El domingo, después de mucho tiempo de no ir, regresé a un lugar que fue determinante en mi gusto por estas tierras, me refiero al Himalaya...maravilloso lugar, lo mejor fue encontrar la marea baja, tan baja que las pozas de marea fueron un regalo de casi todo el día.
Puedo pasar horas sentada observando cada movimiento y lo que dentro de ellas sucede, es la vida misma. Parece que no pasa nada, error, es todo lo contrario, cada organismo lucha por obtener alimento, por ocupar un espacio, por sobrevivir. Es un mundo pequeñito donde cada quien cumple una función.
Los moosnis, los queridos moosnis, conocen y saben que la sonrisa con la que regresé se alimentó del sol, el sonido de las olas, las anémonas, los camarones, los cochitos, los erizos, las esponjas y los corales. Esa sonrisa es la mejor, porque dura y dura y dura por mucho tiempo, y se suma a las puestas de sol y encuentros de la semana, por eso quise compartir estas imágenes con quien venga a visitar este blog. Si me ven sonriendo porque sí, no estoy loca, sólo feliz.