No había nada más que decir, ninguno se atrevió a pronunciar una palabra, ninguno se atrevió a moverse. De pie, recargados en el barandal del segundo piso, justo afuera del que hasta ese día fuera su salón de clases, intentaron retener el tiempo. Ambos sabían que en algún momento debían marcharse. En casa la esperaban, además, debía llegar temprano a su nuevo trabajo. Él podía tomarse un poco más de tiempo, no había nadie en casa, su madre saldría tarde del trabajo ese día. Él tomó ambas mochilas y con una mirada la invitó a caminar. Todo era silencio. Cómo decir algo cuando no se sabe bien lo que sucede. Cómo detener el nudo y el llanto agazapado. Comprender que ése sería el último día. Ella se detuvo y de su mochila sacó un papel doblado. Las marcas y dobleces hacían evidentes las veces que lo había abierto y vuelto a doblar. Sin decir una palabra lo guardó en la camisa de él, luego tomó su mochila y avanzó hacia la puerta de salida.
23.5.07
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1 comentario:
te estoy leyendo right now...
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