Ahora encontré un fantasma en mi casa, un fantasma poco común, debo admitirlo, ¿alguna vez alguien ha visto el fantasma de una piedra? Yo lo vi hoy, tirado justo en el centro de esa habitación.
Las piedras pueden tener hábitos extraños, como pasar toda su vida en un mismo lugar, guardar insectos o plantas en su interior, fracturarse de vez en cuando, caer y tomar formas versátiles o cubrirse de musgo, si bien les va. Las piedras son extrañas, pero así me gustan. Las colecciono. Llegué a tener una colección enorme de piedras que levantaba sin querer mientras caminaba, decidía quedarme con ellas cuando algo importante sucedía mientras las sostenía en mi mano o las guardaba en alguna bolsa del pantalón, creía que de esa manera iba a recordar ese momento por siempre, pero no fue así, digo, los momentos los sigo recordando, pero las piedras eran tantas que difícilmente me acordaba dónde o en qué momento cada una había llegado a mí.
Comenzaron ocupando una esquina del buró junto a mi cama hasta que llegó un momento que había más piedras que otras cosas. Les destiné un lugar especial. La colección creció poco a poco pues uno no vive momentos importantes todos los días, y si los vive no siempre está consciente de ello. Un día tuve que irme de ahí y las piedras no pudieron ir conmigo, algunas, las más grandes, las encontré en casa de mis vecinos un día que fui a visitarlos. Pero ahora se trata de una piedra en especial, o del fantasma de ella, que ahora me visitó.
Tomé la piedra antes de salir de casa y la tuve en mi mano todo el camino. Memoricé su forma exacta, la figura que alguien había labrado en ella, sus colores, las capas que la formaban. Sabía exactamente lo que debía hacer, pero no lo hice, cuando menos en el viaje de ida. Al regreso la piedra seguía conmigo y entonces le hablé, le conté la historia de cómo había llegado a ser tan importante y por qué ahora debía guardarla en un lugar del que nada ni nadie podría hacerla regresar. Al parecer lo entendió y estuvo de acuerdo en guardar esa historia hasta el fin de los tiempos. Esperé a llegar al lugar indicado, entonces la solté y ella fue a dar al fondo del mar.
Es por eso que me asombró encontrarla ahí, tan tranquila, en el centro de esa habitación, como si quisiera decir, he regresado para traerte la historia de nuevo y puedas rescribirla. Las piedras son extrañas, no hay duda, no hice más preguntas y la levanté, seguramente hoy era un día importante y yo todavía no lo sabía.
Las piedras pueden tener hábitos extraños, como pasar toda su vida en un mismo lugar, guardar insectos o plantas en su interior, fracturarse de vez en cuando, caer y tomar formas versátiles o cubrirse de musgo, si bien les va. Las piedras son extrañas, pero así me gustan. Las colecciono. Llegué a tener una colección enorme de piedras que levantaba sin querer mientras caminaba, decidía quedarme con ellas cuando algo importante sucedía mientras las sostenía en mi mano o las guardaba en alguna bolsa del pantalón, creía que de esa manera iba a recordar ese momento por siempre, pero no fue así, digo, los momentos los sigo recordando, pero las piedras eran tantas que difícilmente me acordaba dónde o en qué momento cada una había llegado a mí.
Comenzaron ocupando una esquina del buró junto a mi cama hasta que llegó un momento que había más piedras que otras cosas. Les destiné un lugar especial. La colección creció poco a poco pues uno no vive momentos importantes todos los días, y si los vive no siempre está consciente de ello. Un día tuve que irme de ahí y las piedras no pudieron ir conmigo, algunas, las más grandes, las encontré en casa de mis vecinos un día que fui a visitarlos. Pero ahora se trata de una piedra en especial, o del fantasma de ella, que ahora me visitó.
Tomé la piedra antes de salir de casa y la tuve en mi mano todo el camino. Memoricé su forma exacta, la figura que alguien había labrado en ella, sus colores, las capas que la formaban. Sabía exactamente lo que debía hacer, pero no lo hice, cuando menos en el viaje de ida. Al regreso la piedra seguía conmigo y entonces le hablé, le conté la historia de cómo había llegado a ser tan importante y por qué ahora debía guardarla en un lugar del que nada ni nadie podría hacerla regresar. Al parecer lo entendió y estuvo de acuerdo en guardar esa historia hasta el fin de los tiempos. Esperé a llegar al lugar indicado, entonces la solté y ella fue a dar al fondo del mar.
Es por eso que me asombró encontrarla ahí, tan tranquila, en el centro de esa habitación, como si quisiera decir, he regresado para traerte la historia de nuevo y puedas rescribirla. Las piedras son extrañas, no hay duda, no hice más preguntas y la levanté, seguramente hoy era un día importante y yo todavía no lo sabía.
4 comentarios:
Yo hice una colección de piedras también. Me gustaba mucho. Pero el de siete las usó de juguete hace demasiados años, y las fue perdiendo poco a poco.
Las extraño, sí. Me gustaría tenerlas de vuelta.
También es cierto que las piedras deciden con quién estar y en qué momento. Debe haber un motivo muy muy especial para que esa piedra regresara a ti, aunque fuera como fantasma. Aprovéchala. Besos.
vaaa. que buen texto fantástico. me recordó discutibles fantasmas.
(no confies en el corazón negro de las piedras -R-)
La piedra es signo de permanencia, quizá por eso nos identificamos con ellas; van por la vida con un aire de eternidad, son grandiosas como cimiento y el mundo mismo descansa sobre ellas. Seguirán ahí cuando nos hayamos ido. un beso.
:O qué sorpresa
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