Así que una mañana simplemente me fui. La dejé sola, sé que hice mal, pero ese planeta era demasiado pequeño para los dos. Y ahora tú sales con que me acerque poco a poco, te visite todos los días a la misma hora, te traiga algún regalo, que vuelva todo esto un ritual, todo para que al final quieras jugar conmigo. Estás muy equivocado si piensas que haré todo eso sólo por jugar contigo. Mejor me voy de este planeta a donde haya otros zorros o flores, o lo que sea, más "openminded" y simplemente acepten ser mis amigos sin esperar nada a cambio.
-Adiós -dijo el principito- y se fue. El zorro solamente se quedó en silencio. No pudo dar todo ese discurso que tenía preparado acerca de la amistad y de la satisfacción que da el necesitar y ser necesitado. No, todo eso había quedado atrás. El Principito entró a un cibercafé y compró un Tamagochi por internet, es más, encontró una oferta y consiguió que le enviaran dos por el mismo precio. Una persona a su lado compraba una mona de silicón para sus noches solitarias y una tímida dama en la esquina daba un nombre falso mientras hacía el pedido de varias réplicas masculinas en distintos materiales y texturas.
Afuera, el zorro se desdibujaba. Nadie lo visitaría ni pretendería acercarse poco a poco. No podía entrar a buscar un amigo en internet, ya que el letrero en la puerta claramente decía: "no se admiten animales", aunque adentro un zoófilo se excitaba con algunas imágenes encontradas en la página de Animal Planet. Se asomó de nuevo por la ventana, esperando ver si el Principito había, tal vez, cambiado de opinión. Alcanzó a ver como el que pudo haber sido su amigo, sostenía una animada conversación en un chat con un tipo que en ese momento tomaba el nick de "zorro".
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