No lo conozco, pero creo que sé algunas cosas sobre él. Sé que se llama Omar, que los piercings le provocan cierta curiosidad, que tiene sentido del humor, que encuentra las palabras exactas para describir lo impalpable, que la noche lo habita. Después de tantos cursos de promoción de lectura, me doy cuenta que la mejor, quizá la única forma de interesarnos en un texto es...dárnoslo a leer. Gracias a Víctor Hugo, por incluir dentro del primer número del suplemento Tarántula un poemario de OP.
Dentro de Altanoche encontré los textos de Omar Pimienta, me gustaron, me gustaron tanto que los saqué de la revista, cuando terminé de leerla, claro, y los metí entre mis cuadernos, los dejé pasear por mi casa de un lado a otro, estuvieron de visita en la cocina, en el baño, junto a los papeles por revisar, en mi cama, en el carro, y luego los dejé ahí, como si pareciera un descuido, para ver si alguien los lee y los toma para pasearlos por sus libros, dejarlos sobre su cama, en el escritorio, y los lleva escondidos entre sus cuadernos para mostrárselos a sus amigos...como algo prohibido, algo que quizá sus maestros de Español no les darían nunca a leer pero que seguramente se sentirían orgullosos de ellos cuando se den cuenta que lo hacen.
Los he leído tanto que me he llegado a sentir parte de ellos, como si fuera un testigo de cada escena, porque eso es lo que él hace, retrata pequeños fragmentos cotidianos y los pone ahí, como si nada, sencillos y alcanzables, al parecer inofensivos, pero ésa es sólo la apariencia, uno deja de ser testigo para meterse en ellos, y dejar que los objetos, las palabras, se quiebren dentro, como la única forma de permanecer y adherirse. Para habitarnos y llevarnos a ese lugar con forma de armadillo.
Viví en Tijuana hace unos años, recuerdo que cuando llegué a Hermosillo, lo que más extrañaba era el sonido de las sirenas de las ambulancias y las patrullas, no podía dormir de tanto silencio, y hoy, gracias a Omar, la volví a escuchar, a sentir, caminé junto a la “línea”, vi a la gente esperando, debajo de sus improvisados refugios de cartón, achinquechados, esperando, compartiendo anécdotas, techo y cigarros; recordé las líneas, los perros, las cobijas “sanmarcos”, las figuras de yeso, el olor, la gente, gente cruzando, un motivo y una historia en cada uno de ellos, o dos o más; recordé a mis altruistas vecinos que manejaban un próspero negocio en la Coahuila y hospedaban por cortas temporadas a peculiares personajes que emergían sólo de noche y vestían camisas de seda “tipo versage”, recordé a mis otros vecinos, que no habitaban su casa, pero que religiosamente dejaban cada tercer día un paquete que horas más tarde sería recogido por otro peculiar personaje. Eran muy amables, todos saludaban antes de seguir con su vida.
En fin...por media hora, volví y reviví, compartí el sueño de los millones de convidados al mismo sueño, el sueño colectivo. Compramos el libro, lo vamos a compartir, leeremos por turnos La libertad: ciudad de paso, me sentaré a esperar, no será debajo de un cartón ni junto a una barda metálica, pero sé que ahí estaré, esperando mi turno
18.2.07
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Archivo del Blog
-
►
2011
(11)
- ► septiembre (2)
-
►
2010
(61)
- ► septiembre (4)
-
►
2009
(61)
- ► septiembre (5)
-
►
2008
(63)
- ► septiembre (3)
-
▼
2007
(84)
- ► septiembre (7)
-
►
2006
(42)
- ► septiembre (4)
5 comentarios:
No sé qué decir
Con todo lo que dices, se despierta la curiosidad, las ganas de leer La libertad:... de O.P. Qué bien.
wowww, muchas gracias, que se me hace que te contrato de representante. Seguro que hasta dinero podríamos hacer.
Muchas gracias, se aprecia, espero te lata el resto del libro.
Gracias
Qué opiniones tan sazonas... ;-)
Ay Lorena, y tienes que leer su primer poemario Ella: primera persona. Yo lo tuve en mi buró al menos dos años para llorar cuando era necesario. Te lobusco, te lo presto.
Caramba, pasé hoy un gran día leyendo tu blog. Tan absorta en mi mundito no me había dado cuenta de que tenías blog. Duh para mí!
un abrazo,
S.
Publicar un comentario