El verano puede paralizar casi cualquier cerebro. Las personas caminan de un lugar a otro, en sus caras claramente se ve que no tienen la más mínima idea de a dónde van o por qué se dirigen a ese lugar. El calor les nubla la mente y, entonces, sólo caminan, tienen la idea de que finalmente llegarán a un sitio y con suerte será el que ellos buscaban.
Los observo. Sus ojos literalmente salen de sus cuencas, no pueden ver por el efecto del espejismo. Sus bocas medio abiertas tratan de controlar la temperatura interna y las gotas corriendo por su frente sudan los recuerdos de meses de clima apasible. El verano llegó y no existe un espacio en este lugar que nos resguarde de él.
Busquemos enterrarnos y permanecer escondidos bajo la humedad de un sahuaro. Me platicarás historias de tus antepasados, algunos sueños y, tal vez, también me cuentes de aquella vez que intentaste cruzar la frontera. Yo te contaré historias que no aprendí en la escuela, las que me invento cuando veo a la gente caminando por la calle, derritiéndose bajo el sol de esta tierra, me imagino sus nombres, lo que hacen y qué motivo los tiene bajo esta tortura climatológica, tal vez te cuente de ellos. Sí, y también escucharé tu respiración cuando te vayas quedando dormido y mis historias comiencen a evaporarse. Mientras tu y yo permanecemos enterrados, esperando que la tierra gire, el sol nos acaricie más suavemente, el verano pase y cientos de almas se derritan sobre nosotros.
8.6.05
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