13.9.05

Yo los vi

Desde mi banca de parque tuve la oportunidad de verlos. Espectáculo inolvidable: Dos seres humanos descubriéndose como si nunca antes hubieran tocado una piel, como si nunca hubieran sentido el calor de otro cuerpo.
Se tocaban de a poco, como si tuvieran miedo o estuvieran esperando que el otro se deshiciera o evaporara al contacto de sus manos. Tocaron cada poro como si fuera un territorio inmenso.
Se veían, como nunca antes se han visto los hombres, se conocieron con sus ojos, se tocaron el alma, contaron verdades y mentiras, historias no vividas y deseos escondidos. Inventaron lo que aún no son.
Sus lenguas recorrieron sabores. Probaron y degustaron manjares. Regresaban y andaban, remontando cañadas y valles. Lentos, sin prisa, dos seres humanos se descubrieron en el parque como si fuera la primera vez en la historia del planeta.
Y yo, desde mi banca de parque, los vi.

5.9.05

Rapunzel




Rapunzel lo vio venir a lo lejos.

Rapunzel lo vio bajarse de su caballo. Era hermoso. Definitivamente era el príncipe más apuesto que había llegado hasta esa torre para rescatarla.

Rapunzel lo escuchó decir algo:
-Rapunzel, amada mía, lanza tus cabellos de oro. Así podré subir a la torre y te rescataré de ese encierro en el que te ha mantenido el terrible ogro del bosque.

Rapunzel no escuchó lo que él dijo, pero lo supuso, todos gritaban lo mismo. Aunque hacía mucho tiempo que nadie intentaba rescatarla. Ya no recordaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez. Tanto deseó escapar de esa torre.

Rapunzel intentó trenzar su cabello. Tenía tanto tiempo sin cepillarlo, los nudos que se habían formado impedían la labor.

Definitivamente era difícil ser Rapunzel. La fama de su cabello se había extendido por todo el reino. Los primeros años no había logrado escapar porque su cabello no era lo suficientemente largo para llegar hasta la base de la torre. Así que esperó. Ya crecería. Ella lo cepillaba constantemente, lo cuidaba y arreglaba esperando por un príncipe, no importaba realmente qué príncipe, ni que fuera apuesto o gobernara un reino, ya lo único que importaba era que finalmente la rescataría.

El tiempo pasó y los príncipes dejaron de acudir con la frecuencia que solían hacerlo. De vez en cuando, alguno se aventuraba. Ella lanzaba su trenza pero ellos no la alcanzaban.

Rapunzel desesperaba y conforme pasaba el tiempo, perdió la cuenta de los meses y los años, mientras tanto, su cabello crecía.

Era complicado peinar y trenzar esa larga cabellera a diario. Dejó de hacerlo tan a menudo. Lo hacía solamente cuando no encontraba arañas que contar o sueños que alejar. Para su suerte, Rapunzel encontró utilidad a su cabellera. Se cubría con ella cuando tenía frío. La utilizaba para limpiar el piso de su torre. Incluso, intentó hacer un columpio, pero resultó ser una idea dolorosa.

Esta vez sería distinto. Durante años lo había dejado crecer, sería imposible que no llegara a la base de la torre para que ese apuesto caballero pudiera subir hasta donde ella se encontraba. Así tenía que ser: él la rescataría y serían felices para siempre.

Los minutos pasaron, las horas pasaron, y ella no lograba deshacer los nudos; no encontraba la manera de lanzar su trenza por la ventana, además, la falta de cuidado era evidente: su cabello se había vuelto quebradizo y no tenía el brillo que solía tener.

Cuando después de varias horas lo logró, el príncipe estaba a punto de marcharse. El apuesto galán tomó la trenza y comenzó a escalar hacia la torre en donde la bella y célebre Rapunzel se encontraba cautiva.

El final de esta historia apareció en el diario del reino. El saldo de aquel frustrado rescate fue un príncipe muerto. Falleció casi instantáneamente tras la caída desde las alturas, cuando la trenza del descuidado cabello de Rapunzel no soportó el peso y terminó por romperse. Dejando a una desconsolada princesa, con un mal corte de cabello, atrapada en una torre, quizá, por toda la eternidad.

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